Pierre Grimal, El siglo de Augusto, traducción de Manuel Pereira, Crítica,
Barcelona, 2011, 112 páginas
No es tarea fácil compendiar lo que supuso
el «siglo de Augusto» en poco más de cien páginas, dejando, por lo demás,
cumplida explicación, desde la misma Introducción del libro, del sentido y
significación científica del término «siglo», y no sólo a propósito del gran
emperador romano. Sucede que tampoco es corriente encontrar historiadores que
combinen la narración histórica, el rigor investigador, los conocimientos
literarios y el análisis filosófico de los principales conceptos empleados en
sus trabajos. Y, por si esto fuera poco, realizarlo de modo convincente. Y es
que reconocer que Pierre Grimal
pertenece a este selecto club no supondrá ningún hallazgo ni sorpresa para
quienes ya tengan el gusto de conocer la clase y cualidad de nuestro personaje.
Tanto para estos privilegiados intelectuales cuanto para quienes se acerquen
ahora a su obra no resultará ocioso referir una breve nota sobre el autor.
Pierre
Grimal
(París 1912-París, 1996) fue uno de los más destacados historiadores,
latinistas y especialistas contemporáneos en la Roma de la Antigüedad.
Traductor de obras de Tácito, Plauto y Terencio, fue también profesor emérito
de la Sorbona, presidente de la Asociación Vita Latina y miembro de la Sociedad
Francesa de Arqueología Clásica, de la Sociedad de Egiptología, de la Real
Academia Sueca de Historia y de la Real Academia Belga. Su obra es
considerable, en extensión y en valor intelectual. Incluye, entre muchos otros,
los títulos que siguen a continuación: Las
ciudades romanas (1954), Mitologías (1964),
La civilización romana (1970), Roma, los siglos y los días (1982), Cicerón (1986), Marco Aurelio (1991), El proceso de Nerón (1995).
¿Qué cabe entender por «siglo de Augusto»? Es usual emplear en los estudios históricos
expresiones del tipo «siglo de Pericles»
o «siglo de Luis XIV», sin que sea
preciso aclarar que dichos periodos no remiten maquinalmente, ni exactamente, a
una centuria convencional. La principal condición que permite simbolizar con un
nombre propio un periodo clave de la historia es, explica Grimal, que lo haya
dominado en varias esferas y no sólo en una en particular. Si además añadimos a
esta circunstancia la ―para aquella época― longeva existencia del principal
protagonista del argumento, así como la relevancia de la acción desarrollada y
el legado transmitido a la posteridad, entonces ningún otro nombre más
justificado que el de Augusto para describir uno de las épocas más decisivas en el devenir de Occidente y de la
humanidad en su conjunto.
El largo «reinado» de Augusto, que se
extiende desde la muerte de Julio César (año 44 a. C.) hasta la del propio Octavio Augusto (14 d. C.) presenta,
por otra parte, «una profunda unidad, querida y conscientemente impuesta por el
hombre que al llegar al poder encontró a Roma en el caos, y que al morir dejó
un Estado organizado, pacificado, provisto de un ideal y de una razón de ser
que los contemporáneos de César habían buscado en vano.» (pág. 8). Es por esta
razón que Grimal emplee la expresión «revolución
augustal» a la vez que entiende ésta como una «restauración» (pág. 76).
Augusto consumó, en fin, el ideal del imperio de Roma: «que, poco a poco, todas
las naciones que componían su Imperio no formaban más una sola ciudad.» (pág.
104)
Publicada la primera edición en 1955, el
libro conoció una primera versión en lengua española en Fondo de Cultura
Económica el año 1996. La presente edición ha tomado la traducción de aquélla.
Además de la Introducción y el preparatorio «Los años preliminares y la
conquista de los espíritus», el volumen incluye estos otros cuatro capítulos:
«El principado augustal», «La literatura augustal», «El arte de la época
augustal» y «La paz augustal».
El siglo de Augusto, pues, fue en todas sus
vertientes, no sólo en la política sino en las letras y las artes, un verdadero
siglo de oro, puesto que la cultura floreció en su reinado como una larga
primavera, coincidiendo renombrados historiadores, poetas, artistas y arquitectos
que renovaron el panorama y ennoblecieron el naciente imperio, obviamente
favorecidos por el largo periodo de paz y la consolidación de la estructura
política romana.
Buena reseña amigo.
ResponderEliminarDesde luego se me antoja harto dificil poder condensar los tiempos de Augusto en poco más de 100 paginas.
Augusto fue un punto y aparte en la historia de Roma. Solo hay que ver que los siguientes emperadores se hacian llamar "Augustos", mire si caló su gobierno.
Felíz domingo.
Gracias, amigo Lorenzo, por tu amable comentario.
ResponderEliminarCiertamente, no es tarea fácil el trabajo de síntesis realizado por Pierre Grimal. Pero, es que estamos hablando de uno de los más selectos estudiosos del mundo antiguo. Si no conoces la biografia que tiene escrita sobre Marco Aurelio, hazte con ella. Se trata, a mi criterio, de uno de sus mejores libros sobre el gran emperador-filósofo.
Saludos, feliz domingo y feliz semana.
Apuntada queda su recomendación. La historia romana me apasiona. Bueno, y casí toda en general.
ResponderEliminarSaludos!