¿Cómo
denominarlos? Me refiero a aquellos que articulan el discurso político e
ideológico por medio de una defensa
rabiosa de los pobres (así, en bloque, indefinidamente), de los
desposeídos, los oprimidos, los miserables, los descamisados, los parias de la
Tierra. Semejante baluarte defensivo, en su rabia y violencia, acaba
revelándose, a la postre, como lo que es: un
profundo aborrecimiento, una inocultable repugnancia, un odio traicionero, a todos
aquellos que dicen amparar. El presumido afecto y desprendimiento hacia el
desventurado y el menesteroso que exhiben tales sujetos no llega nunca hasta el
punto práctico de «ponerse en su lugar» (en el del pobre, digo), de desvivirse
por ellos, no importa que sostengan en público lo contrario.
¿Cómo
denominar, insisto, a quienes hacen bandera política, ideológica ¡y ética! del estatus
de «pobre», a quienes usan a los desdichados como mero subterfugio y excusa al
objeto de mantenerles en su sitio, y ellos en el propio? ¿Cómo llamar, insisto,
a quien niega al pobre la condición de
sujeto moral, de persona libre y responsable de sus actos, e incluso hacen
del infortunado un arquetipo: vago, paniaguado, bandido, ladrón, ¡incluso
terrorista!, por el hecho de ser pobre y nada más, y por ende un héroe, un
justiciero, un emblema para la Causa, una consigna, una víctima del Sistema?
Sea como fuere, lo que esos tipos, como se llamen, no perdonan jamás del pobre es que
su más ferviente anhelo sea mejorar en la vida, y si, es posible, con suerte y
esfuerzo, hacerse rico. He aquí un propósito temerario (egoísta, burgués,
reaccionario, según la jerga al uso) que millones de personas han pagado con la
tiranía totalitaria y aun con la propia vida.
¿Cómo llamarles, en fin? Los llamaré aquí, para entendernos, «pobresistas». Resulta que los pobresistas quieren mucho a los pobres Los quieren tanto que
aspiran a que sigan siéndolo toda la vida. Los quieren para sí mismos, como
sirvientes, como argumento de
melodrama social y neorrealista; para que les sirvan y les sirvan de coartada
política. Los toman como escudos humanos. Los muy miserables...
Fragmento reescrito para el blog de un artículo más extenso que publiqué, bajo el título de El pobre, el progre y la moral, en la revista El Catoblepas, número 61, marzo 2007, pág. 7
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