sábado, 30 de abril de 2011

«SÉNECA EN AUSCHWITZ» de RAÚL FERNÁNDEZ VÍTORES



Raúl Fernández Vítores, Séneca en Auschwitz. La escritura culpable, Páginas de Espuma, Colección Voces / Ensayo, Madrid, 2010, 107 páginas.

Raúl Fernández Vítores (Madrid, 1962), escritor y profesor de Filosofía en la Enseñanza Secundaria, ha publicado recientemente un breve ensayo muy impactante y de gran calado. Como paso previo al propio comentario del libro, justo sería abundar en la ya indicada condición profesional del autor. Decimos esto porque, dado el estado actual de la Enseñanza universitaria en España, buena parte de los ensayos que, en estos últimos tiempos, tienen originalidad e interés —también, algo que decir—, proviene de autores que deben trabajar en unas condiciones verdaderamente heroicas, una circunstancia ésta no siempre reconocida como sería menester. En la Universidad acaso ocurra que la vigilancia del escalafón y la preocupación por el currículo profesional eclipsa —o al menos inhibe— la verdadera «aventura filosófica» y el riesgo intelectual. En este volumen encontramos, sin duda, ambos atributos.

 Tampoco refiero esta circunstancia por casualidad. Fernández Vítores ya ha escrito un libro anterior, Sólo control: panfleto contra la escuela (2002), donde pone en evidencia, y en cuestión, el sistema educativo, en general, y el español, en particular. Señalando allí mismo las causas de las múltiples deficiencias que presenta la escuela, cuando no su neta decadencia. Es autor, asimismo, y entre otros títulos, de Teoría de residuo (1997) y Los espacios bárbaros (2008).


Séneca en Auschwitz supone para el lector un breve, pero intenso viaje hacia el Horror. Y el Horror con mayúsculas tiene un nombre propio: el Holocausto (asimismo, en mayúsculas). Como montándose en uno de los vagones de la destrucción y la muerte en dirección a Auschwitz, o Dachau, o Treblinka…, al lector que abre la primera página del ensayo le espera un trayecto poco confortable hacia ninguna parte, porque al final le espera la Nada. Tras Auschwitz ya no hay posibilidad de esperanza, ni de reparación. De igual forma que el Macbeth de Shakespeare mató el sueño al matar a Duncan, la Humanidad se ha suicidado al consumar el mayor de los delitos jamás conocido: la aniquilación en masa del judío. Una aniquilación fría, calculada, racional, profesional, laboriosa, implacable. Al cortarse uno de sus miembros, la especie humana no ha logrado acabar con la rabia, su rabia. Se ha cortado, sin más, cualquier vía de salida.

Desde el Holocausto, ya nada es posible. Porque la Nada se ha adueñado del mundo, destruyendo su sentido y fin, si es que los ha tenido alguna vez. El Holocausto representa el Pecado Original del Hombre. Pero, en esta ocasión, no hay expiación posible. Tal es la profundidad de la herida: «la herida queda abierta» (pág. 96. Últimas palabras del texto testamento). Incluso cuando se condena el Crimen, cuando se incrimina, no queda uno exculpado de Nada. Tras el Holocausto, toda escritura es culpable. Ha triunfado la «Tanatopolítica». Después de todo, sólo queda la Muerte.

El ensayo —una lucha intelectual sin cuartel, aunque nos conduzca al Campo— no da tregua. Escrito de corrido, sin pausas, ni punto y aparte, sin salida. La salida es el Final.

«La visión de lo acontecido nos hace balbucir e inevitablemente trastorna la literatura. Asfixiante como, ¡otro símil lamentable!, esta escritura que impide el resuello, sin pausas, que no da espacio, sin puntos aparte, que marea y casi ahoga e impide la intelección del abominable hecho, reduciendo al modo sectario la cantidad de oxígeno que el corazón bombea al cerebro.» (pág. 75)

Ensayo afilado como un sable, frío como el acero, Séneca en Auschwitz representa un trabajo, no obstante, necesario. Aunque, eso sí, no apto para espíritus pusilánimes ni sentimentales.


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