miércoles, 16 de febrero de 2011

CERCAS CERCADO O EL CAZADOR CAZADO


Llevo años discutiendo acerca de la necesidad de distinguir entre géneros literarios en el oficio de la escritura. Entre los otros (géneros) también. En mi libro La escritura elegante (2004) he procurado concentrar distintos y variados trabajos, que hasta el momento llevaba realizados, a propósito de la neta demarcación de la ficción y la realidad, cuando uno se pone a escribir. Sigo sobre el tema, aunque sé que en España (especialmente en España) no tiene mucho éxito ni futuro proclamar la imprescindible determinación del espacio de la poesía, la novela y el ensayo, por ejemplo, como géneros con «jurisdicción» propia.

Entre nosotros, tiene todavía plena vigencia lo que denomino la «Leyenda», esa voz que desde lo arcano anuncia que nuestra filosofía está « líquida y difusa en nuestra literatura, en nuestra vida, en nuestra acción, en nuestra mística» (Unamuno); que pensamiento y narración acaban siendo lo mismo; que entre conocimiento, meditación e imaginación no hay lindes ni linderos; que la poesía es como la historia, que la ciencia es un cuento y que poesía eres tú. Lo que la Leyenda unió, nada ni nadie puede separarlos. Mas, ¿qué pasa en el periodismo?

Leo en estos días, entre perplejo y divertido, el «affaire Javier Cercas», a propósito y a raíz de la reciente entrada en el diario de Arcadi Espada, publicada en el diario El Mundo. 

Ambos escritores llevan debatiendo «dura y briosamente sobre la realidad y la ficción, la literatura y el periodismo, y también sobre la vanidad humana», según declaración de Espada. Ahora, para el periodista catalán, ha llegado el momento justo de asestarle una certera estocada intelectual al confiado Cercas. Y digo confiado, porque Cercas, sintiéndose muy seguro en ese mágico territorio donde habita, cree que las reglas de la lógica rigen, por ejemplo, en países racionalistas, como Francia o Alemania, pero no en España. Y acaso no le falte razón…. Por eso aquí pasa lo que pasa y… esto es lo que nos pasa (José Ortega y Gasset).

Arcadi Espada lleva, sencillamente, al absurdo las tesis relativistas (¿y cínicas?) de Javier Cercas. Como hicieron en su día A. Sokal y J. Bricmont, simplemente, pone en evidencia las «imposturas intelectuales» de quienes se consideran intocables. Y lo hace con profesionalidad e ironía: que en el periodismo, lo diga un rico o lo diga un pobre, puede mezclarse verdad y ficción impunemente…, pues comprobémoslo.

Llegados a este punto, Cercas protesta y, ofendido, se revuelve y contraataca. Cercas está a favor de la «comprensión imaginativa», de la «imaginación creadora» y de lo que sea menester. Menos cuando le afecta a él. O le tocan el honor.

Pero, oiga, A es igual a A, ¿no? Bueno, sí, pero no es lo mismo…

Quienes viven en la leyenda que no tiene nombre, para empezar, no tienen sentido del humor. Y para acabar, amenazan con recurrir a las Autoridades. No necesariamente porque crean que estén de su parte, sino porque son parte del juego.

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