viernes, 1 de noviembre de 2019

TIERRA MÍTICA



En plena crisis de las ideologías antañonas, los movimientos conservacionistas y protectores de la Naturaleza —en toda su variedad de gamas verdosas: verde que te quiero verde—  van buscándose un lugar bajo el sol en la esfera política y el mando supremo de las democracias posmodernas. Las que no son ni lo uno ni lo otro, no tienen esos problemas sino que van de por libre, en vías de desarrollo. Los ecoactivistas aspiran a la renovación de la res pública hasta dejarla hecha una plácida pradera sin flatulencias de vaca y, ya puestos a la faena, sin vacas flacas (anoréxicas) ni vaquera de la Finojosa (mileurista). Los pastores del Ser representan la esperanza esmeralda en la nueva era del fin del mundo; no sé por qué número van, al haber perdido la cuenta.
La derrota de la sociedad burguesa, la de los huevos encima de la mesa y que come hamburguesa, no pasa en nuestros días por la toma del Palacio de Invierno (derretido por el calentamiento global), sino a base de pedalear tranquilamente por el carril bici, y también por anchas aceras, antes conocidas como la “senda de los viandantes”.
¿Qué dice el mensaje ecologista encontrado en la botella reciclable? El gran lema emancipador y revolucionario consistía hasta hace poco en “¡Salvad al Hombre!”, apología del “Hombre Nuevo”. Pero, hoy el hombre ya no es el centro del mundo, sino una especie en extinción, inestable y poco sostenible. Brillan en el horizonte otros mensajes celestes y celestiales: “¡Salvad la Naturaleza! “¡Tolerancia cero a las emisiones de CO2! “¡Viva la Tierra!”
En el principio, fue el paso del Mito al Logos. Luego, al revés, el Logo se ha hecho Mito, pasando a ser eco-logo. El relevo regenerador promete una transformación radical de la sociedad: de lo humano a lo terrícola. El ecoactivismo se apunta así al movimiento transhumanista.

Todo es ilusión y fantasía, la realidad hecha un sueño, igual que vivir en las nubes sin tener los pies en la tierra. Virtualidades de la Tierra Mítica

Esto es como el evolucionismo, pero en dirección contraria. Algo así como el regreso al planeta de los simios. La Tierra ya no estará dominada por los hombres sino por los monos. Ya lo estamos viendo. Basta con salir a la calle, encender la televisión o entrar en Internet.
Si lo natural era el cambio y la evolución, ahora resulta que lo que se impone es la conservación de la Naturaleza a cualquier coste; subiendo impuestos a los ricos, por ejemplo. Nada ofendería más, sin embargo, a sus profetas que ser etiquetados de ecologista conservador, los cuales presumen, con muchos humos, de amigos de la Tierra, del Progreso y de la Paz.
La conversión de la ecología en ecologismo (en realidad, una ecolatría) no ha sido sino resultado de la ideologización, teologización y mitificación de un discurso que, inicialmente apoyado en el sentido común y la ciencia natural, se ha desvirtuado de tal modo que compite abiertamente con los fundamentalismos religiosos. Pues, empeño religioso (y poco humano) es, sin duda, la sacralización de lo natural y la adoración a la diosa Tierra.


Dios ha muerto, ¿no? Más o menos. Murió por los hombres y al tercer día resucitó, adoptando distinta apariencia, no trina sino muy pluralista. ¿El Hombre ha muerto? El hombre es carne mortal; carne, a fin de cuentas, ya lo cantaban The Smiths: Meat Is Murder.
Vivir sin Dios supone ya una costumbre en tiempos de laicismo like a rolling stone. Vivir sin Hombre: se lo tenía  merecido. Vivir sin la Naturaleza: ¡ah, eso no, a la Madre ni mentarla! Sobre la tribuna, predican los restauradores veganos: “¡Salvad la Tierra Mítica!”, “¡Salvad el Tigre!”, “¡Sálvese quien pueda!”
El objetivo prioritario del eco-programa de actuación mundial —gubernamental, económico y social— entona el Himno a la Naturaleza, aunque para ello haya que sacrificar la naturaleza humana y actuar contranatura y contra la razón. Aunque siempre nos quedará el brócoli.
El medio sostenible para lograr tal propósito es implantar un nuevo orden ecológico mediante un contrato natural, único modo de salvar la Tierra; contrato que no se realizaría entre hombres libres sino entre terrícolas, microorganismos y alcornoques.
La Naturaleza no es racional, como pensaba Hegel de la realidad, sino gravedad, porque, según dicen quienes saben de esto, la situación de la Naturaleza es grave, de emergencia planetaria. Yo, como no entiendo, me entretengo, mientras termina de cocerse el apocalipsis al vapor, imaginando estar en un parque de atracciones monotemático, donde reina Blancanieves, corretean el Pájaro Loco y sus amigos, predica Pocahontas y el servicio de seguridad está a cargo del sheriff Woody.
Todo es ilusión y fantasía, la realidad hecha un sueño, igual que vivir en las nubes sin tener los pies en la tierra. Virtualidades de la Tierra Mítica.

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