En este país, de cuyo nombre todavía quiero
acordarme, España, desde hace unos años resulta políticamente incorrecto, casi
prohibido, hablar de seguridad y, sobre todo, de libertad. Sucede que nuestra
casa común (antaño Nación) ha sufrido un asalto por parte del socialismo
realmente existente (sorprendentemente existente a estas alturas de la historia
de la humanidad). Desde entonces, los nuevos ocupantes, compañeros, y sin embargo
amigos, del Comandante, han mandado callar. No obstante, con la venia de la
autoridad reguladora, y sin faltar a la verdad, es preciso seguir hablando de bienestar, de seguridad, de libertad. De
lo verdaderamente importante para los hombres.
Hace una semana, la sociedad española quedó
impresionada (los medios utilizan la expresión «conmocionada») por un hecho
singular a propósito, justamente, de la vida, la propiedad y la tranquilidad de
las personas, en particular, cuando se encuentran en el interior de su
vivienda. El hecho singular que ha llamado tanto la atención no responde a un
nuevo caso de allanamiento de morada, de irrupción en la propiedad privada, de
intimidación y violencia contra las personas, de intento de robo y agresión y
de otros estragos habituales, que para algunos, desde Departamentos de Ética y
Filosofía Política de nuestras Universidades hasta el Ministerio del Interior,
representan una forma más, entre otras, de progresar en el objetivo de la
redistribución de la riqueza.
El suceso que refiero tuvo lugar en la localidad
valenciana de Canals, donde una familia recibió de repente la inesperada visita
en su hogar de un grupo armado compuesto por ocho sujetos con muy malos
propósitos. Hasta aquí noticia de dominio público y nada de extraordinario. Lo
que digo que ha impresionado de este episodio no es, entonces, el asalto mismo,
sino el comportamiento del propietario y morador del domicilio violentado, por haberse defendido de los asaltantes con sus
propios medios, empleando un arma de
fuego con la que abatió a dos de ellos e hizo huir al resto. Las fuerzas de
seguridad continúan buscando, sin éxito por el momento, a los que lograron
escapar.
No sé si los temas de actualidad exigidos por la
agenda primorosa de los políticos —el Estatuto pelma de Cataluña, los otros asaltos
a Endesa, al Archivo de Salamanca, etcétera—, pasarán por encima de este suceso
y lo solaparán pronto. De momento, el
ciudadano que defendió familia y propiedad con sus propios recursos ha sido
imputado y está en manos de la Justicia. Como reacción a esto, las alarmas
suenan como siempre, tocando la misma vieja milonga: ¡a ver qué hace el
Gobierno (ah, y las Comunidades Autónomas, que no se me olvide) para
protegernos! ¡Más Policía, más vigilancia, más administraciones y, por ende, más
impuestos! Si acaso, para el que pueda pagárselo, más guardas privados con
perros adiestrados. ¿Significa esto la prueba superlativa de las políticas
sociales de progreso?
Acaso vulnere la indiscutible preeminencia del
interés público, la voluntad general y la intocable prioridad de lo social
sobre lo particular (que el Pensamiento Único me perdone), pero me atrevo a
afirmar que ya es hora de que en España
empecemos a ocuparnos de asuntos serios y provechosos, como, por ejemplo, del
derecho de los individuos a la autodefensa y, por qué no, a la posesión de
armas de fuego. Ciertamente, con las reservas y puntualizaciones que exige
la naturaleza delicada y aun riesgosa del tema, no menor, con todo, que la
inherente al Estado y sus aparatos, ¡y tenemos que sufrirlos a diario!
Maestra de un colegio en Israel protegiendo a sus alumnos de ataques terroristas
Saco a relucir un tema tabú entre nosotros.
Vale, pero hablo de una medida de
protección más económica y en la práctica más segura y efectiva que las
vigentes (o, mejor, con escaso vigor), y, ante todo, que propende a
cultivar en los individuos la idea y el hábito de que no hay que preguntarse por
norma qué puede hacer el Estado por los individuos, sino qué podemos hacer los individuos
por nosotros mismos, no para el Estado.
Que no echen mano los socialistas al interior de
la chaqueta buscando lo que dicen reprobar ni se me ruboricen los populares por
lo que digo. Estoy hablando simplemente
de los derechos individuales del ser humano, de la seguridad, la autodefensa,
el bienestar y la felicidad. Y, sobre todo, de la libertad.
Columna de opinión publicada con el mismo
título en el diario Libertad Digital
el 11 de enero de 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario