Últimamente, viajo más por trabajo que por placer. ¿Es esto también viajar? ¿Pueden combinarse ambas esferas? Pues, ustedes me dirán…
Ahora me encuentro en plena «gira» de promoción de mi libro Marco Aurelio. Una vida contenida, editada por Evohé. Y, próximamente, sale al mercado Hollywood revelado. Diez cineastas brillando en la penumbra, el primer volumen de una serie de libros sobre cine norteamericano, editada por Ártica, que tengo el gusto y el honor de coordinar junto a cuatro ilustres colegas. Será éste el cuarto libro que publico este año (sin contar otras colaboraciones en trabajos colectivos). Los anteriores, todavía no mencionados, son La indignación a escena y Cine, espectáculo y 11-S.
En estos tiempos de crisis, y aunque no resulte muy modesto decirlo, la cosa tiene su mérito, ¿no creen? Ahora bien, basta echar un vistazo al pasado para comprobar que los tiempos difíciles, sobrados de reveses, conflictos y transformaciones, han dado, precisamente, mucho que pensar (muchas razones para pensar) al intelecto humano, de modo que se las ha tenido que ingeniar para esforzarse más que nunca y así seguir adelante, explicarse qué está pasando y seguir avanzando. Pero, ésa es otra historia... ¿O acaso no?
Como vivo un tiempo de presentaciones (de mis libros), les ofrezco el siguiente apunte en este cuaderno de bitácora:
ECO PRESENTA (IMAGINARIAMENTE) A DIDEROT
UMBERTO ECO: Señor Diderot, ¿cómo he de presentarle ante el público? ¿Como novelista, dramaturgo, promotor cultural, moralista, o como editor?
DENIS DIDEROT: Como todo a la vez, si lo prefiere. O como filósofo solamente. Por lo que sé, sólo después de mi muerte adquirió esta palabra una connotación académica y especializada. En el siglo XVIII era una palabra muy general. Piense en mi amigo Voltaire. ¿Cómo lo definiría usted? ¿Poeta, dramaturgo, lexicógrafo, moralista? Fue un filósofo, un curioso de la verdad, un «razonadicto».
Cf. D.N. Furbank, Denis Diderot. Biografía crítica.
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