miércoles, 28 de septiembre de 2011

AIRE. ARIA. ARIODANTE




Ariodante de G. F. Handel es una de mis óperas favoritas. Y de Ariodante, si tengo que elegir un aria, esa aria es «Dopo notte, atra e funesta». Preferentemente, interpretada por Magdalena Kožená y la Orchestra Barocca de Venecia, dirigida por Andrea Marcon

Dopo notte atra e funesta,
splende in ciel più vago il sole
e di gioia empie la terra.

Mentre in orrida tempesta
il mio legno è quasi assorto,
giunge in porto e 'l lido afferra.

La versión que reproduzco fue grabada en Bruselas, año 2007.



sábado, 24 de septiembre de 2011

AQUEL PASEO DE VALENCIA AL MAR


Foto: grandesvias.blogspot.com
Lo recuerdo muy bien. Corrían los años sesenta del pasado siglo. Algunas mañanas primaverales, soleadas como las que iluminan la ciudad de Valencia en la estación previa al verano, algunos domingos matutinos, con un cielo blanco de harina y brisas de azul marino, mi padre me llevaba a caminar por el Paseo al Mar 
 
En aquellos años todavía nadie hablaba del «Passeig de València al Mar». Tampoco del «Camino-Paseo de Valencia al Mar», proyectado por el arquitecto Casimiro Meseguer a finales del siglo XIX con el fin de trazar el eje Este del plan general de Ensanches de la ciudad: tres kilómetros de gran vía urbana que uniría sin obstáculos el jardín de Viveros con los poblados marítimos. Valencia de cara al mar. Ese era el plan.
Nadie empleaba entonces el rótulo «Avenida de Blasco Ibáñez» para referirse a un Paseo que ha quedado inacabado, como el cuerpo de Ricardo III según William Shakespeare, igual que una calle mayor sin salida, sin finalizar, cual cul de sac. Fatal ironía, o acaso malvada argucia, la de quienes promovieron el uso del nombre de don Vicente en vano, a modo de suplantación que hiciese olvidar la idea y el nombre originales. Semejante trampa nominalista trataba de desfigurar el verdadero propósito, a saber, que la gran calzada llevase directamente hasta el templete neoclásico, con vistas al mar, del autor de Arroz y tartana. Por entonces, apenas nadie escribía «El Cabanyal» para referirse a El Cabañal.
En la primera sección de la arteria, que debía verter el flujo urbano de una Valencia renovada al Mediterráneo, estaba construyéndose aquellos días la Ciudad Universitaria. Daba gusto deambular por las anchas aceras y recoletas avenidas que tanto necesitaba la ciudad, encerrada todavía en la ronda de Tránsitos, viviendo de espaldas al mar. Las nuevas Facultades de Medicina, Derecho y Filosofía y Letras, entre otras, pronto acogerían a estudiantes y profesores, preparando así las primeras promociones de licenciados.
Paseo Valencia al Mar, años 50

Mi padre, austero y sobrio, como los nacidos en las altas tierras de Albarracín, señalando hacia el Este, no me prometía aquello de «algún día, hijo mío, todo esto será tuyo». Su anhelo era más modesto: que algunos de esos centros de estudios superiores le dieran hijos universitarios. Como así ocurrió, en efecto. Yo no soñaba entonces ni en grandes posesiones ni en títulos académicos. Sólo miraba hacia el mar sabiendo que estaba allí a lo lejos, aunque tan cerca. También alargaba el brazo, deseando tener la mar a mano.
Hoy mi sueño, y el de una ciudad que no tenga cegada la magna puerta al mar, sigue sin hacerse realidad. El Paseo ha avanzado bastante desde aquellas fechas y ya casi lame la playa, pero, ay, continúa frenado en el barrio de El Cabañal. Un barrio marítimo convertido en barricada por políticas obstruccionistas y, según dicen, conservacionistas del patrimonio cultural de la zona.


Las calles de El Cabañal declaradas así «de valor histórico y cultural», a causa de la paralización del proyecto, van a conservarse, sí, pero como un poblado de chabolas, viviendas abandonadas, solares y basureros. Aún hoy, al término de la Avenida de Blasco Ibáñez, en Valencia hay un escenario de cañas y barro, una Habana Vieja como la Cuba de los Castro.

Todavía mantengo el sueño, que el Paseo que va dar al mar, no sea el morir de un proyecto vital para la ciudad de Valencia.

Avenida Blasco Ibáñez desde el Jardín de Viveros hacia el mar

El Cabañal interponiéndose en el trazado del Paseo de Valencia al Mar
Ilustraciones tomadas de despuntes, el blog de saez+vigueras_arquitectos


jueves, 22 de septiembre de 2011

LOS INDIGNADOS Y LOS CABREADOS



Los españoles están divididos en dos grupos: los indignados y los cabreados. Un fraccionamiento más. Una separación visceral y primitiva, inmemorial, de la que resulta difícil acostumbrarse, que emerge a la menor ocasión. Ahí está el célebre cuadro de Goya, Duelo a garrotazos, para que no nos olvidemos de la memoria... histórica de España.

Y si no, para eso ha pasado José Luis Rodríguez Zapatero por el Gobierno de la Nación: para alentar todavía más la riña y la lucha fratricida, el enfrentamiento entre ciudadanos y Comunidades Autónomas, en las propias familias, entre trabajadores y empresarios, entre el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo, entre las regiones secas y las húmedas, entre empleados y parados, entre la izquierda y la derecha, entre hombres y mujeres, entre creyentes y no creyentes, entre taurinos y antitaurinos, entre fumadores y no fumadores, entre los míos y los otros. Para compensar, en política exterior, se ha impulsado la Alianza de Civilizaciones.

José Luis Rodríguez no sólo deja una España en quiebra económica, rota y empobrecida, tercermundista y estancada, desacreditadas las instituciones públicas, humillada y envilecida, enfangada en la corrupción y la golfería, noqueada por la desmoralización y la desesperación general. Por si esto fuera poco, Rodríguez Zapatero ha legado a la posteridad (que será prolongada...) una nación furibunda y arrebatada. Soñaba con hacer de España una España roja, y, en efecto, le ha sacado los colores de la vergüenza a un país inflamado por la ira. Una nación que pugna entre sí hasta en la forma de estar irritado: la indignación o el cabreo.


Los «indignados» braman contra el Sistema y el capitalismo, los bancos y los mercados, los «especuladores» y los inversores en Bolsa, atacan las Administraciones Autonómicas gobernadas por el Partido Popular, denuncian los ajustes y los recortes en el gasto público, quieren más funcionarios y más empleo público, exigen más impuestos, más deuda pública y más déficit público (o sea, más «políticas sociales» y más políticas ¡públicas, públicas, públicas...!), piden menos Papa y más patata frita, menos Vaticano romano y más calamares a la romana; no piden, en realidad, un puesto de trabajo sino un subsidio o, ya puestos, una pensión. 


Los «cabreados», por su parte, están hartos de socialismo y de corrupción, de mamandurria y bribonadas, hastiados de pagar impuestos y tasas, colmados de canon y otros arrebatos recaudatorios, empachados de «brotes verdes» y de la vida cotidiana pintada de color rojo, de Autonomías y separatismos, cegados por la «luz al final del túnel» y el cuento de nunca acabar, empachados de Ideología de Género, exasperados ante tanto «jeta» y tanta «ceja», aplastados por la presión de incontables Administraciones y un inacabable despilfarro con sello oficial.

Los indignados, añorando la República gritan en la calle «No pasarán»; como además son muy feministas y odian la economía de mercado, entonan el Himno de la prima de Riego. Los cabreados, antes conocidos como los «crispados», dudan entre cantar un Réquiem por España o rezar una Salve. Lo mismo de siempre.

Algún optimista podría afirmar que siempre nos quedará el consuelo de los éxitos deportivos españoles, y, a la cabeza de todos ellos, el fútbol y nuestra Selección Nacional.

―¡Nada de «Nacional»! ¡«La Roja»! ― ruge una voz a la izquierda.

¿Lo ven? Ya empezamos de nuevo. No nos ponemos de acuerdo ni en darle nombre a esa fuerza y esa garra con la que nuestros muchachos ganan títulos internacionales espoleados por la «Furia española».

 

viernes, 16 de septiembre de 2011

EL VIAJE DE ARTEMIDORO




Luciano Cánfora, El viaje de Artemidoro. Vida y aventuras de un gran explorador de la antigüedad, traducción de Alejandro Pradera, La Esfera de los Libros, 2011, 352 páginas


Aunque la trama de este asunto pueda evocar aventuras novelescas, libros de viajes e indagaciones detectivescas, debe advertirse que nos hallamos ante un riguroso y meticuloso trabajo de investigación, de interés preferente para estudiosos y lectores familiarizados con la historiografía, la geografía y las lenguas clásicas.

Luciano Canfora,  (Bari, 1942), filólogo clásico e historiador italiano, es profesor en la Universidad de Bari y colaborador habitual del Corriere della Sera. Entre sus numerosos libros, traducidos a varios idiomas, cabe destacar: Storia della letteratura greca, Noi e gli antichi, Il papiro di Dongo, Explorar la libertad: el mito que ha fracasado, Ma come fa ad essere un papiro di Artemidoro (en colaboración con Luciano Bossina), Il papiro di Artemidoro, La storia falsa, y los recientes La biblioteca desaparecida, La natura del potere y La prima marcia su Roma.

A las dificultades y carencias propias de los trabajos y los días del historiador (del paleontólogo, del lingüista, del arqueólogo) en la tarea de exploración y pesquisa de datos, se unen, más veces de las deseadas, obstáculos extraordinarios, características de un informe policial o de un acta notarial. De la obra de muchos autores del pasado tenemos noticia por vía indirecta, por referencias de otros autores que los citan o a ellos remiten la fuente de determinada noticia, y cuyos textos sí son conocidos. Sucede asimismo que quienes se valen de dichas fuentes, no siempre lo atestiguan convenientemente, o lo confiesan. Para mayor escarnio, tampoco faltan casos de documentos plagiados y aun de textos falsarios, tenidos por originales, cuando son, por el contrario, meras falsificaciones.

Circunstancias de esta naturaleza convergen en el extraño caso de la opera magna y del «papiro» de Artemidoro de Éfeso, «aquel notable efesio entre el final del siglo II y el siglo I a.C.» (pág. 22). De ambos aspectos trata el ensayo El viaje de Artemidoro, firmado por el prolífico investigador italiano Luciano Canfora, recogidos, respectivamente, en la secciones «Artemidoro, el geógrafo y sus viajes» y «El viaje de Simonidis: la investigación».

 Se le reconoce a Artemidoro la autoría de cerca de once volúmenes dedicados a describir las tierras bañadas por el «mar interior», el Mediterráneo. Sin embargo, no ha quedado muestra material de opus tan notable. Ha sido por medio, principalmente, de Estrabón y Marciano, que sabemos de sus andanzas y exploraciones: la salida de su Grecia natal, la estancia en Roma y el regreso a tierra de Oriente. Artemidoro de Éfeso: «Un hombre que, como hemos visto, tuvo que ver directamente con el poder romano, y que también, viajando, “descubrió Occidente”, pero que sigue siendo, para la cultura y la realidad ciudadana y sagrada a la que pertenece, esencialmente un hombre del Oriente griego.» (pág. 165).

Por si fuera poco este aspecto enigmático de la obra de Artemidoro, cabe añadirle un nuevo elemento, todavía más sorprendente. Hace un par de décadas fue encontrado un manojo de viejos papiros que sirvieron a finales del siglo I para confeccionar una máscara funeraria. En ellos, entre otros temas, se da noticia de la primitiva Iberia, por medio de descripciones geográficas e incluso de un mapa de la península. Pronto la reliquia bibliográfica fue atribuida a Artemidoro de Éfeso, pasando a ser denominada «el pápiro de Artemidoro». Pues bien, más recientemente aún han surgido serias dudas sobre dicha atribución. La sospecha recae sobre Constantinos Simonidis, conocido falsificador griego de documentos históricos que vivió en el siglo XIX.

La historiografía, el arte y la ciencia de la reconstrucción del pasado, suele ser comparada a menudo con los oficios del recopilador, del apicultor, del coleccionista, cuando no del médico forense. No es infrecuente tampoco que los estudios históricos adopten la traza de una investigación detectivesca y hasta de una intervención fedataria. Ocurre que quienes, ejerciendo su profesión, rastrean pistas, acumulan piezas y fragmentos, archivan y documentan información dormida en la noche de los tiempos, necesitan certificar que todo el material que localizan y descubren tiene, por decirlo así, la necesaria denominación de origenque permita darla a conocer, legítimamente, a la comunidad científica, y, posteriormente, al gran público.

Ensayo denso y muy interesante no sólo para los investigadores de la Antigüedad, sino para aquellos que buscan en los viajes clásicos un trasfondo mitológico o histórico.


Reseña publicada por Ariodante en


miércoles, 14 de septiembre de 2011

LA EUROPA CLANDESTINA. RESISTENCIA A LAS OCUPACIONES NAZI Y SOVIÉTICA





J. Mª Faraldo, La Europa clandestina. Resistencia a las ocupaciones nazi y soviética (1938-1948), Alianza Editorial, 2011, 344 páginas

A diferencia de la Gran Guerra, la Segunda Guerra Mundial no se dirimió en las trincheras, lejos de las ciudades. En contraste con la primera gran conflagración bélica del siglo XX, en la segunda, no sólo participaron directamente en el conflicto (o se vieron directamente involucrados en él) las fuerzas militares en liza, sino que estuvo afectada la población entera. La Segunda Guerra Mundial, iniciando así el nuevo paradigma bélico  de la «Guerra total», fue una fenomenal batalla sin trincheras. Pero también sin cuartel, ni tregua, sin código de honor, ni límites. Sin campo de Marte vallado, sin ring claramente delimitado, donde decidir quién gana el combate y quien resulta perdedor, la distancia entre el guerrero y el espectador se estrechó, hasta el punto de hacerse muchas veces imperceptible.

Según describe el propio autor, el objeto de La Europa clandestina es «un intento de comprender el fenómeno de la resistencia de unos sectores de la población a la ocupación militar y la imposición nacional por parte de un estado invasor.» (pág. 23). Esta consideración invita a entender la resistencia como un fenómeno político y social, no sólo militar o patriótico. Golpeados los ciudadanos en el corazón de su vidas, en sus propias casas y haciendas, invadidos, ocupados, violentados, desplazados, humillados y ofendidos, empujados por la fuerza a ajustarse a los patrones políticos, culturales e ideológicos del ejército asaltante, miles, millones de europeos eran incitados a revolverse contra el atacante. O hacerse colaboracionista. Por activa o por pasiva.

Fueron muchas y muy diversas las formas de resistencia. La resistencia ―la «cuarta fuerza»― adoptó variados «comportamientos resistenciales». Estaban, en primer lugar, las organizaciones armadas, los partisanos, el «maquis», el «ejército en la sombra», el «Estado clandestino». Pero, por otra parte, es justo reconocer las actitudes de la población, a menudo espontáneas, tendentes a la negación de la autoridad, a la desobediencia civil, al sabotaje pasivo, al ostensible disgusto en aceptar las órdenes de las autoridades ocupantes, al escaqueo, a las acciones simbólicas de desafío, como, por ejemplo, llevar ciertas prendas, cantar determinados himnos y celebrar ritos de notorio contenido patriótico, antinazi (antifascista) o antisoviético (anticomunista), según el caso.


Porque ―y he aquí uno de los aspectos más originales y relevantes de La Europa clandestina― acerca del tema examinado, más que de «resistencia» debe hablarse de «resistencias». Frente a la tendencia usual ―aunque de ninguna manera inocente― de identificar la resistencia con el antifascismo y el movimiento liberador con la orientación izquierdista, lo cierto es que las naciones europeas fueron golpeadas por dos fuerzas totalitarias; ciertamente, con rasgos propios, pero totalitarias, a la postre: el nazismo y el comunismo. En algunos casos, como el de Polonia, los pueblos padecieron una «doble ocupación», produciéndose en ellos episodios donde lo grotesco quedaba fundido con lo trágico: «Como cuenta por ejemplo el militar [polaco] Stanislaw Ruman, el 17 de agosto [de 1939] su escuadrón resistía a los alemanes, cuando de pronto éstos desaparecieron. Al poco se vieron rodeados por unos tanques pequeños, extraños. Eran los soviéticos.» (pág. 89).

Muchos de los compañeros de quien refiere la circunstancia fueron exterminados en la terrible matanza perpetrada por el Ejército Rojo en Katyn. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, no pocos países del este de Europa, que padecieron la dominación alemana durante el conflicto bélico, pasaron a la órbita soviética. De hecho, este fue uno de los temores (el quedar sometidos al poderío la URSS) que motivó muchas iniciativas de movilización popular y de enrolamiento en grupos de resistencia en aquéllas naciones. Grecia pasó, sin solución de continuidad, de la Guerra Mundial a la guerra civil. En España, que no intervino directamente en el conflicto, la dictadura del general Franco siguió adelante. Para bastantes pueblos la «liberación» que supuso el fin de la conflagración internacional, no trajo consigo la libertad.

Como el propio título del volumen indica, el contenido de sus páginas remite al espacio europeo, extendiéndose en el tiempo desde la invasión de Checoeslovaquia hasta la instauración de las denominadas «democracias populares», los futuros países «satélites» de la Unión Soviética. Si bien, en realidad, la «Segunda Guerra Mundial no concluyó hasta que a finales de los años 1950, los últimos guerrilleros en España, en Grecia, en Rumania, en Lituania, en Ucrania o en los bosques polacos, se dieron por vencidos o fueron exterminados.» (pág. 22)


La Europa clandestina consigue, además de narrar la Segunda Guerra Mundial desde la perspectiva resistencial, desmontar muchos mitos empotrados en la «historia oficial» de las resistencias. Por lo que toca a la relevancia más o menos determinante ―incluso, su utilidad― de las mismas en la resolución del conflicto, hay que hacer constar que ninguno de los países invadidos entre 1939 y 1945 ―ni siquiera Yugoslavia― fue capaz de liberarse por sus propias fuerzas: «Para acabar con las ocupaciones soviéticas ―lo que muestra, al fin y al cabo, lo diferente de su naturaleza― haría falta esperar al derrumbe del sistema a partir de 1989 y su discurrir sería además de un modo completamente opuesto al de las liberaciones realizadas durante la Segunda Guerra Mundial.» (pág. 305). Por otra parte, algún país, y multitud de dirigentes políticos, hicieron de la resistencia una leyenda y una ficción con el fin alterar su auténtica posición durante los años de guerra; este sería el caso de Francia.



Asimismo, la investigación histórica ha logrado desvelar la insidia antisemita según la cual el pueblo judío no resistió al nazismo, sino que se dejó llevar al matadero con resignación, supuesta prueba de su «culpa». En realidad, miles de judíos sirvieron en grupos de resistencia, a menudo en puestos de mando, las revueltas en Varsovia fueron dirigidas por un buen número de judíos, todo ello sin contar los numerosos y estremecedores episodios de rebelión en los campos de concentración y de exterminio.

Y, en fin, el estudio pormenorizado y riguroso de las resistencias revela el carácter propagandístico del denominado «consenso antifascista», merced al cual la URSS y los partidos comunistas a su dictado pretendieron erigirse en la fuerza ideológica decisiva que liquidó el nazismo, lo que le otorgaría un marchamo de legitimidad democrática, claramente negada por los hechos.

La edición incluye 37 fotografías y un listado dando los datos de cada una; un mapa de Europa, mostrando las distintas zonas de resistencia; un listado de siglas; y, finalmente otro listado de organizaciones clandestinas por países. Además de una amplia bibliografía.

José M. Faraldo, profesor de Historia en la Universidad Complutense de Madrid, ha sido profesor e investigador en la Europa-Universität Viadrina, de Franfurt/Oder (1997-2002) y director de proyecto e investigador en el Centro de Investigación de Historia Contemporánea en Postdam. Asimismo, ha sido investigador invitado en el GWZO de Leipzig y en el ZZF, Postdam/Georg Eckert Institut de Braunschweig. Su principal campo de estudio es la historia de Europa Central y Oriental, y, en especial, la historia ruso-soviética y polaca, así como de la extinta República Democrática Alemana.
Hasta ahora se ha dedicado, además de la enseñanza y la investigación,  a la traducción y es conocido principalmente por las traducciones del polaco al español que ha realizado sobre la obra del autor Andrezj Sapkowski y su serie de Geralt de Rivia. La Europa clandestina es, pues, su primer ensayo.



jueves, 8 de septiembre de 2011

HOMENAJE A MANHATTAN


En el hemisferio norte, el otoño no comienza oficialmente hasta el día 22 o 23 de septiembre, según los casos. Sin embargo, el 11 de septiembre de 2001, en la ciudad de Nueva York, las estaciones, los espacios y los tiempos fueron conmovidos por un ataque vesánico que también ensangrentó otros lugares de Estados Unidos de América.

En Manhattan, aquel día aciago, el horizonte se nubló de repente. Una nube de polvo y ceniza cayó sobre la ciudad. No era una lluvia de hojas de árboles. Brillaba todavía el verano, según el calendario. Pero, la luz se quebró de repente. Un otoño precipitado, fuera de órbita, invadió nuestros corazones. Un otoño de cemento nos colapsó el alma.

No era aún otoño en Manhattan, aquel 11 de septiembre de 2001. Pero, el siguiente video, en el que he incluido fotos de Nueva York hechas por este viajeromi homenaje a Manhattan, viene acompañado de un tema musical otoñal. Ahora sabes, amigo visitante, por qué. 

Autumn in New York, es una pieza clásica compuesta por Duke Ellington e interpretada por Lena Horne.


miércoles, 7 de septiembre de 2011


11 Septiembre 2011



Diez años desde el 11-S. Ya. Diez años de 11-S. Todavía. No quiere esto decir que la nube de ceniza que oscureció la línea del horizonte aquel día aciago siga cubriéndonos con su manto asfixiante, hasta el punto de no dejarnos ver más allá. Hay vida y libertad tras el 11-S. Hemos sobrevivido al 11-S. He aquí el acontecimiento. Porque iban a por más. Iban a por todas. Hemos resistido y resistiremos.

Muchas cosas han pasado desde entonces. No todas malas. Las acciones militares aliadas desarrolladas en Irak y Afganistán, las políticas contraterroristas aplicadas por las democracias más relevantes del mundo, han logrado frenar el avance del terror, merced a actuaciones tanto quirúrgicas como preventivas. Algunas muy destacables y resolutivas. Acaso la más notable haya sido la localización y muerte, finalmente, del primer y máximo responsable, aunque no el único, de la masacre: Osama bin Laden.

Como una nube no hace verano, ocurre, sencillamente, que los hombres libres en las sociedades no olvidamos. Ni olvidaremos nunca aquella villanía. «We will never forget», continúa simbolizando la llamada de piedad y justicia de las víctimas, los muertos y los vivos, la cual no debe ser desatendida ni ignorada. Jamás. 

Por la misma razón, nunca olvidaremos tampoco el Holocausto ni la causa del pueblo judío y de Israel, que no es otra que poder vivir en libertad, con seguridad y dignidad. Estas sí son causas. No como otras, que son excusas causadas.

Texto contenido en Cine, espectáculo y 11-S, libro que puede adquirirse aquí.


jueves, 1 de septiembre de 2011

NUEVA YORK, CADA DÍA MÁS HISPANA



«Las áreas metropolitanas de Nueva York y Washington cuentan ya con menos blancos que residentes de otras razas, ampliando con ello a 22 el número de regiones metropolitanas estadounidenses en las que los blancos están en minoría. El cambio se debe sobre todo al empuje de la población de origen hispano (la adscripción no atiende propiamente al color de la piel, sino al grupo racial al que se pertenece), que en el conjunto del país ha experimentado un aumento del 43% en los últimos diez años. Los hispanos suman 50,4 millones de personas, lo que supone el 16% de la población estadounidense, por delante del 13% que conforman los afroamericanos.
En el área de Nueva York, con un total de 18,9 millones de habitantes, los nuevos datos indican que los blancos suponen el 49% de los ciudadanos, frente al 23% de hispanos, 16% de personas de raza negra y 10% de asiáticos. En el caso de Washington, con 5,6 millones de residentes, los blancos constituyen ahora también el 49% (en 1990 eran el 64% y en 2000 el 55%), mientras que los afroamericanos suponen el 25%, los hispanos el 14% y los asiáticos el 9%.»

FUENTE TEXTO: Diario ABC, 1 de septiembre de  2011
Las fotos son cosa mía. El escenario de las mismas fue la celebración del día de Puerto Rico durante mi estancia en NY, en el otoño de 2005