«no es éste, en rigor, un ensayo sobre José Ortega y Gasset, sobre su vida y obra, ni siquiera sobre su teoría de la elegancia
–empresa aún pendiente y que urge acometer más pronto que tarde, como diría, y
de hecho dijo, Ortega–, aunque sí está compuesto intencionalmente desde la
perspectiva orteguiana de lo que significa hacer filosofía en la
elegancia. Ortega no llegó a escribir nunca un libro consagrado a la elegancia
–tampoco a la ética, por otra parte–, y sus referencias al asunto son tan
contadas como dispersas. Pero aun así, y como ocurre con otros ejemplos de su
producción intelectual, lo que sugiere y premedita en tales
huellas patentiza un legado y una promesa de realización muy útiles para
posteriores navegaciones.
Efectivamente,
Ortega anunció un libro sobre la ética y una «meditación sobre la elegancia», y
ninguna de las dos promisiones llegó a materializarse textualmente. Nos
quedamos al fin sin esa prometedora pareja de libros, mas no por ello sería
justo colegir que el filósofo incumplió su palabra, pues la práctica totalidad
de sus textos acoge el sentido pleno de ambas llamadas, que representan, más
que meros llamamientos o invocaciones, la proyección de una genuina vocación.
Cierto, aunque Ortega no escribió expresamente muchas páginas dedicadas a la
elegancia, si las comparamos con el volumen total de su producción, toda ella
sigue el pulso inconfundible de lo elegante.
Reconocemos
una demostración matemática como ejemplar elegante, observa Ortega, cuando
consigue probar un teorema con el menor número de ideas intermedias. Por esta
convicción arribamos al conocimiento del módulo de la elegancia, a saber: «la
expresión más sobria de una máxima potencialidad, de un poder activo y
funcional.» El dinamismo vital se revela en la sobriedad, pero en la sobriedad
bien entendida, no como impostura envuelta en falsa modestia, sino como dechado
de discreción, mesura y compostura. De Ortega podríamos afirmar lo que él a su
vez enuncia del capitán Alonso de Contreras: que tenía una erudición elegante.
En ese sentido preciso y pleno, es en el que advertimos en la escritura de
Ortega un movimiento lujoso y exuberante, relumbrante y magnífico,
característico de la escritura elegante.
Para el
propósito de este libro, entenderemos aquí por escritura elegante, y a cuento
de la filosofía, la exquisita y selecta manera de decir, de comunicar, de hacer
pública, una penetrante meditación sin tener que mudar por ello de género
literario, sin tener, por tanto, que caer en brazos de la Literatura. Se trata,
en consecuencia, de una clase de inspiración –pero también de ejercicio– que
habilita para pensar con bello estilo sin perder las formas, haciendo con ello
posible un pensamiento distinguido, por así decirlo.»
Fragmento de la Introducción del ensayo La escritura elegante. Narrar y pensar a cuento de la filosofía (Alfons El Magnànim, Valencia, 2004).
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