domingo, 20 de mayo de 2012

Y ESO ES LO QUE NOS PASA


Que no sabemos lo que nos pasa: eso es lo que nos pasa. Tal sentencia pertenece, como es público y notorio, a José Ortega y Gasset. Y viene a cuento su citación por la suprema incertidumbre y el pasmo general que nos tienen embargados como nación. Acaso ahí resida una de las claves de la situación de desasosiego en que vivimos. Muchos no acaban de creerse todavía lo que está pasando. 

Unos, porque no le dan importancia a casi nada y viven al día. ¡Carpe diem! Otros, porque su incorregible inclinación o profundo credo les lleva a no perder la esperanza pase lo que pase, estando firmemente convencidos de que todo acabará felizmente. ¡Y luego hay quien todavía se extraña de que florezca en nuestro suelo el denominado «optimismo antropológico»! Y los de más allá, en fin, proclives a la «intrahistoria», encuentran más motivos que nunca para afirmarse en el sentimiento trágico de la vida. Y así, hasta llegar al final. Por lo visto, aquí cada cual aplica la Ley de Murphy a su conveniencia.

El pensamiento hispano siempre ha tenido afición por la abstracción y el concepto, pero sólo afición. En España, nunca se ha distinguido con claridad cuándo se habla de literatura, de ciencia, de filosofía o de política. Quizá por juzgar que todo está mezclado, y en paz. Aunque, en el fondo, bastante conservadores, los españoles, por compensación, tienen debilidad por un intelecto sumido en un totum revolutum. En este sentido, y no sólo en éste, hay razones para pensar que entre nosotros las ideas y las creencias han pasado de la premodernidad a la posmodernidad en un santiamén, sin perder tiempo en detenerse en la modernidad.


No sorprende, por tanto, que sobre este humus crezca una especie de políticos de diseño con ínfulas de pensadores à la derniére mode. Ni que tengamos a toda la nación pendiente de un fino hilo de Ariadna, perdida en el laberíntico paraninfo del Poder, donde con mucha retórica tienen lugar sesudos debates sobre el ser y no ser de España y/o Cataluña y sobre la preponderancia del sentimiento o del juicio en la conformación de la realidad. La población, dicen, vive así pendiente de saber qué «filosofía» es la que mantendrá, finalmente, el término «nación» en el novísimo Estatuto de Cataluña.


No se ría el lector, que la querella tiene su miga: para una facción en liza estatutaria, basta con declamar alto, la voz muy grave, que Cataluña es una nación, para que sin más, lo sea. Que conste, pues, el término de marras donde sea y habrá ocurrido el prodigio. Para la otra facción, es suficiente con hacer público el valor del sentimiento de la «ciudadanía catalana» para tener a la gente contenta. Venga, entonces, el desahogo cuanto antes, que se manifieste y tenga lugar el fenómeno.


Soy, luego existo. Dígase uno a sí mismo, espejito, espejito, varias veces al día: soy rico, listo y guapo, para ver así realizados su ser, su destino y su identidad. La otra alternativa no resulta menos excitante. Siento, luego existo. Anuncie uno públicamente cuál es la naturaleza de su sentimiento y se sentirá como liberado de inmediato. La magia de la cura por el habla. 

Nadie se prive de comunicar sus íntimos afectos para sentirse, por fin, comprendido. Sentido o sensibilidad. Juicio o sentimiento. Como preámbulo, he aquí la cuestión… nacional. Y quizá mañana de todo esto ya no habrá nada.


España, en términos políticos, está en manos de aficionados, de unos aprendices de brujo de corte posmoderno, que han pasado a los apuntes de Deleuze sin haber leído previamente los libros de Descartes. Las facciones discuten estupendamente sobre textos constitucionales y estatutarios tras haberse iniciado a toda prisa en Deleuze, para quien la identidad absoluta del ser y la diferencia es lo que llamamos «sentido».


¿Les suena? ¿Tiene sentido este enredo de diletantes? ¿Alguien entiende lo que pasa? Pues eso es lo que nos pasa.



 Escribí esta columna para el diario Libertad Digital.
Fue publicada con el título «Luego existo», el 31 de enero de 2006. 
Parece que fue ayer. Parece que ayer es hoy..

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