«Empatía»
es un término utilizado preferentemente en psicología social, de uso muy corriente
y de gran aceptación entre profesionales en la materia y público en general.
Protagonista principal en los medios de comunicación, suele esgrimirse para
abanderar «causas» y fines que, más acá de la cavilación propiamente
informativa, intelectual, científica o filosófica, se pierden en el más allá de
particulares intereses ideológicos y políticos. Por ejemplo, el reclamo de la
solidaridad y la fraternidad en detrimento de la responsabilidad individual y
el autorrespeto; la expansión de lo público y la intervención en la vida de las
personas, la socialización y la participación ciudadana, como forma de criticar
y contrarrestar el individualismo, la autosuficiencia y el amor propio; el
fomento, en fin, de la dependencia del otro en perjuicio del crecimiento
personal y la competencia.
Como consecuencia, el
vocablo «empatía» va, por lo general, acompañado de un fiel escudero, un
cómodo adjetivo con alma de comodín y propensión reparadora, salvífica,
redistributiva, un epíteto, por encima de todo, muy simpático…. y muy «social». Conclusión: la empatía es
social, o no es; la sociedad es empática, o no es. He aquí la cuestión. He aquí
lo vigente. Veamos ahora lo consecuente. […]
La apoteosis de la «empatía social» implica diluir la responsabilidad individual en un
magma de arriesgada indeterminación y confusión. Los atributos principales
de la ética son la libertad y la responsabilidad. Pues bien, ambas son, en
puridad, personales e intransferibles.
Mucha
gente, preocupada en exceso por los demás, se ocupa poco de sí misma. He aquí un auténtico problema social.
La solicitud para con los demás, la presunta defensa en su nombre de los
derechos de otros sirve a menudo de pretexto para hacer dejación de los propios
deberes y responsabilidades. La culminación y el remate de tal actitud conduce,
intencionalmente o no, al cinismo social, actitud que podría sintetizarse en la
siguiente máxima justificativa: «ya hago bastante con decir a los demás qué
deben hacer para además tener yo también que hacerlo». He aquí un serio problema político; pensemos, verbigracia, en el
alarmante fenómeno de la corrupción en las sociedades. Según reza un viejo
adagio, que conserva toda su fuerza y actualidad, los hombres deben practicar
con el ejemplo. Y es que no es sabio ni prudente —ni modélico— sacudirse los
problemas de encima para pasárselos al vecino o al que venga detrás… […]
Fomentar una adecuada educación social consiste en enseñar a
que cada cual desempeñe un papel productivo y beneficioso en comunidad, y a
hacerlo lo mejor posible. Para lograr este fin, es asunto principal el
desempeño de las propias acciones y obligaciones. En cualquier caso, la
practicidad de la empatía sólo tendría sentido y aplicación en un ámbito
reducido de los individuos: familia, amigos, pequeña comunidad. Concebido en un
sentido universal, ilimitado, se me antoja un propósito irreal e ilusorio. El
prójimo real y efectivo, bien entendido, es el próximo.»
Reproduzco en esta entrada algunos fragmentos de mi ensayo La ilusión de la empatía. Ponerse en el lugar del otro y demás imposturas morales.
Puede adquirirse aquí.
Ilusión la que me ha hecho a mí encontrarme con tu libro, pensé que estaba solo en esta batalla contra la locura.
ResponderEliminarPor supuesto que compraré tu libro, lo enlazaré y recomendaré todo lo que pueda.
Aquí tienes mis opiniones al respecto de esta estrategia de licuar cerebros:
http://santiagofbarrero.wordpress.com/category/empatia-2/
Un cordial saludo y a tu disposición
Santiago
Gracias, Santiago, por tu amable comentario. Pues sí, me complace saber que no estoy solo en esta pugna dialéctica con la empatía que, en efecto, ha invadido todos los espacios. He ahí el motivo de mi libro: desmontar tal artificio y poder respirar. Lo curioso del caso es que mucha gente se toma las críticas a la empatía como un asunto personal... Esto hace el asunto mucho más serio.
EliminarMe gustará conocer tu opinión de mi libro. Házmela saber, por favor.
Saludos
El hecho de que se tomen a título personal cualquier ataque contra la empatia, es porque se ha convertido en un tremendo negocio sobre el que se sustenta la falacia de un imposible: que la emoción pueda ser inteligente.
ResponderEliminarMe pongo manos a la obra con el libro aunque, si me permites, te doy la enhorabuena de antemano.
Un saludo
Gracias, Juan José, por tu gentil comentario. Creo que la clave del asunto ya las señalado tú: la falacia (u oxímoron)"emoción inteligente"; o "inteligencia emocional". Tanto monta...
EliminarConozco bastantes personas no implicada directamente en el "negocio" de la empatía que se enojan igualmente cuando criticas la noción. Eso informa de que el mensaje empático ha calado hondo en la gente.
Un cordial saludo
Creo que incluso a nivel cercano, la empatía entendida como ese "ponerse en el lugar del otro" es imposible como fenómeno psicológico.
ResponderEliminarHace un par de años escribí precisamente un artículo con ese título:
http://www.autismoaba.org/contenido/en-el-lugar-del-otro
ahí desgrano con un ejemplo esa imposibilidad y por qué.
Nótese que empatía significa también la "capacidad de reconocer emociones en otros", más que "ponerse en el lugar del otro".
Trataríamos aquí fenómenos diferentes, el primero totalmente posible, el segundo no.
Un saludo y enhorabuena por el libro.
Trataré de hacerme con él.
Gracias, Jorge, por tu amable comentario. Fíjate, si por empatía se entendiese, por lo general, la "capacidad de reconocer emociones en otros", no estaríamos hablando del fenómeno social ni del gran montaje que lleva detrás dicho término. En el ensayo voy más allá y señalo las diferencias entre la necesidad de "entender al otro" y el absurdo de promover el ponerse en su lugar, esto es, la ilusión de la empatía...
EliminarTambién yo intentaré hacerme con tu artículo.
Gracias de nuevo y un cordial saludo.
Efectivamente, esa capacidad de reconocer emociones en otros no es proximal. Basta con ver cómo nos puede emocionar la actuación en una película o un suceso en cualquier parte del mundo.
EliminarPor otro lado, fenómenos básicos de conducta como es por ejemplo un condicionamiento clásico, no se puede entender si no es para el individuo concreto.
Cada uno tenemos nuestras propias experiencias y es desde ese conocimiento que nos acercamos al del resto. El lenguaje permite pronunciar frases como ese "entender al otro" sin que por ello tenga visos de realidad alguna.
Las experiencias personales son únicas, intransferibles y con una dinámica de cambio constante. El ponerse pues en el lugar del otro efectivamente es un imposible por mucho que lo intentemos y conozcamos con todo detalle las vicisitudes de la persona.
Me complace mucho, Jorge, leer tus razonamientos, los cuales comparto. Llegué a pensar que estaba solo en esto de la empatía.
EliminarCreo que el sentimentalismo se ha apoderado de gran parte de la vida política, social y cultural de la sociedad de nuestros días, con graves consecuencias. Esto hace que se confunda muy a menudo el proceso emocional y el intelectual. Y que se olvide, en fin, que el pensamiento es abstracto, caramba...
Saludos