Slavoj Zižek presenta a Robespierre. Virtud y terror, Introducción a cargo de Slavoj Žižek, textos seleccionados por Jean Ducange, traducción Juan María López de Sa y de Madariaga, Akal, 2011
Es común en los estudios de historia y teoría política, situar el acta de nacimiento de la izquierda política ―o izquierda revolucionaria― a partir de la Revolución Francesa en 1789. La constitución de la Asamblea Nacional en París, que arrancaba de raíz el régimen monárquico, y la ubicación topográfica de las tendencias políticas en la cámara (a ambos lados de la misma, según se mira la tribuna de oradores), dieron nombre y arquetipo a una corriente política, y a su opuesta, que continúan hasta nuestros días. Las situaciones (o «coyunturas») históricas y las localizaciones geográficas han propiciado, entre otras causas, las distintas variaciones clásicas de la marca común y originaria que la identifica: marxismo-leninismo, anarquismo, socialismo, comunismo, trotskismo, maoísmo, socialdemocracia, etcétera. Pero para conocer la fuente inspiradora que ilumina el sentido último y profundo de este movimiento histórico definido por su afán transformador de la sociedad, conviene no perder de vista las circunstancias que le dieron vida ni el discurso de sus padres fundadores.
La izquierda política ansía alcanzar el poder a fin de imponer en la sociedad un programa radical de cambios en todos los órdenes: político, social, económico, ideológico, moral y de las costumbres de los individuos. Accede a las altas magistraturas de la gobernación o por la fuerza y la violencia expresada en la «voluntad general» o por vía electoral, muestra de la «voluntad popular», que los líderes del movimiento dicen, en cada momento, representar. Aunque no siempre se reconozca, por razones de oportunidad o imagen, debe saberse que en las fuerzas políticas de izquierda, la violencia y el terror como vías para llegar al poder y para afirmarlo, están en el germen y el corazón de la «República».
Con mayor o menor énfasis, las tendencias contemporáneas de pensamiento político, actualizan o ponen al día el mensaje tradicional de la izquierda. Para ello inciden precisamente en el asunto central del republicanismo, además del progresismo como atributos determinantes de la práctica política; dos rasgos que sirven, a su vez, de denominaciones presentes de una misma trayectoria. El republicanismo, en concreto, remarca en todo momento el fundamento «virtuoso» de la izquierda. Esta atribución le sirve, por un lado, para justificar las consecuencias (a menudo, traumáticas, dolosas y dolorosas) de la ejecución de sus políticas, y, por el otro, para dotarse de una aureola que la equipara a la Moralidad, de la que se dice única representante.
Pues bien, la base doctrinaria de la argumentación está en Robespierre, uno de los dirigentes más emblemáticos de la Revolución Francesa, y del Terror que la sucedió. Una de sus más sobresalientes cabezas, la cual perdió por orden de quienes se consideraban dentro del movimiento más virtuosos y revolucionarios que aquél. Maximilien François Marie Isidore de Robespierre proclamó en una de sus célebres soflamas:
«Si el principal instrumento del Gobierno popular en tiempos de paz es la virtud, en momentos de revolución deben ser a la vez la virtud y el terror: la virtud, sin la cual el terror es funesto; el terror, sin la virtud es impotente. El terror no es otra cosa que la justicia rápida, severa e inflexible; emana, por lo tanto, de la virtud; no es tanto un principio específico como una consecuencia del principio general de la democracia, aplicado a las necesidades más acuciantes de la patria.» (Robespierre, «Informe sobre los principios del Gobierno revolucionario, realizado en nombre del Comité de Salvación Pública. 25 de diciembre de 1793/5 de nivoso del año II»).
Una antología de las más notables disertaciones de Robespierre puede encontrarse en el volumen Virtud y Terror, que introduce y presenta el profesor, filósofo, ensayista y activista político esloveno Slavoj Žižek.
Slavoj Žižek (Liubliana, 1949) es Investigador Senior en el Instituto de Estudios Sociales de Ljubljana, Eslovenia. Estudia psicoanálisis en la Universidad de París VIII Vincennes-Saint-Denis, donde se doctoró. Su tendencia intelectual se mueve en los dominios del extremismo político de izquierda, esto es, entre el comunismo y el anarquismo. De amplia producción cabe destacar El acoso de las fantasías (1992), El sublime objeto de la ideología (1999), Repetir Lenin (2004), Bienvenidos al desierto de lo Real (2005), Leon Trotsky / Slavoj Zizek,Terrorismo y comunismo. Slavoj Zizek presenta a Trotsky (2009).
He aquí una buena oportunidad para conocer de primera mano tanto el doctrinario primario y «puro» de la izquierda política cuanto su defensa y apología más desinhibidas de la violencia política. Un pliego de descargo, en suma, que excusa los virtuales «excesos» derivados del celo revolucionario, e incluso los reafirma y exalta sin ningún género de «autocrítica» ni sentimiento de culpa. La dictadura del proletariado, el totalitarismo, la coacción como arma política, el terror, no son, según esto, sino expresiones de la «violencia divina» (concepto prestado de Walter Benjamin para singulares objetivos), un efecto necesario del binomio Virtud-Terror.
Wladimir Iilich Ulianov (Lenin) hizo célebre la canónica coartada del terror político como medio para la Revolución, a saber: no puede hacerse una tortilla sin romper huevos. La vieja elocuencia de la Revolución rusa se hermana con la todavía más vieja de la Revolución francesa. Que todavía hoy una parte significativa de la izquierda más extrema no condene sin reservas el terrorismo, o lo haga con la boca pequeña y no siempre con suficiente convicción, tiene su causa en unos fundamentos doctrinarios fundacionales de los que conviene tener noticia y estar documentados.
Por qué esto es así, puede el lector descubrirlo en este volumen que habla por sí mismo. Unos textos compuestos por dos autores sin pelos en la lengua, que afirman lo que muchos de sus conmilitones sienten y en lo que creen, aunque no siempre se atrevan a confesarlo abiertamente. Robespierre y su discípulo Žižek sí se atreven a hacerlo. La virtud del coraje, como la de la coherencia y la sinceridad, no se les puede negar en este caso. Incluso son de agradecer en aras al conocimiento y reconocimiento de las cosas.
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