viernes, 23 de diciembre de 2011

VIAJEROS DE LA NAVIDAD



Los viajes de Genovés les desea 
Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo
















Norman Rockwell


Andrea Mantegna, Adoración de los Magos (1464)




Benozzo Gozzoli, El cortejo de los reyes magos (1459-61)



viernes, 16 de diciembre de 2011

VIAJEROS DE IDA Y VUELTA




A menudo, para no perder el norte del entendimiento, y comprender así el hondo significado del viaje, basta con no perder de vista la dirección de los movimientos de masas desplazadas, exiliadas, emigradas, en busca de refugio o hasta de vacaciones, para comprender por dónde soplan en cada momento los vientos de la civilización, el bienestar y la calidad de vida

Los bárbaros del norte han ido al encuentro (también al choque; más tarde, en plan de turismo) de las riberas del Mare Nostrum, y no al contrario. En ningún caso es imaginable que los fenicios, los antiguos griegos y romanos anhelasen conquistar poblados de Laponia o más allá de las Highlands del Norte, e instalarse allí tan campantes y tan frescos... Ni Julio Cesar ni el emperador Adriano llegaron tan lejos, aunque acaso lamentase haberse pasado de la raya en sus conquistas; o mejor, de la linde, del paralelo. 



A la Alemania nazi, la España franquista, los regímenes comunistas, las dictaduras, la Cuba castrista, los países diezmados por las guerras tribales, el hambre y la pobreza, no acude uno anhelando libertad y prosperidad. De estos sitios se sale y huye. A semejantes paraísos perdidos por la ideología autoritaria y/o totalitaria no va uno por las buenas, sino, por ejemplo, actuando en funciones de escritor «comprometido», audaz corresponsal de prensa, aventurero, misionero o simple voluntario sin fronteras. Más que nada, para dejarse ver. A menos que se trate de un sospechoso huésped habitual a la sombra (y sueldo) del poder vigente.

Las sociedades libres, occidentales y liberales, a tenor de lo que sostiene el multiculturalismo y el pensamiento único, serían lugares depravados y corrompidos, decadentes. Pero ocurre que de tales sociedades uno sale, principalmente, por motivos de negocios, ocio, turismo o por el mismo gusto de viajar; generalmente, para volver, más pronto o más tarde, dependiendo del motivo de la partida. Principalmente, porque en semejantes sitios está permitido entrar y salir, y, además, porque uno hace lo que particularmente apetece y puede. No es habitual que los habitantes de las sociedades libres y prosperas dejan atrás sus hogares y modos de vida por motivos de miseria, persecución o falta de libertad, buscando, es un decir, vivir mejor, por ejemplo, en Cuba, Corea del Norte, Yemen o Ruanda. ¿Hace falta insistir sobre este punto?








Ciertamente, el teniente británico T. E. Lawrence sintió fascinación por los árabes y su causa, sintiéndose muy identificado por el paisaje y el paisanaje del desierto de Arabia, las costumbres de sus moradores, las vistosas vestimentas… Mas finalmente, Lawrence acabó retornando a la verde Inglaterra. Quién sabe las razones últimas que movieron las piernas y la cabeza de este hombre contradictorio de alma angustiada. Acaso, después de todo, sintiese añoranza —sorprendente, sin duda, pero añoranza al cabo— por el clima británico, la cerveza caliente y el pastel de riñones. El caso es que volvió para morir en su tierra natal. Y no tras cabalgar a lomos de un camello, sino de una motocicleta.

Es cosa sabid que la escritora Isak Dinesen —seudónimo de Karen Blixen— tenía una granja en África. Según propia confesión, durante los años que estuvo en el continente negro, fue inmensamente feliz. Aun con ello y con todo, retornó un día también a su Dinamarca natal. 

Durante los años sesenta y setenta, miles de jóvenes europeos, abandonando familias y estudios, insatisfechos de la vida fácil y burguesa, se liaron la manta a la cabeza y, mirando hacia atrás con ira y hacia delante con utopía, emprendieron la larga marcha a Katmandú. Tras una breve estancia en tierra exótica, la mayor parte volvió, pocos años después, más delgados y pálidos que antes de la partida, a casa, a las bostezantes y aburridas ciudades de Birminghan, Hamburgo o Pontevedra, digamos. Cumplieron así el expediente y la hoja de ruta marcada por aquellos tiempos inconformistas, escribiendo un capítulo más en el inmemorial ciclo, ritual y sagrado, del eterno retorno. 

¿Y qué decir de Jean-Jacques Rousseau? Elevó a categoría filosófica el mito del buen salvaje, escribió un vigoroso discurso contra las ciencias y las artes, contra los vicios de los europeos moralmente arruinados por el lujo y la disolución de las costumbres, contra la fama y la notoriedad pública. Por todo ello adquirió pocas rentas —extremo éste que siempre lamentó de veras—, aunque sí gran celebridad. También se quejó mucho de esta circunstancia, aunque, vive Dios, que no la desaprovechó. Viajó por Europa, sin salir de Europa, mientras reprendía y sermoneaba a los ociosos privilegiados en cuyas mansiones era acogido, y su disgusto se tornaba cólera contra el anfitrión en el momento en que era despedido o, al menos, reprendido por haragán, gruñón e ingrato. A pesar de todo, siempre le quedaba la campiña francesa para dar paseos y consagrarse a la ensoñación solitaria.



Otro acalorado del mito del buen salvaje, Paul Gauguin, dejó atrás, en París, familia y amigos, la corrompida Europa aburguesada, para buscar el edén en Tahití, donde, en efecto, encuentra ociosidad y grandes placeres del cuerpo y del alma, pero también enfermedades, hambre, miseria y muchos disgustos. No es un emigrante: no envía dinero a casa, lo pide insistentemente. Occidente es para morirse de asco, pero en los mares del Sur intenta hacer de todo, sin éxito; incluso suicidarse, sin compasión, con arsénico. Finalmente, cuando planeaba volver a Europa, la morfina le asegura el pasaje al largo viaje. 

Igualmente podríamos referir aquí otros casos, otras aventuras, como la del capitán James Cook y el resultado de su particular convivencia con los nativos de las islas Hawai, tan particular que acabaron con él. Pero, dejémoslo aquí, para no volver sobre el mismo tema...  De momento.



Reproduzco en la presente entrada algunos fragmentos de mi artículo Multiculturalismo, universalismo y reciprocidad publicado en la revista El Catoblepas, número 35, 2005, pág. 7





jueves, 15 de diciembre de 2011

10 AÑOS DE «SABER DEL ÁMBITO»



Saber del ámbito. Sobre dominios y esferas en el orbe de la filosofía ha cumplido diez añitos. No me atrevo a calificar el hecho de acontecimiento. Tampoco proclamaré que se trate de un libro imprescindible y fuera de lo común. Pero, es uno de mis libros, el segundo libro salido al mercado que lleva mi firma. Y, qué quieren que diga... Pues, ¡Feliz cumpleaños!
El texto que sirve de base a la edición del volumen fue galardonado con el Premio de Ensayo Juan Gil-Albert, en el marco de los Premios Literarios Ciudad de Valencia 1999.


Con el aniversario, me ha llegado también, como todos los años, la liquidación de derechos de autor correspondiente al año 2010. No citaré el número de ejemplares vendidos en este periodo, porque uno es individuo pudoroso y discreto. Sí mencionaré, sin embargo, un dato que considero relevante. La liquidación contiene un apartado «Ajuste por inventario» seguido del número negativo «-404». Comoquiera que en estos tiempos aciagos, de ajustes, recortes y números rojos, estamos todos más que escamados, he ido al anexo del documento liquidativo a fin de encontrar explicación a línea tan inquietante.
Resulta que la editorial ha decidido «limpiar el almacén» (es el término empleado en el anexo), retirando determinado número de ejemplares que pasarán a la otra vida. Desconozco el procedimiento a emplear —o, ay, ya empleado— para destruir a mis criaturitas…
Amigos míos, ahora vienen las buenas noticias. Quedan todavía en el almacén 105 ejemplares de Saber del ámbito en busca de comprador. Ánimo, y háganse con uno, que la cosa está que arde…
¿De qué va el ensayo? Podría haberse titulado El nido del filósofo, acaso más claro y gráfico que el presente. En el texto analizo los diferentes lugares donde los filósofos, tras mucho estudiar y mucho empollar..., finalmente, han incubado sus trabajos. La diferencia entre los espacios o ámbitos (como yo los denomino) en unos u otros casos resulta decisiva en la obra resultante.

Saber del ámbito. Sobre dominios y esferas en el orbe de la filosofía,
Síntesis, Madrid, 2001, Colección «La voz escrita», nº 1, 223 páginas



El acto de presentación del libro tuvo lugar el día 21 de febrero de 2002 en la Biblioteca Valenciana, ubicada en el antiguo convento de San Miguel de los Reyes en la ciudad de Valencia (España). En el mismo intervinieron, además del autor, Rosa Mª Tamarit Rius, Román de la Calle y Hugo Aznar. 

miércoles, 7 de diciembre de 2011

«ROMA» de ROBERT HUGHES





Robert Hughes, Roma. Una historia cultural, traducción de Enrique Herrando, composición de Víctor Igual, Crítica, Barcelona, 2011, 608 páginas

Hay libros que son dignos de reseñar, así como de ponderar como se merecen, por su esmerado diseño de edición. Se trata de volúmenes cuya publicación es motivo de recensión, pero también de celebración.Libros que llegan a nuestras manos, pero de ninguna forma se nos caen de las manos. Que leemos, pero no nos dejamos los ojos en ellos. Que disfrutamos, en suma, de su lectura y su textura.

Hay razón para felicitarse a la vista de determinados productos. Por ejemplo, el recientemente salido al mercado Roma. Una historia cultural, firmado por Robert Hughes. Y asimismo para felicitar a la editorial Crítica por haber realizado un trabajo tan bien hecho. La calidad de impresión de un libro, es condición necesaria para su justa valoración. Y conste que no nos referimos en este momento a ediciones de lujo o especiales, esto es, conmemorativas, institucionales, decorativas o para regalo, etcétera. Hablamos de títulos, que por su formato y contenido, pertenecen al libro de consumo común, aun sin llegar a la segunda categoría del libro de bolsillo. Los presupuestos de carácter perceptivo y de presentación a los que hacemos mención son hoy necesarios más que nunca, en la era digital y de Internet, cuando resulta cómodo, rápido y poco oneroso acceder en pantalla a miles de libros, y aun a novedades, de todas las partes del mundo. Entra, por tanto, dentro de lo razonable exigir celo y aplicación a las editoriales en su labor, y ofrecer, en consecuencia, al lector una obra en condiciones, lista para revista.

La mimada edición de un libro es condición necesaria, aunque no suficiente, para convencer y agradar al lector exigente. Junto al continente presencial, no es menos importante el contenido intelectual. Es preciso ofrecer además de un cuerpo con buen aspecto, un texto con cabeza, sólido y convincente, bien escrito, labrado con esfuerzo y sentimiento. No carece de estas cualidades Roma de Hughes. Porque se trata de un libro concebido desde la pasión y la sinceridad. Ya en las primeras páginas, Hughes reconoce no haber nacido en Roma. Ni siquiera ha residido en la misma ciudad de manera prolongada. Sin embargo, y a continuación, el autor revela con palabras y hechos (con el acto de la palabra) su amor por la Ciudad Eterna, un sentimiento de unión con un cuerpo material y espiritual que le cautivó desde la primera visita a la ciudad, siendo muy joven.


 Desde entonces, siempre retorna a Roma, a la menor ocasión, el mayor tiempo posible. Recorre sin descanso sus calles y plazas, se deje embriagar de su atmósfera, habla con sus habitantes, se nutre de la sabiduría concentrada en los romanos, sin olvidar la acumulada en los cientos de iglesias, museos y bibliotecas existentes en la ciudad. Una ciudad que fue en la Antigüedad el foco y el foro de la civilización occidental, y que hoy sigue siendo el centro (de gravedad) del mundo porque sigue poseyendo esa fuerza y ese poder de atracción que pocas urbes poseen en el orbe.

Acaso Nueva York, desde los tiempos modernos, comparta con Roma semejante poder de seducción. En ambas ciudades, venga de donde venga, el visitante no se siente jamás extraño. De inmediato, forma parte del conjunto urbano, a poco que se empeñe, por su parte, en considerarse neoyorquino o romano, respectivamente. Uno de los más notables cronistas, que mejor han captado y narrado el palpitar de Nueva York, ha sido William Sidney Porter, más conocido por el seudónimo de «O.Henry» (1862 – 1910), nacido lejos de la Gran Manzana, en Carolina del Norte. ¿Por qué extrañarse, entonces, de que la Roma más viva y culta, la historia de una urbe inmortal, que cae y se recupera mil veces, que no se hizo en un día y se nos antoja inmortal, la Roma desvergonzada e impúdica, que sabe convivir con el caos y el descontrol sin perder un átomo de belleza y santidad, por qué sorprenderse, en fin, de que nos la cuente, desde sus orígenes hasta la actualidad, un escritor australiano?

Robert Hughes (Sidney, 1938) ha vivido desde 1970 en Estados Unidos, donde ejerce de crítico de arte para la revista Time. Es autor de The Fatal Shore (1987), The Shock of the New (1991), A toda crítica (1992), Barcelona (1996) y Goya (2004). Sus libros han recibido un gran número de galardones, como el Premio Brusi de Literatura y Comunicación.


martes, 6 de diciembre de 2011

'IRA Y TIEMPO' de PETER SLOTERDIJK



Peter Sloterdijk, Ira y tiempo. Ensayo psicopolítico, traducción del alemán de Miguel Ángel Vega Cernuda y Elena Serrano Bertos, Siruela, Madrid, 2010, 288 páginas


Cada ensayo que lanza al mercado Peter Sloterdijk supone un auténtico acontecimiento. En primer lugar, de orden filosófico e intelectual, como corresponde a su condición profesional y a la temática abordada habitualmente en sus libros. Pero, en segundo lugar, es tal el impacto (ojo, no decimos «provocación») y la receptividad que tienen sus reflexiones e intervenciones públicas sobre la conciencia social y la opinión pública que pocas de ellas pasan desapercibidas.

De lo dicho arriba no hay nada que corregir a la hora de comentar el ensayo Ira y tiempo. Editado en Alemania en 2006 (año 2010, en España), todavía colea en variados ambientes de opinión europeos la controversia política y filosófica generada a raíz de la publicación del libro. Tanto es así que algunas de las ideas esbozadas en Ira y tiempo han tenido continuación en debates públicos de la prensa alemana, y también europea, y en polémicas particulares con otros autores, por ejemplo, Axel Honneth. Hablamos, en consecuencia, de un texto que se mantiene en plena actualidad.

Resulta que los temas más actuales no son, después de todo, sino que los más clásicos. Aquellos que conservan el interés y la atención de manera indefinida. El punto de partida y el núcleo del asunto abordados en Ira y tiempo remiten nada menos que a Homero, es decir, al origen de la literatura. Y es que no debe confundir al lector que el título Ira y tiempo evoque inequívocamente el Ser y tiempo de Martin Heidegger, libro y filósofo habitualmente presentes en la obra de Sloterdijk (justamente, uno de los últimos trabajos de éste lleva por título Sin salvación. Tras los pasos de Heidegger). De hecho, la huella, entre otros, de Friedrich Nietzsche resulta mucho más reconocible en el volumen que la del rector de Friburgo.


 Charles Antoine Coypel (1694-1752), La Furia de Aquiles, Museo del Ermitage

«En el principio fue la palabra “ira”» (pág. 12). Con esta rotunda sentencia da sus primeros pasos el ensayo de Sloterdijk. Homero pide a la diosa que cante la cólera de Aquiles en la Ilíada y, a continuación, ensalza la astucia de Ulises en la Odisea, donde narra las hazañas (y los sufrimientos) del héroe griego en busca de la integridad del hogar amenazada en su regreso a Ítaca. He aquí la base de nuestra historia occidental. Para bien y para mal. Porque, según Sloterdijk, nos guste o no, la política es el arte de la administración de la cólera en la historia. Es más, la historia avanza primordialmente a partir de las fuerzas y energías thimóticas de los hombres. El thymós es el valor, el orgullo, el ánimo varonil y el arrojo, la voluntad de poder: «Al funcionamiento de sistemas moralmente exigentes, alias culturas, pertenece la autoestimulación de los actores a través de la elevación de recursos thimóticos tales como el orgullo, la ambición, la voluntad de supremacía, la irascibilidad y el sentido del derecho.» (pág. 32 y 33).

Con el paso del tiempo, con el transcurrir de la historia, la cólera y la ira, en el sentido heroico, vital y afirmador de estos términos, han sido sustituidas por el espíritu de venganza y el resentimiento. La «doctrina católica de la ira de Dios y la organización comunista de masas movidas por la ira antiburguesa y anticapitalista» se han erigido en «los dos órganos más poderosos de recolección, metafísica y política, de la ira en la civilización occidental» (pág. 256). El catolicismo, a partir de la segunda mitad del siglo XX corrigió en gran medida dicha tendencia, ajustándose debidamente al marco material y espiritual de las democracias liberales vigentes en el Occidente moderno. El comunismo, por su parte, fue anulado por la rebelión de la sociedad civil de los países sometidos por el marxismo-leninismo a finales del siglo XX. 



En los tiempos presentes, el «banco mundial de la ira», según expresión del autor, sigue invirtiendo activamente en el tiempo del poscomunismo, camuflado por lo común en los movimientos antisistema y en agrupaciones de izquierda política no dispuestos a claudicar. Asimismo se hace patente en las oleadas de terrorismo que sacuden a las sociedades con calculada regularidad, un terrorismo inspirado en gran parte por el islamismo fundamentalista. Pues bien, no es en esta segunda amenaza ―la islamista― donde aprecia Sloterdijk los mayores peligros presentes. Esta es la razón por la que dedica mucho más espacio en el ensayo a describir la naturaleza del odio de clase y del resentimiento moral en la teoría y la práctica comunistas que a los delirios de la yihad.

Ensayo enérgico y riguroso, preciso y razonado, nada complaciente con el  optimismo escapista ni la hipócrita indignación, tampoco acomodado en modelos de pensamiento débil o fácil, Sloterdijk ha escrito un libro sólido y valiente. Un ensayo que ha dado que hablar, y seguirá haciéndolo, como es de esperar en todo estudio filosófico que busque más el amor a la verdad que el gusto por agradar al gran público y a la intelectualidad dominante.

Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 1947) es rector de la Escuela Superior de Información y Creación de Karlsruhe y catedrático de Filosofía de la Cultura y Teoría de Medios de Comunicación en la Academia Vienesa de Artes Pláticas. Autor de una profusa producción ensayística, buena parte de la misma ha conocido versión española. Entre los títulos más célebres podemos citar los siguientes: El Desprecio de las Masas. Ensayo sobre las Luchas Culturales de la Sociedad Moderna (2002), Crítica de la Razón Cínica (2003), Normas para el Parque Humano. Una Respuesta a la 'Carta sobre el Humanismo' de Heidegger (2003), Sobre la Mejora de la Buena Nueva. El «Quinto Evangelio» según Nietzsche. Discurso pronunciado el 25 de agosto de 2000 en Weimar en conmemoración del centenario de la muerte de Friedrich Nietzsche (2005), así como su trabajo más ambicioso: Esferas, serie editada en tres volúmenes (Burbujas, Globos y Espumas, 2003, 2004 y 2006), Temperamentos filosóficos (2010), Sin salvación. Tras las huellas de Heidegger (2011).