«Perseguir lo imposible es propio de locos;
pero es imposible que los necios dejen de hacer algunas necedades.»
Marco Aurelio, Meditaciones, Libro V, 17
Desde el derrumbe
del socialismo real —y tras los atentados terroristas del 11-S—, el
«neoprogresismo» ha vuelto a la barricada contracultural de inspiración sesentayochista y setentayochista, para sentirse así rejuvenecer. El desprecio de la
autoridad (combinado con la pasión por el poder); el rechazo de la tradición y
la herencia culturales propias, de las buenas costumbres (esto es, de la «moral burguesa»); la depreciación y menosprecio de la familia, la
religión (cristiana) y la vida humana (la vegetal y la animal son protegidas);
el hedonismo ramplón y el pacifismo ofuscado; el anticapitalismo visceral; el
odio y el resentimiento, en fin, hacia uno mismo (la civilización occidental),
son, hoy como ayer, los referentes
teórico-prácticos de una vieja/nueva izquierda que ha renunciado a las ideas
para abandonarse a la consigna, la nostalgia y la agitprog.
En semejante
escenario, a inicios del siglo XXI, ¿están los intelectuales alejándose de su
ámbito nato y nutricio y haciéndose progresivamente
de derechas? A la vista del delirio y agotamiento del pensamiento único, políticamente
correcto, débil y progre —culpable, en gran medida, de la derrota del
pensamiento, como advertía justamente Finkielkraut, el néoréac más señalado, hace décadas— y ante la imparable
depauperación y descrédito de las «ideas de izquierda», no es extraño que los intelectuales más capaces y resueltos
se liberen de inercias y lastres, y dirijan la mirada y las energías hacia las
«fábricas de ideas», los think tanks,
los medios de comunicación, los sitios, blogs
y foros de Internet, aquellos espacios
de la sociedades civil, en suma, que ofrecen libertad y frescura intelectual, y
donde no huela a cerrado.
Irving Kristol realizó hace años esta célebre
declaración: «Un neoconservador es un progresista asaltado por la realidad.» La
ascendencia y trayectoria de los néoréac
confirman estas palabras; la constatación en España de dicha transición tampoco
la desmienten. La realidad, entonces, es que a día de hoy el conformismo y la vuelta al pasado están más del lado de la izquierda
que de la derecha del pensamiento. Diríase, en efecto, que le quedan dos
días de existencia intelectual a quienes sigan resistiéndose a decir adiós a la
herencia de mayo del 68.
Fragmento del artículo «Los
intelectuales y el adiós a Mayo del 68», que escribí para
ABCD las Artes y las
Letras (Suplemento cultural del diario
ABC) y fue publicado en el número 798, semana del 19 al 25 de mayo de 2007.
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