«Según
la lógica de la exasperación, no hay cosa mejor que rascarse. Consiste ésta en escoger
el propio mal y en vengarse de uno mismo. El niño ha ensayado ese método desde el
primer día. Grita para hacerse oír; se enfada por estar enfadado y se consuela
diciéndose que no se va a consolar; lo que se dice “estar de morros”. Apenar a quienes
se ama hasta apenarse uno mismo. Castigarles para castigarnos. Avergonzado de
ser ignorante, hacer promesa de no leer nunca más. Obstinarse en la
obstinación. Toser con indignación. Remover malos recuerdos; afilar la propia punzada;
repetirse, con trágica destreza, aquello que nos hiere y humilla. Interpretar
las cosas según el principio de que siempre sucederá lo peor. Suponer que los demás son malvados para serlo uno también. Actuar sin fe y hablar luego de
fracaso: "Lo hubiese apostado; mi sabida mala suerte". Mostrar
aburrimiento y encontrar aburridos a los otros. Aplicarse en ser desagradable y
sorprenderse de resultar desagradable. Buscar el sueño furiosamente. Poner en
duda cualquier motivo de alegría; poner a todo objeciones y mala cara. Y en tal
estado, juzgarse a sí mismo. Decirse: "Soy tímido; soy torpe; pierdo la
memoria; envejezco”. Ponerse feos y mirarse al espejo. He aquí el humor
entrampado.»
Fragmento del ensayo «Humor» (21 diciembre 1921) en Alain, Propos sur le bonheur (1928)