Erasmo resistió los reclamos de emperadores y reyes de la época, las bravuconadas y desafíos de Martin Lutero. Ignoró, mientras pudo, los mediocres pulsos con los que los académicos le desafiaban. En Basilea, en este Innisfree suizo, buscó paz nuestro hombre tranquilo. Pero, su salud débil y quebradiza no resistió el llamado último, fechado en el día 12 de julio de 1536. Aquí descansan los restos de un cuerpo frágil, necesitado en vida de sólidas pellizas de cuello de armiño para entrar en calor. El cuerpo endeble, como una caña que piensa, acogió un espíritu de gigante, un cuerpo que recorre gran parte de la Europa geográfica levantando la Europa espiritual. Este cuerpo diplomático, de doctrina, hace su última parada en Basilea. Su tumba, con el correspondiente epitafio en la antigua catedral Münster, lo recuerda para la posteridad. Vale la pena visitar el templo, y su amplio entorno con vistas, aunque sólo sea para rendir homenaje al gran humanista que hizo mucho por hacer de esta ciudad la ciudad del humanismo.
Fragmento del capítulo X. 1 «Basilea de las fuentes», incluido en el libro El alma de las ciudades. Relatos de viajes y estancias (Amazon-Kindle, 2015), donde el lector encontrará más detallada noticia sobre este asunto.
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