¿Es lícito valorar un producto o algo
sin haberlo percibido antes? Por
supuesto que sí. La mayor parte de juicios y opiniones están basados
en testimonios y fuentes de segunda mano. Nuestra
experiencia y nuestro conocimiento son limitados, y, sobre todo, selectivos. Saber
es saber elegir.
El viejo recurso de reclamar
al crítico (no necesariamente, "profesional") una prueba empírica sobre la que asiente su
estimación todavía cuela y se cuela entre
dimes y diretes, que en eso ha quedado la comunicación humana. Señalo una
burda añagaza con la que Previsores Reunidos S. A. se curan en salud y se blindan
ante críticas, en particular, si no son de su agrado, o sea, “negativas”.
Así actúan los que nunca
han tenido en sus manos un tratado de Tomás de Aquino, pero exigen a los
demás que hayan tocado el género antes de tasarlo. Según esta Summa Dedológica, que intenta
refutar nada menos que el sentido común, la lógica formal y el pensamiento
abstracto, nadie estaría capacitado, por ejemplo, para opinar sobre una
película, si previamente no la ha visto.
Comunica uno su impresión con
sabor a difamación y, tomando la expresión al pie de la letra, es interpelado
de inmediato: “Pero, ¿tú la has visto?”.
Tratándose de un libro, la cosa variaría, aunque no mucho: “Pero, ¿tú la has leído?"
"Entonces, ¿de qué hablas?"
"Entonces, ¿de qué hablas?"
Esta ingenua treta podría servir, si acaso, para promocionar productos
presumiblemente “provocativos” y fachosos, aquellos cuya razón de ser consiste, más que
nada, en dar de qué hablar. Y poco más. Así funcionaría el denominado “boca a boca”, allí donde muerde el
anzuelo y muere el pez.
La vida es breve. Conocer supone ante todo aprender lo legado y verificado, así como saber discernir y seleccionar entre el piélago de cosas que hay y nos rodean. Sin perder el tiempo en lo baladí y en el “si no lo veo, no lo creo”
Según Expertos Reunidos en petit
comité, es vano el creer lo que no ha sido visto, muestra del no saber. Porque,
tomistas o no, consideran de tomo y lomo
que saber y percibir vienen a ser lo mismo. Quien mucho ha tocado se siente
capacitado para sanar con las manos (♫ las manos
mágicas♫). Herederos del pensamiento mágico, ignoran que una crítica competente, lo mismo que un primer diagnóstico
médico, no se reconoce por el ojo que todo lo ve sino por el ojo clínico. A
éste, con una mirada que mucho y bien ha observado, le basta, normalmente, unos
minutos para hacerse una idea ajustada de lo que tiene delante. “¿Y tú qué sabes?”.
No, no visto la gala galana de los Premios Goya ni la última producción de Pedro Almodóvar. Tampoco he
leído la nueva novela de Lucía Etxebarría
y etcétera. Lo confieso. ¿No tengo, en consecuencia, información ni criterio
suficiente para ponderar su sentido y significación?
Me considero más espectador, en sentido orteguiano, que televidente estilo arguiñano, fiel a “Cocina abierta”, “El programa de Ana Rosa” o “Gran Hermano”, si es que los echan aún por la tele, que no los veo...
“Entonces, ¿por qué opinas?”
Me considero más espectador, en sentido orteguiano, que televidente estilo arguiñano, fiel a “Cocina abierta”, “El programa de Ana Rosa” o “Gran Hermano”, si es que los echan aún por la tele, que no los veo...
“Entonces, ¿por qué opinas?”
Tampoco
podría citar de memoria las Obras
Completas de Sabino Arana ni de Prat de la Riba: ¿estoy
negado por ello para poder evaluar el alcance último del nacionalismo vasco o
catalán? Sí he leído, en cambio, a John
Locke, y a otros que me han proporcionado claves, fundamentos y perspectivas
de buen entendimiento. Del filósofo inglés he aprendido, por ejemplo, que el conocimiento brota de dos raíces: la
procedente de la percepción directa y presente de las cosas y la proveniente del
testimonio de los demás. La mayor parte de nuestro saber bebe de la segunda
fuente (aconsejable, que sea fiable y sólida). Claro está como el agua que la deducción y el saber sumar dos y
dos también ayudan mucho.
La
vida es breve. Conocer supone ante todo aprender lo legado y verificado, así
como saber discernir y seleccionar entre el piélago de cosas que hay y nos
rodean. Sin perder el tiempo en lo baladí y en el “si no lo veo, no lo creo”.
¡Qué imágenes tan bonitas! ¿de dónde serán?
ResponderEliminar¿De dónde? De donde vienen los sueños...
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