lunes, 14 de diciembre de 2020

THOMAS SZASZ: EL ESTADO TERAPÉUTICO


 

«Un Estado Teológico se caracteriza, entre otras cosas, por la preocupación de su pueblo por la religión en general y por la herejía en particular. De modo parecido, lo que caracteriza al Estado Terapéutico es, entre otras cosas, la preocupación de su pueblo por la salud en general y el curanderismo en particular. Mutatis mutandis: igual que en una sociedad donde hay libertad religiosa el concepto de herejía pierde su importancia, en una sociedad donde existiera libertad médica el concepto de curanderismo perdería su significación. El absurdo mismo de la segunda perspectiva es una indicación de hasta qué punto confiamos en que el Estado proteja nuestros cuerpos. Es una confianza totalmente análoga a la que nuestros antepasados depositaban en la Iglesia como protectora de sus almas.

Libertad religiosa significa que se es libre de dominación y persecución por motivos religiosos. De modo parecido, libertad médica, quiere decir que se es libre de dominación y persecución por parte de los médicos. Del mismo modo que la primera ha requerido la separación de la Iglesia y el Estado, la otra requiere separar la medicina del Estado.

Si verdaderamente valoramos la curación médica y nos negamos a confundirla con la opresión terapéutica —del mismo modo que los Padres Fundadores valoraban de verdad la fe religiosa y rehusaban confundirla con la opresión teológica—, entonces deberíamos dejar que cada hombre buscara su propia salvación médica y erigiese un muro invisible, pero impenetrable, entre la medicina y el Estado.

No tenemos ninguna religión nacional. Tampoco los rusos la tienen. Pero tanto Estados Unidos como la Unión Soviética (y muchas otras naciones modernas) tienen medicina nacional o medicina reconocida y apoyada por el Estado. Esto corrompe la medicina del mismo modo que en otro tiempo la religión se corrompió a causa de su alianza con el Estado. Aunque la existencia de esta corrupción se reconoce de forma general, su causa suele atribuirse a un defecto en vez de a un exceso de control del Estado. Para que la medicina vuelva a estar al servicio del individuo es de todo punto imprescindible que la protección de la Primer Enmienda se haga extensiva a las artes curativas y se garantice que «el Congreso no formulará ninguna ley con respecto al un establecimiento de medicina o prohibiendo el libre ejercicio de ésta...».

La Primera Enmienda protege la libertad religiosa, pero a los mormones se les prohíbe practicar la poligamia. Dado que actualmente la opinión progresista considera que el tratamiento médico es un derecho, los mormones deberían reclamar diciendo que necesitan varias esposas para su salud mental, más que para su bienestar religioso. Luego, del mismo modo que se dice a los heroinómanos que tienen «derecho» a la metadona, quizá los mormones obtendrían el «derecho» a la poligamia.

La Iglesia de la Ciencia Cristiana niega la enfermedad; la define y percibe como pecado.

La ciencia atea niega el mal; define y percibe el pecado como enfermedad.

En realidad, tanto la enfermedad como el pecado existen y son reales. Con frecuencia los confundimos para confundir a los demás y de este modo controlarlos.

Medignosis: la doctrina de que todos los problemas humanos son enfermedades médicas que pueden curarse mediante las apropiadas intervenciones terapéuticas, las  cuales, si es necesario, se impondrán por la fuerza al paciente. La sucesora «científica» de las formas precristianas y cristianas de gnosticismo; la fe religiosa dominante del hombre moderno.

 

En el Estado Terapéutico hacia el que, al parecer, vamos avanzando, el principal requisito para ocupar el puesto de Gran Hermano quizá sea un título de médico

 

Malos hábitos que se tratan como enfermedades:

El mal uso del alcohol se denomina «alcoholismo» y se trata con Antabuse.

Al mal uso de los alimentos se le llama «anorexia nerviosa» u «obesidad»; la primera se trata con electrochoques; la segunda con anfetaminas u operaciones de derivación intestinal.

El mal uso de la sexualidad recibe el nombre de perversión y se trata con estimulación mediante electrodos implantados en el cerebro y con operaciones de cambio de sexo.

Al mal uso del lenguaje se le llama «esquizofrenia» y su tratamiento es la lobotomía.

 

Terapeutismo: el sucesor del patriotismo. El último refugio –o el primero, según la autoridad que se consulte– de los canallas. El credo que justifica proclamar amor eterno a aquellos a quienes odiamos, e infligirles castigos despiadados en nombre del tratamiento de enfermedades cuyos síntomas principales con su negativa a someterse a nuestra dominación.

 


Vivimos en una época que se caracteriza por una tremenda necesidad de que haya muchísimos pacientes mentales sobre los cuales pueda trabajar el resto de la población, como si fueran productos o cosas, y a quienes puedan apoyar con orgullo aquellos a los que se considera mentalmente sanos. El resultado es el Estado Terapéutico, cuya finalidad no consiste en proporcionar condiciones favorables para la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, sino reparar la salud mental defectuosa de sus ciudadanos. Los dignatarios de tal estado parodian los papeles del médico y del psicoterapéuta. Esta organización da sentido a la vida de incontables burócratas, médicos y personas que trabajan en el campo de la salud mental, para lo cual despoja a los supuestos pacientes del sentido de su vida. De esta manera, perseguimos a millones de seres —por ser toxicómanos, homosexuales, propensos al suicidio, etcétera— mientras no paramos de decirnos a nosotros mismos que somos grandes sanadores y les curamos sus enfermedades mentales. Hemos conseguido cambiar el envoltorio de la Inquisición y la vendemos como un nuevo curalotodo científico.

Que el hombre domine a un semejante es algo tan viejo como la historia; y podemos dar por sentado, sin riesgo de equivocarnos, que es un fenómeno que se remonta a la prehistoria y a nuestros antepasados prehumanos. En todas las épocas, los hombres han oprimido a las mujeres; los blancos, a los negros; los cristianos, a los judíos. Sin embargo, en decenios recientes las razones y justificaciones que tradicionalmente se referían a la discriminación entre los hombres —basándose en criterios nacionales, raciales o religiosos— han perdido gran parte de su verosimilitud y atractivo. ¿Qué justificación tiene ahora el antiquísimo deseo del hombre de dominar y controlar a su semejante? El liberalismo moderno* —que en realidad es un tipo de estatismo—, aliado con el cientificismo, ha satisfecho la necesidad de una nueva defensa de la opresión y ha proporcionado un nuevo grito de guerra: ¡La salud!

En esta visión terapéutico-meliorativa de la sociedad, los enfermos forman una clase especial de “víctimas” a las que, por su propio bien y en interés de la comunidad, deben “ayudar” —de manera coactiva y contra su voluntad si es necesario— las personas sanas, y en especial los médicos que estén capacitados “científicamente” para ser sus amos. Esta perspectiva nació y alcanzó sus mayores avances en la psiquiatría, donde la opresión de los “pacientes locos” por parte de los “médicos cuerdos” es ya una costumbre social santificada por las tradiciones médica y jurídica. En la actualidad, el conjunto de la clase médica parece emular este modelo. En el Estado Terapéutico hacia el que, al parecer, vamos avanzando, el principal requisito para ocupar el puesto de Gran Hermano quizá sea un título de médico.»

 

Thomas Szasz, The Second Sin (El segundo pecado, 1973)

  

Recuérdese que “liberalismo moderno” se contrapone a “liberalismo clásico”, y que “liberalismo” sin más, en la acepción anglosajona (especialmente, norteamericana), es, frente a la tradición continental europea, sinónimo de “izquierdismo político”.



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