viernes, 6 de enero de 2023

CÓMO SALIR DEL LABERINTO EN RED


El hombre contemporáneo recorre su existencia dentro de un laberinto de avenidas, figuras y personajes, pero sobre todo de signos. Acaso también ha vivido bajo esa condición el hombre de cualquier tiempo y lugar a lo largo y ancho de la Historia. Pero, hay diferencias a la hora de darse y percibirse tales circunstancias, que en lugar de hacer oponer los signos, haciendo de ellos entes inconmensurables, irreconocibles y extraños entre sí, los sitúa en un mismo prisma significativo y comprensivo: el de sus respectivas contextualizaciones.

Nuestra época no presenta, en rigor, unos síntomas completamente novedosos con respecto a los acaecidos en tiempos pasados, si bien muchos de ellos se han visto acentuados a partir de una pujanza factual que urge identificar, determinar y comprender; aunque ya disponemos de algunas señales notorias: la digitalización de la información y la comunicación, Internet, las nuevas tecnologías. La humanidad ha asistido desde sus primeros días a un desfile imparable de mixturas, cruces y traslaciones, que incita a la perplejidad y el asombro. Mas, ¿acaso el saber racional no surgió en la Antigua Grecia como respuesta a la thauma, o sea, a la combinación de sorpresa y angustia que acompañan a la irrupción de lo ignoto?

Ciertamente, el hombre contemporáneo transita por una era de desfragmentaciones, deconstrucciones y «cubismos conceptuales» sin tregua, generando en él no sólo la natural desorientación, sino a veces también algo más inquietante: la autocomplacencia. Se topa uno así con misceláneas desconcertantes que exhalan oxímoron, a saber: «abstracción sensible», «música atonal», «arquitectura flotante»,  «realismo mágico», «ciencia ficción», «inteligencia emocional», «corrección política», «distanciamiento social», «nueva normalidad» y otros juegos de oposiciones concebidos como misterios de la mente oscura, cuando no como hallazgos ingeniosos o excentricidades chispeantes con mala sombra. Bajo esta persuasión, afloran la exaltación de la complejidad y la diferencia, el emocionalismo y la doblez, la empatía y la otredad, el «todo vale», el empuje del localismo frente a la globalización, la «lógica de apocalipsis» contra la «lógica de la analogía». En fin, la neta provocación y la pura/impura transgresión que llegan incluso a servir de argumento suficiente con el que acreditar saberes sabrosos que se comen con los ojos, nombramientos y decretos gubernamentales mordaces o pomposos discursos vacíos.

Urge comprender —o mejor, descifrar desde el humano lenguaje simbólico y el pensamiento abstracto— los signos y las señales que caracterizan nuestro tiempo, asumiendo para ello la doble tarea de «descomposición y recomposición», lógica e histórica, a fin de percibir las complejas composiciones del mundo contemporáneo, cotejándolas, por ejemplo, con modelos pretéritos. Las posibilidades simbólicas albergadas en los mitos intemporales de las dos heroínas clásicas que dan título a un ensayo ejemplar publicado en el año 2004[1] son allí felizmente aprovechables, mixturizando rigor analítico y brillantez expositiva, a la vez que mostrando cómo en nuestra vigente cohabitación en red la super-vivencia no pasa ya por la táctica de salir del laberinto desenvolviendo (des-en-red-ando) longitudinalmente el ovillo de Ariadna, sino convirtiendo en ciencia y arte la labor de Penélope, tejiendo y destejiendo las redes y mixturas cotidianas que envuelven al hombre de hoy.

Mientras variados foros discuten —un tanto ociosamente, la verdad— si otro mundo es posible, a muchos no les queda tiempo para cuestionar si este mundo es sencillamente comprensible. Y, para sorpresa de muchos, diríase que lo es. Por medio de una labor de «montaje» (edición) y de «pegamientos» es factible introducir elementos de orden y jerarquización, de síntesis y precisión, en un escenario saturado, con sobredosis de información, carente de filtros, tamices y matices, pero repleto de pistas falsas, propaganda encubierta y callejones sin salida.

El laberinto en red en que el hombre contemporáneo está encerrado precisa de un destilador diferencial e integral, un haz relacional de referencias y entradas con salida, con los que asegurar una visión de la realidad que no quede pulverizada en miles de golpes de luz (y de efecto) o en millones de átomos y de bits que se pierden en el infinito de la simple retórica. Es, pues, preciso sustituir el caos sígnico por el universo simbólico que permita iluminar la complicada trama de la comunicación humana, y no quedar así atrapados en la red. Misión complicada, mas no imposible, pues recuérdese que la red también nos salva de peligrosas caídas.



[1] Fernando Zalamea Traba, Ariadna y Penélope. Redes y mixturas en el mundo contemporáneo, Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2004, Nobel, Oviedo, 2004. El presente texto es una versión actualizada y reducida de la reseña del libro publicada en Revista de Occidente, Madrid, nº 296, enero 2006, pp. 149-151.

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