Reproduzco a continuación la entrevista realiza por Encarni Pérez al autor del libro Dos veces bueno. Breviario de aforismos y apuntamientos (Evohé, 2015) en el número del 28 de noviembre al 4 de diciembre de la revista WADI-AS.
sábado, 28 de noviembre de 2015
miércoles, 25 de noviembre de 2015
CENA CON ADAM SMITH Y ACCIÓN DE GRACIAS
Acerca
de a quién dar gracias por la acción de cenar todos los días del año.
«el
hombre reclama en la mayor parte de las circunstancias la ayuda de sus
semejantes y en vano puede esperarla sólo de su benevolencia. La conseguirá con mayor seguridad interesando en su favor el egoísmo de los
otros y haciéndoles ver que es ventajoso para ellos hacer lo que les pide.
Quien propone a otro un trato le está haciendo una de esas proposiciones. Dame lo que necesito y tendrás lo que
deseas, es el sentido de cualquier clase de oferta, y así obtenemos de los
demás la mayor parte de los servicios que necesitamos.
»No es la benevolencia del carnicero, del
cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración
de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su
egoísmo; ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas. Sólo el mendigo depende principalmente de
la benevolencia de sus conciudadanos; pero no en absoluto.
»Es
cierto que la caridad de gentes bien
dispuestas le suministra la subsistencia completa; pero, aunque esta condición
altruista le procure todo lo necesario, la caridad no satisface sus deseos en
la medida en que la necesidad se presenta: la
mayor parte de sus necesidades eventuales se remedian de la misma manera que
las de otras personas, por trato, cambio o compra.
»Con
el dinero que recibe compra comida, cambia la ropa vieja que se le da por otros
vestidos viejos también, pero que le vienen mejor, o los entrega a cambio de
albergue, alimentos o moneda, cuando así lo necesita. De la misma manera que
recibimos la mayor parte de los servicios mutuos que necesitamos, por convenio,
trueque o compra, es esa misma inclinación a la permuta la causa originaria de la división del trabajo.»
Adam
Smith, La riqueza de las naciones
domingo, 22 de noviembre de 2015
SOLO NIETZSCHE
— ¡elegid la soledad buena, la soledad libre, traviesa
y ligera, la cual os otorga también derecho a continuar buenos en algún
sentido!
Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal
«La soledad de uno es la huida
propia del enfermo; la soledad de otro, la huida de los enfermos.
¡Que me oigan crujir y sollozar, a causa del
frío del invierno, todos esos pobres y bizcos bribones que me rodean! Con tales
suspiros y crujidos huyo incluso de sus cuartos caldeados.
Que me compadezcan y sollocen conmigo a causa de mis sabañones: «¡En el
hielo del conocimiento él nos helará incluso a nosotros!» así se lamentan.
Entretanto yo corro con pies calientes de un lado para otro en mi monte
de los olivos: en el rincón soleado de mi monte de los olivos yo canto y me
burlo de toda compasión.»
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra
domingo, 15 de noviembre de 2015
MICHEL DE MONTAIGNE EN CAMINO
«Corría el mes de junio del año 1580 cuando Michel de Montaigne, dejando tras de sí su castillo, en la comarca del Périgeux, próximo a Burdeos, inicia un viaje por Europa. El itinerario cubre Francia, Alemania, Suiza e Italia, y le ocupa diecisiete meses. Habiendo abandonado las obligaciones públicas hacía casi diez años, escribía en la torre-biblioteca ese libro a través del yo y sus circunstancias que conocemos con el nombre de Ensayos. Igual que una araña teje la tela, en esta obra ejemplar, autor y producto se enredan entre sí, sin llegar por ello a enzarzarse, sólo a envolverse en un mismo destino. A esta labor dedica buena parte de su tiempo tan libre.
Pero, había llegado la hora de tomarse un descanso, de ponerse en movimiento… Montaigne sale de la torre y emprende un largo viaje, antes de que llegue la hora del largo viaje. Sube al caballo y enfila el camino, más que nada por el gusto de viajar, por placer, y de paso para tratarse el «mal de piedra», dolencia que le aquejó durante gran parte de su vida. Cabalgando, según afirma, las molestias físicas disminuían.
Las impresiones de la marcha y las estancias en ruta han quedado anotadas en un cuaderno de viajero, el Diario del viaje a Italia a través de Suiza y Alemania de Michel de Montaigne, cuya primera etapa la redacta su secretario y acaso también, escudero.
A comienzos de octubre, Montaigne arriba a la ciudad de Basilea (en francés Bâle, pero que en aquellos tiempos denominaban Basle). La bitácora recoge unos breves apuntes acerca de las costumbres de las gentes del lugar, de los colores del cuadro urbano que descubre el ensayista. En uno de ellos leemos lo siguiente:
«Tienen una infinita abundancia de fuentes en toda esta región; no hay pueblo ni encrucijada en donde no las haya, y muy hermosas. Dicen que en Basilea hay, contadas, más de trescientas.»
La percepción más poderosa y viva de esta ciudad que ha quedado grabada en mi mente coincide, punto por punto, con la citada estampa. Las fuentes de Basilea. […]
»Ahora bien, lo realmente excitante de estos recorridos por rutas angostas no es tanto admirar lo que uno espera cuanto descubrir lo que irrumpe de modo imprevisto, nos sorprende y conmueve.
A la vuelta de mi viaje por el norte de Italia, volví a leer el diario del filósofo que daba cuenta del suyo, en el que hacía constar el goce que experimentó al contemplar «en los jesuatos [sic], una planta de rosal que da flores todos los meses del año». Acaso hablaba de rosas muy semejantes sobre las que ahora yo me inclinaba, para olerlas mejor.»
Fragmentos de mi libro El alma de las ciudades. Relatos de viajes y estancias (Amazon-Kindle, 2015).
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