sábado, 24 de marzo de 2012

HUELGA, GENERALMENTE POR EFECTO DE COACCIÓN Y VIOLENCIA



Existe una tentación (totalitaria, añade Jean-François Revel) muy humana, 
pero execrable, que consiste en dejarse seducir por el empleo del miedo, y aun del terror, con el fin de imponerse a los oponentes políticos. La sugestión de ver al adversario convertido en enemigo y al correligionario en amigo, la fascinación de acosar al contrincante hasta la extenuación o el exterminio, el verlo desesperado, acorralado y a punto de cocción son reclamos demasiado atractivos para que algunos los dejen pasar, cuando la ocasión se presenta. Ciertamente, es preciso haber acumulado grandes dosis de indignación, rencor y resentimiento para poder incubar este huevo de la serpiente. Mas para calentar el ambiente está la Propaganda y la Agitación, la «subcultura del odio».


Según ha mostrado la Historia hasta la saciedad, es tan fácil encender un fuego, como arduo extinguirlo; tarea sencilla es el destruir, pero laboriosa el construir. Resulta cómodo el activar y excitar a los sujetos siempre propicios para la violencia y el desmán con el fin de que abran brecha y faciliten la tarea, la cual con artes democráticas y pedagogía social resultaría más prolija, larga y trabajosa. En especial, cuando se tiene mucha prisa para llegar al poder o se quiere todavía más poder.


Sépase, con todo, que la dialéctica de los medios y de los fines en política no permite escisiones ni secesiones ni excepciones. En la práctica política y a la hora de la verdad, ambos, medios y fines, convergen, y los guiones y los protagonistas que escriben la historia salen a relucir, más pronto o más tarde. Quien se asocia con un criminal, acaba siendo su rehén o su víctima.

Fragmento de un artículo que publiqué en el Libertad Digital, con el título de «La coacción como arma política», el 28 de marzo de 2003. Se trata de mi primera colaboración con el diario, una colaboración que se extendió a lo largo de cinco años.

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