sábado, 23 de abril de 2011

AL ESCRITOR NOVEL, CINCO CONSEJOS



EN EL DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO

Los consejos pertenecen a la familia de las ilusiones, pero también a la de las desilusiones. Suele dar consejos el viejo. También quien se tiene por sabio y avezado en la vida, creyendo que sus destinatarios le escucharán, y quizá algún día hasta le hagan caso. Los consejos están condenados, por principio, a no ser atendidos. Y en el supuesto de que sí lo sean, jamás serán reconocidos. He aquí el cariz ilusorio de todo consejo, siempre superfluo y vano.
Quien aconseja, anhela en el fondo que los demás no cometan los errores que, presumiblemente, él cometió, de lo cual poco tendría que presumir. O que otros lleven a cabo lo que no fue capaz de hacer. He aquí la faz desilusionada del consejo, su contrariedad.
El consejo, ese loco propósito, es hijo del engaño y el desengaño. En consecuencia, lo mejor que puede aconsejarse al hombre discreto y cabal es que se ahorre las exhortaciones y las recomendaciones. Y, si le son demandadas, que rehúse darlas bajo cualquier pretexto o evasiva. Y sin embargo…
En fechas de celebración de la escritura y del libro, en estos tiempos en que quien no escribe no es porque no sepa sino porque no quiere, en estos días, digo, regalo al escritor novel, no un volumen, ni siquiera una rosa, sino cinco consejos breves. Especialmente dedicados a quien ignore que ser novel significa «principiante» o que todo verdadero escritor nunca deja de serlo, pues siempre está principiando alguna página o poniendo título a un nuevo proyecto.

Consejos tengo…
1) No soñar con el Premio Nobel sin haber escrito previamente algunos miles de folios. Y, realizada la labor, lo mejor es que siga desistiendo de semejante empeño.
2) No lanzarse a componer una novela sin haber leído previamente unos cuantos cientos de narraciones, relatos, cuentos y ficciones varias (y haber escrito, algunas decenas). Ya sé que «novel» y «novela», arrancando de una misma raíz lingüística, comparten el mismo anhelo y apuntan a mismo horizonte. Mas resérvese la caminata para cuando uno ha aprendido a dar los primeros pasos.
3) Si lo suyo es la poesía, no desear en pocos meses ser Novalis, ni morir joven, ni querer descubrir la noche sin saber aprendido a vivir el día a día. La poesía no se practica ni ensaya. Aparece sin ser llamada. Se posee o no, como la gracia o un don.
4) Si no vale uno para la creación artística, siempre le quedará la recreación y la cogitación, que tampoco son poca cosa. El ensayo significa intento y tanteo perpetuos. Obra sin fin ni desenlace. Es un género literario —aunque, en rigor, no literatura— que precisa del aprendizaje y la resolución, del conocimiento y el estudio. Su reino no es el de la ficción sino el de la convicción. No tiene un argumento, pero sí precisa de argumentos. En España, el ensayo no vende, pero es el género elegante por excelencia.
5) Nulla dies sine linea. No dejes pasar, escritor novel, una jornada sin escribir una línea. O dos. Tampoco es preciso producir y archivar docenas de páginas diarias. Diría que tampoco conveniente. Sin la honradez que exige ver caer al suelo y barridas por el viento muchas hojas brotadas de la propia mente, antes de que crezca el árbol de la escritura, sin esa sencillez, no es posible hacer nada que valga la pena. Este quinto y último consejo proviene en origen de Plinio, quien, viejo y sabio, tampoco pudo precaverse del demonio del consejo.


Ofrezco aquí una versión de la columna que publiqué, bajo el título «Cinco consejos para un escritor novel», en el diario digital Factual.es (hoy desaparecido), justamente hace un año, el 23 de abril de 2010

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