Durante una de mis muchas estancias en Roma, tomé la decisión de encaminarme hacia la Via Appia Antica, calle mayor, calzada imperial, vieja arteria de entrada y salida de la ciudad que es la urbe de todas las urbes. No completé andando todo el paseo, no vayan a creer. No se trataba de cumplir una promesa ni de una peregrinación ni de hacer un particular «Camino de Santiago» a la romana. Sumergido ya en la ciudad eterna, quería hacer pie en ella, consumar una breve exploración por aquella pisada de la historia —o lo que queda de ella—, un trazado de tan trascendental recorrido, en el que yo también deseaba dejar huella. Los automóviles y las motocicletas me adelantaban, acuchillando la senda de la memoria mellada. Oh, tiempos, oh costumbres éstos en que tantos tontos van en Vespa a casa de la Vesta.
Yo llegué por mi propio pie hasta la Tumba de Cecilia Metela. Como debe ser. Visité con detenimiento el imponente monumento, mortuorio e inmortal. Allí me detuve, y en ese punto se detuvo también el tiempo. Mi mente retrocedió al pasado y sólo volví al presente cuando la guardia pretoriana personal que me protegía desde la distancia acudió para reintegrarme al mundo real... Agradecí, claro está, la atención. Pero, ay, en mi interior lamenté ser despertado de aquel sueño vestigial.
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Como complemento de mi particular caminata, reproduzco a continuación la crónica titulada «La autopista más antigua del mundo», publicada el día 18 de febrero de 2013 en el diario madrileño ABC. Yo pongo, además de la entradilla, las fotos…
«Las autopistas son vías rápidas que cuentan con una calzada diferente para cada sentido de la circulación y en la actualidad forman las redes de comunicación terrestres más modernas de la mayoría de los países del mundo. La primera autopista del mundo contemporáneo se construyó en Italia, en 1921 y unía las ciudades de Milán y Varese.
«Las autopistas son vías rápidas que cuentan con una calzada diferente para cada sentido de la circulación y en la actualidad forman las redes de comunicación terrestres más modernas de la mayoría de los países del mundo. La primera autopista del mundo contemporáneo se construyó en Italia, en 1921 y unía las ciudades de Milán y Varese.
Sin embargo, tal y como podemos leer en el blog «Culturizando», algunos historiadores sitúan el nacimiento de este tipo de vías más de dos milenios atrás. Concretamente en la Vía Apia, la calzada más importante del Imperio Romano. Esta vía, que recorría los 540 kilómetros que separaban la ciudad de Roma y el puerto de Brindisi, fue construida hacia el año 312 a.C. bajo el mandato de Apio Claudio como censor.
La calzada fue construida a base de piedra basáltica de forma poligonal y una acera de aproximadamente un metro de ancho la recorría por ambos lados. Gracias a sus aproximadamente ocho metros de anchura, la Vía Apia permitía el paso simultáneo de dos carros circulando en sentido contrario. Debido a la gran cantidad de personas que la transitaban a diario, a lo largo de su recorrido abundaban las «stationes», lugares para el cambio de caballos, y las «mansiones», establecimientos que equivaldrían las posadas.
Además, en sus márgenes era posible encontrar numerosos sepulcros, tumbas y otros monumentos funerarios, debido a la prohibición de realizar enterramientos dentro de las ciudades, así como cementerios paganos y los primeros camposantos paleocristianos. Tras la caída del Imperio, la Vía Apia cayó en desuso. A finales del siglo XVII, el papa Pío VI ordenó la restauración de uno de sus tramos, obras de conservación que también acometieron Napoleón o Mussolini.
En la actualidad, esta antigua autopista es la calzada romana más conocida y mejor conservada del mundo y ostenta el dudoso honor de haber sido el escenario en el que el famoso gladiador Espartaco y más de seis mil de sus seguidores fueron crucificados a lo largo del tramo que unía la capital del Imperio y Capua.»