miércoles, 17 de junio de 2020

CUADERNO DE UNA TORMENTA SECA (11): GUÍA DE SUPERVIVENCIA


Este cuaderno está alargándose más de la cuenta. Llevo la cuenta, en días y meses. Y todo indica que habrá que prepararse para contar por años. Más de lo previsto, pues, aunque visto lo visto…
El caso es que la tormenta no cesa ni cede un centímetro, sino todo lo contrario. Al objeto de que alguien pueda contarlo, prudente será, a quien pueda interesar, proponer una Guía de Supervivencia, en estos tiempos de progreso (¡ah, esto era el Progreso!) de la barbarie en detrimento de la civilización, un breve manual de sugerencias, interrogantes, sospechas y reservas en la era del Aceptar.

*
Por encima de todo, precaverse de seguir noticias e imágenes en los medios de comunicación al servicio de la Propaganda (prensa, radio, televisión), como medida profiláctica para no empeorar la salud de la personas (“salud pública” es término erróneo y palabra trampa), ya muy dañada por efecto del confinamiento en las viviendas durante meses y el contagio del pánico colectivo.

*
Anteponer la libertad a la (presunta) seguridad; el riesgo, a la (farsante) protección; el sentido común, a las órdenes y los protocolos (presumiblemente) sanitarios. Preferir lo real a lo probable.
*
 Recelar de adalides de la teoría de la conspiración que ejercen de aprendices de brujo, y parecen más inclinados a sembrar recelos, llamar la atención y montar un espectáculo que a ofrecer riguroso detalle y análisis de los acontecimientos. 

        Sin rechazar por ello las maquinaciones, tramas organizadas y conjuras —porque haberlas, haylas—, preciso es cotejarlas con  datos y racionalidad crítica, antes de darles publicidad y añadir rumores al ruido.
*
En caso de dudas fundadas, preguntarse a quién beneficia determinada declaración, acción o conducta inexplicable.
*
No clasificar hipótesis y especulaciones sobre manejos y planes en el mismo apartado que propósitos declarados de llevarlos a cabo. Verbigracia, no son novedad las peligrosas indicaciones e invectivas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ni secreto el proyecto de constituir un Orden Único Mundial con un Alto Mando al frente ni la maniobra de digitalizar la sanidad mundial —un paso más en la avanzada de la “sanidad pública”— con marca registrada ni tampoco la decisión de eliminar el dinero en efectivo en beneficio exclusivo de su uso por medios electrónicos, entre bastantes otros objetivos que amenazan el valor supremo de la vida, la libertad y la propiedad privada en las personas.
*
Preguntarse por qué los críticos de una presunta conspiración en el caso COVID-19 reaccionan agresivamente ante su sola formulación, tomándola como un asunto personal, condenándola a priori por descabellada (sin sopesarla siquiera) o la catalogan sin más como propia de la “extrema derecha”. ¿Y si en vez de “conspiración” hablásemos de “maniobras”?
*
  Sospechar de quienes emplean el término “conspiranoico” con vocación de etiqueta descalificadora, al tiempo que lo adoptan cuando les place o conviene. Verbigracia, los que denuncian con persistencia la "mano invisible y tenebrosa" del Dinero, el Capital y las Finanzas de los “potentados” que mece la acción política de los Gobiernos o quienes han negado —esta vez, sí— la “explicación oficial” de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y formulan teorías alternativas a la misma.
*

    Reparar en que los censuradores de la probable causalidad en el caso COVID-19, limitan sus reproches al desencadenante de la pandemia (si surgido en cocinas o en laboratorios), pero ignoran o callan la perspectiva conspirativa referida al pandemónium o acción combinada de confinamiento universal de la población, bloqueo de la actividad económica y la práctica supresión de los derechos y libertades de los individuos.
*
Atender al hecho de que muchos defensores de la “doctrina oficial” sobre el caso coronavirus, y fieles obedientes a las normas impuestas, señalan, reprochan y hasta denuncian a los incumplidores, y, en su caso, deducir si ello es debido a motivación sanitaria o extrasanitaria.
*
La mayor parte de los fallecidos por supuesto efecto del COVID-19 son ancianos, circunstancia que ha venido precedida, desde hace no muchos meses, por la publicitación y defensa de la práctica eutanásica o la propuesta de negarles el derecho a voto en las citas electorales.
*
Confirmar que la defensa genérica por parte de la opinión pública de la profesión médica no oculta, en realidad, la defensa en exclusividad de la “sanidad pública” (palabra trampa) en perjuicio de la gestión privada en la salud de las personas, como si aquélla anhelase devorar a ésta.
*
Meditar el hecho de que, a nivel corporativo, la profesión médica no ha dudado de la “verdad oficial” sobre la pandemia ni ha puesto objeción a los previsibles daños colaterales que el pandemónium ocasiona en salud de los individuos, no todos ellos contagiados de coronavirus aunque sí expuestos a otras enfermedades y dolencias o padeciéndolas de hecho, las cuales se han visto eclipsadas por La Enfermedad por antonomasia. Las quejas del gremio se han centrado en la falta de medios y en la propia protección del colectivo sanitario ¡para poder hacer más! Mientras que las denuncias o meras objeciones, cuando se han hecho públicas, han tenido un carácter limitado, aislado, individual.
*

  Algo similar a lo anterior podría decirse de la profesión relacionada con el Derecho y la protección de los derechos y las libertades (abogados, fiscales, jueces, etcétera) y con la seguridad de los ciudadanos (cuerpos y fuerzas policiales), diluida o incluso vulnerada en aras de la extrema misión de vigilancia y coacción.
*
   Cuestionarse si el optimismo asociado a la defensa de la “doctrina oficial” y la propaganda vinculada a ella (“¡Quédate en casa!”; “¡Saldremos mejores y más fuertes de esto!”), variación del colaboracionismo en ocupaciones militares y revoluciones, no deriva del interés en lograr alguna clase de beneficio particular, o es una manera supersticiosa de exorcizar los miedos internos o asumir los ajenos por la nociva ilusión de la empatía.
*
 Examinar la concatenación entre la parálisis de la actividad económica y la consecuente destrucción de millones de puestos de trabajo y la promoción compensatoria de la "Renta Básica" ("Mínimo Vital" y otros eufemismos) planificada con carácter selectivo (¿premio al “buen comportamiento” y la obediencia de la gente?).
*
 No ofrecer el cuerpo y la mente a la Política Sanitaria y a la Experimentación sospechosa ni vender el alma al Diablo por una “paguita” o una mascarilla.

*
 En el siglo XX, Estados Unidos y el Reino Unido han sido los principales valedores de la libertad, garantizando una salida democrática a las dos guerras mundiales que asolaron la centuria. Los dos líderes de ambas (antiguas) potencias, Donald Trump (EE. UU.) y Boris Johnson (Reino Unido), dos personalidades sin complejos y reacios a las maneras diplomáticas y de protocolo oficial, con más circunstancia que pompa, de carácter desenvuelto y poco dócil, han quedado desdibujados o maniatados (apelando a distintas y sospechosas excusas), atadas en corto, desde el primer ataque de virus y la llegada de las primeras ambulancias y coches patrullas. Al mismo tiempo, las sociedades respectivas de las naciones que de deberían gobernar, han sido particularmente sacudidas por revueltas especialmente virulentas, difícilmente explicables a movimientos espontáneos de “protesta”, al tiempo que permitidas con suma tolerancia. En la actual Crisis mundial (¿Tercera Guerra Mundial?), ¿quedaría algún otro país o fuerza con posibilidades de frenar el totalitarismo de nueva generación?


*
 A quien todavía no tenga claro el asunto o le produzca pavor sólo mencionarlo, hasta el punto de alterar su conducta, esta Guía de Supervivencia le recuerda que el hombre es un ser mortal. Que la inmortalidad es anhelo demasiado poco humano, casi diría que inhumano, un sueño loco de la sinrazón. No tema usted a la muerte. Guárdese, mejor, de los que no le dejen vivir su vida. Y haga lo posible por evitarles o reducirles.
*

Y esto no acaba aquí. Mientras tanto, buena fortuna.

miércoles, 10 de junio de 2020

CUADERNO DE UNA TORMENTA SECA (10). SOSPECHAS SIN SORPRESAS


1
La reacción de la población ante la gran crisis mundial provocada por el denominado "COVID-19” suele dividirse en dos bandos enfrentados

Por un lado, los que perciben esto como un accidente, algo casual, experimentan el confinamiento (la cuarentena, el lockdown) con artificiosa normalidad, aunque el encierro vaya por dentro, y mantengan la vana esperanza, confiando en que todo acabará bien. 

Por otro lado, quienes evalúan lo que está ocurriendo como un fenómeno provocado, no azaroso sino causal, un desorden intencionado que descompone el orden instituido y ha sacudido violentamente las bases de la civilización (o lo que queda de ella) y que constituye sólo un episodio (una “fase”), un experimento mediante el cual pulsar y medir (“testar”) la resistencia de instituciones, organismos e individuos, con vistas a imponer un Nuevo Orden Mundial gobernado por un Alto Mando con plenos poderes.


Tras la sospecha no hay sorpresa, porque todo estaba minuciosamente calculado

Admito que esta distinción cabe ser calificada de arbitraria, pues podría escogerse otro criterio divisorio. Lo cual reconocería, al fin y al cabo, una voluntad de seccionar la sociedad, hasta el punto de llegar a fragmentarla en la era de la polarización. Y esta es la cuestión. Ya tenemos una pista a seguir.
La “doctrina oficial”, proclamada por las autoridades, “comités de expertos” y gestores de la Crisis, sostiene la necesidad de unidad en la población a la hora de acatar las normas y protocolos con los que afrontar la "pandemia". Exhortación acompañada de amenazas a los incumplidores.  La recomendación adopta así la forma de orden y exigencia de obediencia absoluta, no importa que los protocolos supongan, en realidad, protolocos. Otra huella que rastrear.


2
Con la población mundial confinada en casa y sometida a un régimen estricto de ordeno y mando a distancia social, cualquier información o dato respecto a este asunto debería ser desinfectado antes de consumirse. Bajo un “estado de alarma” (de hecho, un estado de excepción) la información adquiere, de inmediato y necesariamente, un tinte de propaganda. Nada es verdad en la era de la “posverdad”. Buena parte del significado de las palabras ha cambiado de sentido. La neolengua que emplean los informantes y los informativos, sean del bloque oficial o del alternativo, hace incomprensible el discurso, para quien exija un mínimo de claridad y comprensión en el lenguaje.
A fin de no ser definitivamente aniquilado por el temor, los datos tóxicos y la manipulación, es preciso mantener prudente distancia con la cruda información y su repetición, así como aprender a leer entre líneas; interpretar el lenguaje corporal y de signos; emplear el arte de la deducción, el uso de la inferencia y la hipótesis; preferir la opción más factible y verosímil que la repetida y machacona; repasar el capítulo sobre la filosofía de la sospecha; anteponer, en fin, el racionalismo al empirismo en tiempos de imágenes invertidas y palabras contaminadas.
Sólo los familiarizados con la lógica y habituados al pensamiento racional y la abstracción, serán capaces de bajar el volumen de la máquina de la mentira y la huera consigna, de frenar la difusión y propagación de la ponzoña liberticida. Me temo que la proporción de iniciados en estas destrezas no será muy elevada. Nuevo indicio de sospecha.


3
No tengo nada que confesar ni que justificarme, mas sí informo al lector que tengo tomada mi posición sobre el asunto, provisional, hasta que no se me demuestre lo contrario,  y, por tanto, no dogmática, sino falsable (Popper), abierta a permanente  revisión crítica. Soy de natural (y acaso por formación filosófica) escéptico, lo que no significa que evite definirme cuando la ocasión lo demande y mi voluntad sea esa.
Lo que ahora está pasando es una reedición, bruta y descarnada, de la situación precedente, elevada a su máxima potencia, al objeto, acaso, de llevarla hasta sus últimas consecuencias, de modo colectivo y coordinado, mediante actuaciones autoritarias orientadas a un horizonte totalitario. 

Nada observo en el presente que no haya percibido con anterioridad, de alguna manera; a veces, de manera anticipatoria. En este momento, la política y el ideario globalista se han vestido de personal sanitario, secundado por fuerzas policiales y fuerza armada, como medio de cerrar y abrir puertas, bocas y voluntades con mayor facilidad e impunidad. Amparada la operación por un estado de alarma o excepción con toda la traza de ley marcial.
Dicho de otro modo: las élites que han planificado y comandan el pandemónium están decididas a ir a por todas, jugar la partida definitiva, reunir los planes que exigirían (que han exigido: el tema viene de lejos) las batallas parciales en una acometida integral, sabedores de que no tendrían (ni tendrán) resistencia significativa. 

¿Es esto la tormenta perfecta? Yo diría que sí.

Tras la sospecha no hay sorpresa, porque todo estaba minuciosamente calculado. En un envite de esta magnitud, a escala mundial, admira comprobar (al tiempo que aterra) que no se han cometido errores estratégicos de bulto, que nada ni nadie en puestos clave les haya fallado, que la coordinación y la convergencia estén resultando de precisión matemática.
Y esto es sólo el principio.