José Vicente Pascual, La Hermandad de la Nieve, Evohé, Madrid, 2012
El título de un libro es, en pocas palabras, su carta de
presentación o tarjeta de visita. Resulta vital que las presentaciones se hagan
correctamente, de modo que uno no confunda las identidades, de manera que pueda
reparar en los nombres propios (de las personas, entidades y cosas), y así tenerlos
presentes, a fin de que el título, digo, atrape y seduzca desde el principio,
nada más verlo, al lector, que es el visitante de las páginas del libro. Conozco
algunos casos en libros de amor a primera vista. El que ahora centra nuestra
atención es uno de ellos.
La
Hermandad de la Nieve es credencial y rúbrica a la vez, la memoria
viva de una comunidad escrita por el tercer miembro del gremio que lleva tan honroso
tratamiento, una congregación fraternal que a lo largo de tres generaciones se
gana la vida, la hacienda y la dignidad trajinando con el frío cuajado en las
altas cumbres nutridas por la borrasca. Estos hombres audaces suben a la sierra
nevada con el bizarro empeño de arrancar a la montaña mágica el blanco manto
que la cubre, para a continuación bajarlo a la ciudad. Allí se convierte en
mercancía, en el pan nuestro de cada día del laborioso porteador, así como en
frío manufacturado que compra el vecino de la villa para conservar alimentos y
bebidas, manteniéndose así entero, sano y fresco el cuerpo de la ciudad y sus
habitantes.
En la presente obra, el lector encontrará el libro de
familia de un linaje de neveros que es también la memoria de una relevante
época histórica, como acaso todas lo sean. Siglo XVI. España reconquista su
propia materia y forma, tras derrotar y expulsar al moro de Granada, donde los
Católicos Reyes dan fe de la victoria. Han sido siglos de contienda y lucha por
la existencia, el patrimonio nacional y el honor de unos pueblos que desean
reunirse en un mismo y unitario destino. Leyendo esta aventura llega uno a
participar de una experiencia intensa y emotiva, aquella en la que la épica y
la lírica, la elegía de una mancomunidad de neveros, se hermana con el destino
de una nación, España.
Los amores y los desamores, los abrazos y las estocadas, los
lances y las lanzadas, las fidelidades y las traiciones, los ocios y los
negocios, los tratos y los contratos, los grandes asuntos humanos, en fin,
parecen aquí involucrarse de manera nada forzada con los acontecimientos de una
nación en marcha. La familia de Bayos, la Hermandad de la Nieve y España forjan
al tiempo su ser y existir, empeñados en no sufrir merma en su linaje,
ascendencia y futuro, en sus bienes, credos y creencias.
La historia se hace a base de gestas, pero también de gestos, de acciones cotidianas realizadas por gente corriente, pero no necesariamente—como tanto suele repetirse—anónima. El resto, lo no contado, es silencio, misterio como el que envuelve a la Mujer que no Dice su Nombre, aunque todos lleguemos a comprender, aun sin declararse, cuál es: el arcón que contiene el arcano, la memoria de un pueblo tras la morada. Para que el decurso y el discurso de los hechos no se pierdan en la noche del olvido, para eso está el bardo, el trovador, el narrador, a la sazón, miembro de la familia.
La historia se hace a base de gestas, pero también de gestos, de acciones cotidianas realizadas por gente corriente, pero no necesariamente—como tanto suele repetirse—anónima. El resto, lo no contado, es silencio, misterio como el que envuelve a la Mujer que no Dice su Nombre, aunque todos lleguemos a comprender, aun sin declararse, cuál es: el arcón que contiene el arcano, la memoria de un pueblo tras la morada. Para que el decurso y el discurso de los hechos no se pierdan en la noche del olvido, para eso está el bardo, el trovador, el narrador, a la sazón, miembro de la familia.
Henos ante un perfecto ejemplo de cómo armar debidamente un
libro dentro de un género —poliédrico y vasto, no pocas veces también
bastardeado— como es la novela histórica. Porque el caso es que la clave de
bóveda de una lograda novela histórica reposa en una circunstancia principal:
más que de contarnos la historia, se
trata de contarnos, ante todo, una
historia. No pocos libros impresos bajo dicho epígrafe son compuestos a modo de
ensayos o tratados camuflados de historia, aunque, eso sí, adornados por un
ligero y tenue relato, a menudo con una función más de pretexto de que texto
principal. En La hermandad de la nieve
el bosque (la crónica de los acontecimientos) no impide ver los árboles (la aventura
de los personajes), sino que los envuelve y cobija; no los ahoga, sino que,
junto a ellos, crea su propio oxígeno.
Ya lo ven ustedes. La
hermandad de la nieve es el noble y luminoso título de la última novela,
hasta la fecha, publicada por José Vicente Pascual, tan curtido en el oficio como
los héroes del libro en el suyo, tan contumaz, tan leal a la tradición, como ellos.
Empezamos bien, ¿no les parece? La trama de la novela, lo que viene tras el
encabezamiento es un cuerpo de texto que el lector tendrá que descubrir por sí
mismo. Sin revelar nada del contenido, sí adelanto que encontrará,
ciertamente, páginas impresas negro sobre blanco, pero, sobre todo, palabras
expertas y hermosas que visten las hojas cubiertas de níveo elemento, huellas
sobre el camino de nuestra historia, que dan cuenta de una travesía literaria
apasionante y conmovedora, tan blanca y pura como la nieve, tan dura como el
hielo, tan real como la vida misma, tan imaginaria como la memoria.
Lo tengo pendiente de leer pero cada vez estoy más impaciente a la vista de tantos halagos.
ResponderEliminarSaludos.
Desde luego, la novela es más que recomendable.
EliminarSaludos