martes, 21 de febrero de 2012

VIDAS DE PITÁGORAS



David Hernández de la Fuente, Vidas de Pitágoras, Atalanta, Gerona, 2011, 438 páginas

El primer gran acierto del presente libro está en el título del mismo: Vidas de Pitágoras. «Vidas» en plural, no simplemente «vida». Esto es así porque la persona de Pitágoras ha ido siempre unida a la leyenda del personaje. No se trata de un caso único. Algo similar ocurre con otros grandes prohombres de la Antigüedad; Homero, por ejemplo, poeta grandioso cuya mención remite unas veces a un nombre propio y otras, a un colectivo de escritores anónimos. Y si avanzamos unos cuantos siglos en adelante, dicha especulación intelectual sobre la auténtica personalidad de nombres tan ilustres ha llegado a alcanzar al mismo William Shakespeare. Es por este motivo que resulta habitual en los estudios históricos y filosóficos hablar de pitagorismo o escuela pitagórica, en lugar de Pitágoras, en singular.

De lo que sí disponemos fundada información es de la existencia en Crotona de una poderosa secta liderada por Pitágoras de Samos, quien gobernó dicha ciudad, tanto en el plano material como espiritual, hasta que un brusco cambio político le obligó a huir de la ciudad. Los pitagóricos, conformaban, en efecto, una agrupación política, pero, al mismo tiempo, una secta religiosa, una escuela filosófica, una hermandad de sabios, unidos por un afán profundo de conocimiento, pero también de intervención en la praxis pública.

Pitágoras, tomado en la época como algo más que un filósofo, recibió la categoría de «hombre divino», un ser con superiores poderes de comprensión e interpretación de los supremos misterios de la naturaleza. No constituye tampoco esta circunstancia una novedad en la historia de la filosofía, aunque lo cierto es que en el caso del pitagorismo adquirió unos rasgos extraordinarios, incluso excéntricos, pero de ninguna manera «desorbitados»; de hecho, sostenían que el orden del cosmos provenía de la razón matemática, la cual hacía posible que cada cosa (por ejemplo, cada astro o criatura viviente) estuviese en su lugar, siguiese su camino u órbita y cumpliese con su función según la ley universal que rige la totalidad.

Tales, considerado primer filósofo de la historia, llevó a cabo, asimismo, tareas políticas y de orden práctico (ingeniería y urbanismo) en la ciudad de Mileto. Por otra parte, el impacto que tuvo el saber oriental (el chamanismo, el orfismo y otras doctrinas provenientes de las grandes civilizaciones de Persia, la India o China) sobre el incipiente racionalismo filosófico no fue algo excepcional en la escuela milesia o la pitagórica, sino que afectó a todos los sabios de la etapa arcaica y clásica de mayor o menor manera. El mismo Platón, siglos más tarde, todavía se servía de figuras mitológicas y poéticas (el mito de la caverna es el más conocido) para dar forma a la teoría de las ideas; igualmente, su vocación política, teórica y práctica, es de sobras conocida. Pero, ciertamente, en el pitagorismo, todos estos aspectos adquieren una expresión mucho más elevada y marcada que en ninguna otra en Grecia.

No sólo Pitágoras disfrutaba de atributos divinos. Los números también los poseían, representando cada uno de ellos fuerzas y entes identificables. El número 10 era tenido por sagrado. Los pitagóricos hablaban de la armonía celestial en el cosmos, concebido como «diapasón musical», que emitía la música de las esferas. El célebre teorema de Pitágoras es sólo un resultado concreto, aunque celebérrimo, del gran impulso que le dieron al saber matemático. Por la misma razón interior de todas las cosas, al que se le sumó la creencia en la transmigración de las almas, se cuenta que en Crotona, bajo el mandato pitagórico,  el consumo de determinados alimentos estaban proscritos (verbigracia, las habas), así como el tránsito por contadas calles, al entender que servían como medio o vía para la circulación de las ánimas.

La historia documentada del pitagorismo ha convivido desde siglos con la leyenda, pero también hasta con la burda invención y la farsa. Por este motivo, la lectura de Vidas de Pitágoras ayuda a clarificar y ordenar el amplio material acumulado en torno a este hombre y este nombre que ejemplifican la gesta del gran paso que dio la humanidad desde imperio mental del Mito al dominio intelectual del Logos. Una travesía que tuvo más de lenta transición que de súbita ruptura con el pasado. David Hernández de la Fuente se alinea en el libro con aquella tradición interpretativa que ha primado más en Pitágoras los rasgos religiosos que los estrictamente filosóficos y científicos, unos rasgos que habría que reconocer, en rigor y justicia, a los seguidores del maestro, los conocidos como «pitagóricos posteriores»; por ejemplo, Filolao y Arquitas.

Con las siguientes palabras resume el autor el propósito de este trabajo: «Es preciso ofrecer aquí una visión que combine tanto los temas legendarios y el pensamiento mítico, tan caro al Pitágoras de las biografías antiguas que aquí se presentan, como la actividad social y política de su secta, todo ello desde una aproximación que evoque la fascinante influencia de esta figura en los orígenes de la tradición intelectual de Occidente.» (págs. 14 y 15).

El volumen, exquisitamente editado como es habitual en la editorial Atalante, está dividido en dos grandes secciones. La primera, consagrada al estudio, propiamente dicho, del pensamiento pitagórico, en las amplias áreas y perspectivas en que se extendió. La segunda recoge testimonios clásicos de la vida de Pitágoras, las ya conocidas de Porfirio de Tiro o Diógenes Laercio, más, como novedad, el texto (el más antiguo conservado sobre el personaje) compuesto por el historiador griego Diodoro de Sicilia (siglo I. A.C.), junto a los del patriarca Focio de Constantinopla (siglo IX) y el breve epítome de le enciclopedia bizantina Suda (siglo X).


David Hernández de la Fuente (Madrid, 1974) es escritor y profesor universitario, especializado en religión griega, antigüedad tardía e historia del platonismo. Doctor en filología clásica y sociología, es autor de los ensayos Oráculos griegos (Alianza) y Bakkhos Anax (CSIC), así como de numerosos artículos en revistas académicas y ediciones de autores clásicos, y ha coordinado la obra colectiva New Perspectives on Late Antiquity (Cambridge Scholars Pub.). Como autor de narrativa ha publicado Las puertas del sueño (Premio de Arte Joven 2005 de la Comunidad de Madrid), Continental (2007) y A cubierto (Premio Diputación de Valencia 2010).




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