El PP, en sospechada actitud penitente, da la impresión de conformarse con
lo que hay y de no querer volver a gobernar ya más, para que no le hagan lo
mismo, otra vez.
Uno tiene la inclinación a pensar que el verano y las vacaciones son el
mejor periodo para la política: es cuando se encuentra como aletargada, a la
sombra, literalmente agostada. Los gobernantes, y, políticos, en general,
desaparecen de la escena pública y se toman unos días de asueto, dando también
un respiro a la población, que se ve así libre de ruedas de prensa,
declaraciones oficiales y, sobre todo, de actuaciones gubernativas y desafíos
legislativos. [...]
No es que echemos de menos a la clase política y sus
resoluciones, pero puestos a tener que sobrellevarlas sobre nuestras espaldas y
acechando nuestros bolsillos, por lo menos que su presión no venga siempre del
mismo lado, o sea, de las posiciones del socialismo gubernamental realmente
existente, que en tales faenas tienen probado que se manejan muy bien.
[...] el balance
presenta un panorama decepcionante, en el que el actual Gobierno se ha llenado
la boca de anuncios, pillando a los populares en continuos renuncios, esto es,
dejándoles en fuera de juego o con ganas de abandonar la partida, a la vista de
que siempre sale el rojo en la ruleta. Par y pasa. Los ministros han
encomendado a sus segundos que preparen el terreno con más de lo mismo (“lo mal
que se hicieron las cosas con el PP”) y que lancen algunas
propuestas-de-proposiciones de ley y otros globos sonda que confundan al
personal, con la intención de pescar en río revuelto, aunque a veces le pescan
a ellos algún atún rojo en sus propios caladeros. Las ministras, por su parte,
más que liarse la manta a la cabeza, se han recubierto de pieles y sedas,
iniciando el paseíllo por la pasarela bajo las luces de los focos y
sustituyendo a los taquígrafos por los reporteros gráficos, y, es cosa de días,
también por los paparazzi. Ojalá no se bajaran de
las tablas estas chicas de (Visa) oro, y no por bien de la moda, sino de la
política.. […]
Me temo que la mayor parte de los votantes (honrados) del PSOE y la opinión pública, en su conjunto, no se han dado cuenta todavía de que España tiene como presidente de Gobierno a un telepredicador que sonríe y catequiza con su religión cívica, progresista, ciudadanista y políticamente correcta, a la vez que polemiza con la competencia, o sea, la Iglesia Católica, responsable junto con la derecha de “tanta imposición moral y actitudes carcas” que tienen a España indignada. Y sin embargo lo quieren, y millones de ciudadanos y ciudadanas le mandan donativos en forma de votos o de silencios culpables. ¿Será acaso que España está llena de progres y no nos habíamos enterado? ¿Dejarán al fin los españoles de comprar el Marca para suscribirse al Vogue? […]