1. Másteres del Universo
No
es esta una historia de ciencia ficción
(aunque dé la impresión de estar ambientada en el Planeta Rojo), sino situada
entre el género policíaco y el realismo sucio, en la cual se describe un
panorama desolador y corrupto como la sociedad misma, de guerra (sin cuartel ni
código de honor, mas sí del hampa), un paisaje gris y mortecino, por donde
diríase que ha pasado una tropa bárbara con la correspondiente (y obediente)
milicia en la retaguardia, con la tarea de rematar a los caídos y recoger los
restos. Por donde pasan los jinetes del apocalipsis
de ahora es difícil que vuelva a crecer la hierba, porque lo están dejando
todo perdido.
La
«aldea global» no está gobernada desde las pedanías —o sea, desde los Estados—,
sino desde un Consistorio General, regido con Vara de Mando Único, que estructura,
formal y oficialmente, la diversidad desestructurada. Para hacerla efectiva, es
preciso formalizar y hacer patente
una Oligarquía, selectiva y estratégicamente situada, aunque bruta y sin clase (mal denominada «élites»,
impreciso plural) que decide manu
militari, sin pactos ni contemplaciones, sin consenso ni parlamento ni aplazamiento burocrático alguno, tarea ésta
para peones, los muy creídos, tan cretinos como crecidos, es decir, los departamentos
de poder low cost (más que Gobierno,
Ejecutivo), que todavía no se han enterado de que el «rey va desnudo» y ha
llegado el momento de confeccionar «el nuevo traje del emperador».
Y
digo «formalizar» porque el referido Grupo Supremo ya existe desde mucho tiempo
atrás, trabajando bajo sombrilla, de modo «discreto», despachando pequeñas
cuestiones, «pequeñas» para el auténtico poder que tienen, y preparando el
terreno para el último y definitivo asalto del combate, la lucha final.
Y
digo, asimismo, «selecta y exclusiva» no tanto en sentido de élite cuanto de intelectual. Los Másteres del Universo de los que aquí hablo,
quienes se consideran los amos del mundo, han tomado el perfil de «intelectual»
como careta: se creen muy listos, expertos facultativos, seres superiores
frente a la gente común; conciben complejos planes y proyectos de un «mundo
mejor», ideas supremas e incontrovertibles, que si el vulgo raquítico no entiende
ni comparte es por mera ignorancia; frustrados por su condición de sabelotodo
más que por sabios; se consideran incomprendidos e infravalorados; están
despagados al sentirse mal pagados, de modo que sus teorías sólo pueden ser
aplicadas por la fuerza y mediante
violencia, las que los medios políticos y la política de los media les garantizarán.
Ha
llegado el momento de dar el Gran Salto Adelante, sin prisas y sin pasos atrás.
Tienen todo el tiempo del mundo.
El
estado físico y mental de las masas ha sido evaluado (testado) desde hace años.
Las pruebas (las de tipo test son más
rápidas y fáciles de corregir) que se les aplica siempre dan positivo, es decir, que están preparadas
y bien dispuestas para el sacrificio. Si se ignora o contradice a los «señores
de la guerra», intelectuales orgánicamente organizados, hirviendo de odio y
resentimiento, son capaces de todo, no importa las consecuencias en la
población. Para que aprenda… Su ética sin principios, tampoco contempla la
responsabilidad. He aquí un ideal tiránico y feroz que, sin embargo, no llega al
nivel de Despotismo Ilustrado.
Los
problemas de la «gobernanza» en el mundo han adquirido un cariz global. Las
soluciones a los mismos requieren, en consecuencia, una respuesta global,
rápida y sin objeciones, a diferencia de lo que ocurre con las instituciones
todavía vigentes, corroídas por la inacción y la inoperancia, la corrupción, la
rutina y la inercia, el aplazamiento de soluciones, las reuniones y las
«comisiones de investigación». La globalización llama al globalismo. He aquí el
diagnóstico de los Másteres del Universo.
¿Conlleva
esto la prescripción de un Poder Supremo, autoritario y totalitario, algo así
como la figura del «Gran Hermano» sospechada por George Orwell en su novela 1984? Sí, creo que algo así.
WHO? No tengo suficiente
información como para señalar a nadie en particular, excepto a los se han
señalado a sí mismos. Mas, si barrunto que no están lejos de estos movimientos
grandes corporaciones de ámbito mundial, foros internacionales, poderosos
magnates de medios de comunicación, de la banca y de las finanzas, casas reales, presidentes y ex presidentes
de repúblicas, compañías y empresas que controlan la información y la
transmisión de datos, fabricantes de sistemas operativos informáticos y de software, millonarios perversos (no al
revés suele decirse, siguiendo la consigna pobrista
y dinerofóbica); entre otros. Todos
ellos, mundialmente conocidos, en muchos casos, hasta populares, por su labor filantrópica, solidaria y comprometida
con los nuevos tiempos y las nuevas tendencias, las cuales, en buena medida,
han fomentado a su vez. También por misiones de mediación y arbitraje, de
consejo y hasta de advertencia implícita, de publicidad propagandística. Mas,
de sus actuaciones secretas, claro está, poco se dice, por obediencia o miedo. Y
quien airea sospechas es tomado por loco.
A
propósito de estas sospechas reincidentes, ¿qué declara la opinión pública?
Bah, fabulaciones de «conspiranoicos».
Mientras tanto, suda…
Hay
dos tipos de paranoico: quien afirma ser acosado, mientras permanece confinado en
casa, sobre la que revolotean drones y helicópteros muy oficiales, y el que,
aun siendo perseguido de veras, no cree tal cosa porque se le antoja algo
increíble.
En
el tiempo que reinaba en el mundo COVID-19, el coronado paranoico viral
(también conocido como «covidiano») no sale del apartamento ni deja que nadie
le toque; tras un simple estornudo o golpe de tos, exige tests masivos y universales, confinamiento general, por si acaso, o
amenaza con ir a Urgencias del hospital más próximo; hace acopio de mascarillas
y papel higiénico; cuando se pone el sol, sale al balcón y realiza un ritual
hechicero para espantar enfermedades y muertes. «Si fuera verdad eso de la conspiración, ¿por qué no sale en
televisión…?». Así crece y se multiplica el virus social.
Guerras,
revoluciones, pandemias enmascaradas (también llamadas «plandemias»), entre
otras calamidades, reactivan las bajas pasiones, saliendo a flote lo peor de
cada cual entre la población: fobias, cobardía, agresividad, autoritarismo,
mezquindad, delación, servidumbre, sumisión, &c
Lástima.
Debe reconocerse que la mayor parte de quienes siguen la pista a los grupos
desestabilizadores que pretenden dominar el mundo (Club Bilderberg, Comisión
Trilateral, ONU, OMS, FMI, &c) son personajes, por lo común, algo estrafalarios,
más inclinados al show business y la
declamación teatral que al análisis solvente y sereno. Actuando en la
marginalidad y los escenarios off-off,
no extraña que intenten llamar la atención de cualquier modo, a veces con
maneras provocativas. Todo lo cual, me temo, no despeja la sospecha general,
sino todo lo contrario. En la corte real, el bufón es el único que tiene valor
para decir las verdades delante de su majestad.
¿Un plan diabólico? El mejor truco realizado por el diablo fue convencer al mundo de que no existía y así moverse entre las sombras. Pero, en esta historia, ¿quién es el diablo? Busquen entre los sospechosos habituales
2. Virulencia y «Nueva Normalidad»
¿Significa
esto que vamos hacia un nuevo
«modelo» de sociedad, teledirigida, supervisada y planificada al máximo,
formada por seres robotizados, zombies,
máquinas parlantes que repiten lo que oyen, que obedecen y se vigilan entre sí,
en la que los viejos principios de la civilización —vida, libertad, propiedad
privada— dependientes del propio individuo, serán borrados del mapa? En efecto,
así es, según creo. De esa «Vieja Normalidad» (por algunos, añorada), venimos.
No
revelo, por tanto, nada nuevo. Tampoco nada que puede tildarse, en rigor, de
paranoico. A la racionalidad y la experiencia me remito. Señalo que la
perspectiva de la Humanidad en Peligro
no pertenece al género de la utopía (ni de la denominada «distopía», término
equívoco: toda utopía es, por principio, una falsa ilusión, indeseable,
aterradora, inhumana[i]) ni de la
ciencia-ficción, como ya he dicho al principio. Constituye una cruda realidad. En
rigor, describo una circunstancia existente (¿de qué asombrarse, pues?), pero
certificada en el presente a modo de atestado,
custodiada por la policía, con sello oficial y próximo chip incorporado en el «Nuevo
Hombre» de la «Nueva Normalidad». He aquí una expresión clave (y en clave, con
función de consigna o contraseña) en este asunto; tampoco novedosa, por otra
parte. Se ha atribuido[ii]
el empleo público y generalizado del término «Nueva Normalidad» al ex presidente
del Deustche Bank, Josef Ackermann,
en unas declaraciones efectuadas en septiembre de 2011 a propósito del
crecimiento insostenible de la deuda pública y la necesidad de su terminante
solución, no de meros y repetitivos aplazamientos, como se ha hecho hasta
ahora.
El término, aplicable a otros contextos de mayor amplitud, ha sido recuperado recientemente, adquiriendo un relieve singular en la presente Crisis mundial, encapsulada en una fantasmal enfermedad viral (virulenta) con nombre de clave secreta o servicio de Inteligencia: COVID-19. De momento, repárese en un dato. Las mismas consignas suelen coinciden y se repiten en distintos idiomas.
A la hora de definir el inmediato
futuro: en inglés, new normal; en
alemán, neuenormalität; en francés, nouvelle normalité; en chino, 新常态, en japonés,日本語; en ruso, новыйнормальный;
&c.
O este otro palabro: «Desescalada»…; en inglés, «deescalate». Contrato social; en inglés social contract; y en este plan.
En
la neolengua de la Nueva Realidad, la
mayor parte del significado de los términos hasta ahora empleados precisa de redefinición.
El
lenguaje (antes que el humor, según el tópico) es la primera víctima en una
«guerra», pero no por fallecer sino por desfallecer, pasando de mero instrumento
de comunicación a erigirse en categórica arma de propaganda. ¿Qué siempre lo ha
sido? Cierto. Pero, ahora todavía más.
Un
experimento precisa de prueba y ensayo, de tests
y sondeos, tanteos y maniobras, de simulacros, trastornando así la realidad
para que los individuos vayan acostumbrándose al mañana programado. El ser
humano, a escala global, ha sido reducido a cobaya de laboratorio, al albur del
«terrorismo de los laboratorios» (Ortega y Gasset).
¿Otra
invención? Creo, más bien, que todo está inventado ya.
3. Ensayo y representación
Recuerde
el lector de dónde venimos a fin de
juzgar a lo que hemos llegado… Reflexione sobre las «vigencias reinantes» en el
antes de esto, para completar el
rompecabezas.
El
terreno estaba abonado de Oriente a Occidente para coronar a la rampante
Oligarquía mandataria, al mandarinato de las mal denominadas «élites», es
decir, de los poderes fácticos, bien
dispuestos a institucionalizar un renovado statu
quo, planificado, un programa
preinstalado, con el «capitalismo» en estado de coma; la opinión pública,
dominada y domesticada; los medios de comunicación, esperando instrucciones; la
división de poderes, muerta y enterrada; una estructura institucional hundida
en su propio fango de corrupción, debilitada por pequeñas guerras internas
(desde las comunidades tribales a la democracia de partidos); una deuda pública
desbocada e incontrolada, que no puede perderse en el horizonte de la «deuda
perpetua» (mientras Bancos centrales, Reservas federales y Gobiernos no
desconectan la máquina de emitir incesantemente más dinero y más deuda); un
Estado de Bienestar insostenible por más tiempo; un gasto público desbordado
que alguien deberá pagar, pues las subidas de impuestos han de tener un límite
o se seca a la vaca y nos quedamos sin leche, las instituciones vigentes no lo
ponen, luego hay que limitarlas a ellas; el plan de eliminar el dinero en
efectivo y sustituirlo totalmente por la transacción electrónica (para
fiscalizarte mejor…) &c.
Sólo
faltaba una oportunidad para rematar la faena, elegir al superagente idóneo que abra y cierre todas las puertas, la Gran
Excusa para aplicar cualquier medida, tomar una decisión o n o tomarla, hacer
que las órdenes se cumplan y quede consolidado el nuevo orden mundial concebido
por el Gran Leviatán.
La
actual crisis global con traza de fenómeno
viral, de apariencia pandémica,
presenta muchas similitudes con la crisis económica de 1929, tanto en el orden
económico (agotamiento de un modelo socioeconómico) cuanto en su resolución (New Deal que desembocó en la Segunda
Guerra Mundial; de hecho, ya está sobre el tapete la actuación de un New Deal 5G). A partir de 1945, comenzó
un periodo de esplendor del capitalismo, capitaneado por Estados Unidos,
vencedor de la contienda, en directa oposición con otro de los vencedores, la
Unión Soviética, cuartel general y guía espiritual del comunismo. Tras el
derribo del Muro de Berlín y el colapso del «socialismo real» en los países del
Telón de Acero, el «Gran Timonel» del totalitarismo a escala global es,
actualmente, China, a la sazón, primera potencia económica mundial embarcada en
una política expansionista de dimensiones descomunales. Por ello, es objetivo
prioritario del Alto Mando de la «plandemia» neutralizar y bloquear las
naciones que podrían ofrecer suficiente resistencia como para frenar su avance,
aquellas, no es casualidad, que formaron la élite
de países aliados contra el Eje durante la Segunda Guerra Mundial: Estados
Unidos, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda. Canadá es un caso perdido,
degenerado en Estado fallido (que
podría recuperarse, como ha ocurrido con Suecia).
En
poderío económico, la República Popular de China hace años que ha desbancado a
Estados Unidos, encerrado éste en una estrategia de defensa proteccionista,
intervencionista y, sobre todo, de desgaste interior, herido por múltiples
querellas internas y enfrentamientos civiles como no se recuerdan desde la
Guerra de Secesión (¿otra circunstancia casual?). China lleva la iniciativa, y
para mentes dementes y sin recatos, puede servir de «modelo» a universalizar,
de acicate, de desencadenante, de cebo: de pirómano a la vez que bombero. La
Propaganda programada habla cada día de cosas
de China, como si tal cosa, a fin de ponerla de moda.
Los
Másteres del Universo no tienen ideología. Ni patria. Ni principios. Ni
escrúpulos. No aceptan acuerdos ni alianzas. Son fanáticos. Creen ciegamente en
su proyecto delirante, porque es suyo y supone la materialización de una vieja
utopía: el Mundo Perfecto hecho realidad. Convencidos como están de ser lo que
conviene para la transhumanidad. Su
objetivo consiste en la dominación total (totalitaria) del mundo, aprovechando
las infraestructuras y «vigencias reinantes» con las que poder avanzar como en
un paseo militar.
¿Sorprendidos
por esta declaración? Max Weber, en la célebre conferencia dictada en 1919, El político como vocación, afirma:
«quien se mete en política, es decir, quien accede a utilizar como medios el poder y la violencia, ha sellado un pacto con el diablo, de tal modo que ya no es cierto que en su actividad lo bueno sólo produzca el bien y lo malo, el mal, sino que frecuentemente sucede lo contrario. Quien no vea esto es un niño, políticamente hablando.»
No
conozco a nadie que acuse a Weber de «conspiranoico».
Si en la política a escala media se acepta dicha caracterización, ¿qué decir de
quienes se meten en Alta Política con relevancia y supremo poderío, con el
propósito, declarado, de cambiar el mundo e instaurar un Nuevo Orden Mundial?
4. Conclusión
La
tremenda crisis global enmascarada bajo la contraseña COVID-19 no es una
pandemia más (acaso ni siquiera pandemia
entendida en términos estrictamente sanitarios), ni un accidente ni un mero contratiempo. Demasiadas coincidencias y
similitudes creíbles entre países muy distintos y alejados geográficamente
entre sí. Demasiada universalidad y sincronización convergentes. Demasiado
globalismo manifiesto; similares protocolos de actuación y hasta eslóganes, en
un mundo tan dividido y «polarizado», en el que ninguna calamidad ni conflicto anterior,
incluso de mayor envergadura que la pandemia
coronada, propició siquiera un simple encuentro diplomático y aún menos un quorum. Demasiado uso de fuerza y
coacción en la limitación de derechos y libertades, para tratarse supuestamente
de un asunto de «salud pública». Demasiadas piezas que no encajan. Demasiadas presuntas
casualidades a escala planetaria.
El
pandemonio devenido tras la declaración de la «emergencia sanitaria», ha adquirido
toda la apariencia de experimento programado de ingeniería social a nivel
global, mediante el que pulsar el estado físico y anímico de la población
mundial (¡nada menos!), la capacidad de reacción y las diferencias en la
respuesta, los rechazos y comportamientos de los anticuerpos y de los renuentes al «Nuevo Paradigma», de todos sin
excepción: los que dan positivo o negativo, los asintomáticos y escépticos, los
apáticos, los patéticos, los que ponen cara de pena y los que pasaban por
allí...
Tampoco es esto nada sorpresivo. Recuérdese
que la actual «emergencia sanitaria» releva (o solapa) a la reciente
«emergencia climática» proclamada a los cuatro vientos, que diríase ha cedido
el paso, la prioridad y el titular mediático a la emergencia con corona, al
haber cumplido su misión de experimento previo, maniobra de distracción. «Emergencias»
que, según convenga, podrán hacerse coincidir, como capítulos de un mismo relato. ¿Será que aquélla ya dio todo de
sí y no tenía liderazgo de altura para mantenerlo vivo por más tiempo? ¿O será
una mutación de la otra? ¿O su telonero?
En
la nueva Gran Parada, con más pompa que circunstancia, han sido movilizados millones
de individuos (antes «ciudadanos»: la tropa en la «Nueva Guerra») con planes de
actuación («protocolos») sospechosamente compartidos y parecidos entre sí, al
tiempo que han sido inmovilizados («confinados», lockdown) en sus casas miles de millones de personas. He aquí una
sobreactuación insólita, fenomenal, que, por presunto azar y en un escenario
aislado, hubiese resultado inaudita. Representado en el gran teatro del mundo,
sin supuestos ensayos ni guión previo, y con todos los personajes repitiendo
similar papel, se me antoja sencillamente inverosímil. Mucho más que una hipotética «conspiración».
Todo
lo cual apunta a una representación
escenificada, minuciosamente calculada y preparada, con un derroche de
medios a la altura de una Nueva Coronación que literalmente ha acaparado toda la
atención y paralizado el mundo, la vida y el trabajo de las personas, pendientes
de las noticias y las disposiciones oficiales, de qué pueden o no pueden hacer
según cada día, petrificados por el pánico ante el televisor, esperando órdenes.
El
mapa de la batalla de Waterloo o el dispositivo organizado en el Desembarco de
Normandía se me antojan un juego de niños en comparación en esta demostración mundial, próxima en
aparatosidad y efectos especiales a la Guerra de las Galaxias.
A
diferencia de las guerras del pasado, el cuerpo de sanitarios no ha ido a la
zaga y custodiando a las tropas del ejército, la Policía, las «brigadas
populares», los voluntarios y los palmeros, sino al revés. La vanguardia del despliegue calculado y
calculador de fuerza política, así como de prueba de pánico y resistencia
social (tanto de individuos como de instituciones), ha venido vestida de uniforme; en esta ocasión: bata blanca,
mascarilla y guantes de vinilo, como elementos básicos. Una cifra alta de bajas
se da por descontada, aunque no llegue a ser contada de verdad. No se ha
sabido, con exactitud, en ninguna guerra. En representación terrorífica,
demasiado realista, todos los personajes en escena interpretan el papel de
enfermos: presuntos, posibles, probables, supuestos, comprobados, curados,
recaídos…
Después
del experimento general aplicado a escala planetaria, vendrán otros, con
distintos nombres y variadas excusas. Hasta que las pruebas previstas hayan
dado el resultado esperado y haya sido anulada toda resistencia, indocilidad, disensión,
desobediencia. La anunciada vacuna (vaya usted a saber su contenido y efectos),
de presumible aplicación obligatoria a toda la humanidad, naturalmente, puede
llegar a suponer la definitiva transformación del individuo en el Nuevo Hombre:
del zombi patente al zombi patentado. Y llegue así el momento de la proclamación
del Nuevo Orden Mundial, la «Nueva Normalidad».
La
Propaganda Oficial afirma una y otra vez que «esto pasará pronto», aplaudiendo la prueba de laboratorio a escala
global. Pues atienda a esto, lector: quien transmita el mensaje, ese será el
traidor…
Se
habla de un periodo de «incertidumbre» en el horizonte. Esto no significa nada
—o sea, miente quien lo diga—, pues todo futuro es, por definición, incierto. Lo altamente previsible es que lo que está por venir («Nueva
Normalidad») será más de lo mismo (lo de antes: ¿«Antigua Normalidad»?), pero,
todavía, con menos vida, libertad y derecho de propiedad privada que antes,
bastiones civilizatorios fatalmente avasallados.
¿Un
plan diabólico? El mejor truco realizado por el diablo fue convencer al mundo
de que no existía y así moverse entre las sombras. Pero, en esta historia,
¿quién es el diablo? Busquen entre los sospechosos habituales.
[i] Para un examen más extenso del concepto de utopía, véase Fernando Rodríguez Genovés, Fiat utopia et pereat, mundus, en la revista El Catoblepas, http://nodulo.org/ec/2002/n003p07.htm
[ii] Santiago
Niño-Becerra, El Crash. Tercera Fase,
Roca Editorial, 2019.