jueves, 2 de septiembre de 2021

5ª ACTUALIZACIÓN DE 'EL VIRUS ENMASCARADO' (2021)


APÉNDICE VI

 COVIDISMO: LA EXCEPCIÓN ES LA NORMA (fragmento)

La anormalidad generalizada, la corrupción total, facilita la materialización de la Gran Tragedia de nuestros días: estaban las sociedades tan dañadas que ha bastado el menor roce o contacto para quebrarlas completamente. Hoy en día, valores como la sinceridad, la lealtad, la amistad, el amor, la confianza, han sido puestos en cuarentena. Los individuos honestos —los malvados y cínicos, no— se sorprenden gratamente, en su vida cotidiana, cuando experimentan una relación social, con personas conocidas o extrañas, no infectada de trampa, doblez y malevolencia. Son los sobrevivientes, los resistentes, los inmunizados. Porque constituyen una excepción.

Ciertamente, no venimos de un pasado donde lo virtuoso adoptaba el rango de norma, pero todavía dejaba un margen de expectativa (no digo de «esperanza»), de impresión de no ser y estar permanentemente vigilado, manipulado, maltratado, manejado, estafado, engañado, en el trato social; repito, a cualquier nivel del mismo. De aquellos barros estos lodos.

Una sociedad corrompida en su integridad es una sociedad que dribla la inmunidad para actuar con la sensación de impunidad. Una sociedad que ha cedido al chantaje, a la perversidad, al cinismo, no hace el mal (incumplir leyes, contratos, promesas, preceptos, convenios y convenciones sociales de larga trayectoria civilizatoria) porque desconozca el mal, sino porque está convencido de que no va a ser castigado ni reprendido por quienes le incitan a dicha pauta de conducta. Pues, los gobernantes, mandatarios y poderosos son los primeros en saltarse la norma. Las instituciones, entidades, empresas, profesionales, autónomos, que componen la comunidad de gestores, son los siguientes en secundarles, y así sucesivamente.

He aquí la norma. La excepción es encontrar ciudadanos honestos y en quienes confiar. Mas, ¿cómo identificarles cuando a gran número de ellos les han robado el cuerpo y el alma, transfigurados tras una mascarilla, en la «distancia social», en una comunidad de intocables en la que el contacto interpersonal (imposible denominarlo «humano»; más bien, «impersonal») se lleva a cabo habitualmente de modo distante, enmascarado, virtual, telefónico (si se atiende la llamada, y no por un robot), tras un cristal o pantalla plastificada, en estado de continua tensión, miedo, desconfianza, suspicacia, recelo?



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