viernes, 18 de febrero de 2022

DE CÓMO MONTAIGNE CRITICÓ LA "ECONOMÍA DE SUMA CERO"



Mucho tiempo antes de que a mediados del siglo XX fuese formulada la denominada "economía de suma cero", en el marco matemático de la Teoría de Juegos, habitualmente utilizada para  arremeter contra la economía de libre mercado y la sociedad abierta, Michel de Montaigne en el siglo XVI ya anticipó en Ensayos una sólida, ingeniosa y sabia réplica de la misma.

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Capítulo XXI (Libro I)

El beneficio de unos es perjuicio de otros


«El ateniense Demades condenó a un hombre de su ciudad, cuyo oficio era vender las cosas necesarias para los entierros, so pretexto de que de su comercio quería sacar provecho y de que tal beneficio no podía alcanzarlo sin la muerte de las gentes. Esta sentencia me parece desacertada, tanto más, cuanto que ningún provecho ni ventaja se alcanza sin el perjuicio de los demás; según aquel dictamen habría que condenar, como ilegítimas, toda suerte de ganancias

El comerciante no logra las suyas sino merced a los desórdenes de la juventud; el labrador se aprovecha de la carestía de los trigos; el arquitecto de la ruina de las construcciones; los auxiliares de la justicia, de los procesos querellas que constantemente tienen lugar entre los hombres; el propio honor y la práctica de los ministros de la religión débese a nuestra muerte y a nuestros vicios; a ningún médico le es grata ni siquiera la salud de sus propios amigos, dice un autor cómico griego, ni a ningún soldado el sosiego de su ciudad, y así sucesivamente. 

Más aun puede añadirse: examínese cada uno en lo más recóndito de su espíritu, y hallará que nuestros más íntimos deseos en su mayor número, nacen y se alimentan a costa de nuestros semejantes. Todo lo cual considerado, me convence de que la naturaleza no se contradice en este punto en su marcha general, pues los naturalistas aseguran que el nacimiento, nutrición y multiplicación de cada cosa tiene su origen en la corrupción y acabamiento de otra.



Nan, quodcumque suis mutatum finibus exit
continuo hoc mors est illius, quod fuit ante

Un cuerpo no puede abandonar su naturaleza
sin que deje de ser lo que antes era.

LUCRECIO II, 752»