How
much do you believe about the cat people?
Línea de guion de la película Cat People (1942. Val Lewton/Jacques
Tourneur)
Las
distintas lenguas en el hombre han recogido en su haber múltiples formas de
saber, tanto del teórico como del práctico. En éste destacan los dichos, los
proverbios, los adagios y demás expresiones de lo que suele caracterizarse como
«sabiduría popular». Me interesa, para el objeto del presente texto, reparar en
uno de ellos en particular: «La curiosidad mató al gato», según recoge el
refranero en español.
Dícese
del gato que es animal curioso de observar…, que, en su naturaleza depredadora,
no deja espacio ni hueco sin escudriñar. Todo llama su atención, y no se corta
un pelo (tiene de sobra, dejándolos de muestra aquí y allá) a la hora de
meterse donde no lo llaman; no confundir la hora del lobo con la hora del gato.
Este afán escrutador es susceptible de provocarle más de un susto, cuando se
adentra en terreno peligroso, jugándose incluso la vida, sea con mil peleas fratricidas,
callejeras o campestres, sea al ser descubierto por quien no desea su compañía
o es supersticioso de primera fila, más aún si el felino se cubre con pelaje
negro. Acaso por ese motivo riesgoso, se dice también del gato que tiene muchas
vidas, dada su facilidad para perderlas. Observo en esta conducta
circunstancias y enseñanzas que van más allá de la ciencia etológica,
interesando y mucho a la filosofía moral.
Ocurre
que los refranes suelen contener en sus palabras enseñanzas prácticas, cuando
no moralejas. En este caso juzgo que la reflexión penetra directamente en la
consideración sobre la naturaleza y el sentido del saber humano. El hombre,
como el gato, es animal curioso, el cual tiene una tendencia natural a saber;
no por casualidad ha sido definido como homo
sapiens. El hombre sabe cosas porque necesita saber (de ahí la técnica),
pero también porque desea saber (de ahí la ciencia y la filosofía), saber por
saber, pues el desconocimiento de lo que acontece le provoca angustia y zozobra
(he aquí el sentido y significado de la thauma).
Sucede, con todo, que el saber precisa de una razón suficiente para activarse y
unos límites donde frenarse. De lo contrario, corre el riesgo de sumar a la
angustia y la zozobra la ansiedad y el desasosiego.
No
todo lo que es posible conocerse es dado conocerlo. La extremosidad de la
curiosidad y la indagación no provechosa se traducen en fisgoneo, merodeo,
indiscreción, entrometimiento, impertinencia, intromisión, inquisición, fiscalización,
empacho informativo y, ay, tantas cosas más que van creciendo, cada día que
pasa, en la denominada «sociedad de la información» o «sociedad espectáculo» en
la que vivimos descaradamente. Esa clase de sociedad querida por la llamada
«élite», tanto o menos que por la masa, pasa por ser transparente (la glasnost escotada y descocada), y luego
pasa lo que pasa: ha acabado en el espacio transhumano dominado por el GranHermano y la Inteligencia Artificial.
La ciencia y la técnica contienen por definición un poder expansivo ilimitado. Una vez ha dado un paso al frente y lo ha afianzado, no hay vuelta atrás. Las novedades que produce o provoca llegan para quedarse: de ahí su gloria y esplendor, pero también su miseria y peligro. Con el auge de las «nuevas tecnologías», no hay pregunta sin respuesta; es más, incitan a los tele-individuos a no morderse la lengua ni a mirar hacia otro lado.
Pregunte, pregunte, usted lo que quiera saber: el
oráculo robótico-posmoderno saciará su hambre de
saber y de curiosear
Hoy,
es posible entretenerse y husmear sin ningún tipo de complejo ni apuro, pues la
privacidad, la intimidad y la propiedad privada son cosas del pasado. El
tele-individuo cree haberse convertido en un sabelotodo, pasando a la historia
como el hombre que sabía demasiado. El sujeto curioso se hace la ilusión de
tener todo bajo control, con sólo darle a una tecla del ordenador o pulsar con el dedo la pantalla del teléfono móvil, cuando, en realidad, él no es más que
sujeto sujetado, controlado hasta el milímetro de su ser y estar.
La
curiosidad mató al gato por rastrear y hurgar sin contención, por instinto,
impulsado por una fuerza animal a tomar posesión del territorio, donde no
existe ningún cartel de «Prohibido el paso» ni paseos o pasajes restringidos.
Tampoco sabe leer. Mas, algo similar le sucede al hombre curioso, atragantado
por una copiosa sopa de letras que devora sin dejar de mirar la pantalla, la
ventana indiscreta de la nueva realidad deconstruida. He aquí la nueva
naturaleza de la cat people, carne de
neurosis, ansiedad y ignota desinhibición.
El
«ogro filantrópico», del que habló Octavio Paz a finales de los años setenta del
siglo XX, adquiere hoy otra perceptible apariencia: la del gigante Polifemo,
cíclope de enciclopedia con un poderoso ojo escrutador, que todo lo ve. Polifemo:
ogro feroz que apacienta ovejas y devora hombres; lo mismo hace el ogro
filantrópico, si bien éste adula a la masa y la engaña con mil encantamientos,
de los que no es consciente.
En
la mitología griega, Ulises y sus hombres forman un grupo de resistencia al
ogro voraz. Más que curioso o iluso, Odiseo es astuto, tiene genio benigno, es
estratega y capaz de resolver problemas mediante el buen uso de la
inteligencia. Entonces, había héroes, como Odiseo o David que venció a Goliat.
Eran tipos valerosos y decididos, capaces de cegar el ojo del Gran Hermano,
anular su poder y dejar la pantalla en blanco. Pero, ay, hoy ya no quedan
héroes…