¿Qué ha sido hoy del posmodernismo? ¿Quién toma en serio ese movimiento neo-contracultural
de corte y deconstrucción, que logró acaparar la atención de tantos académicos
y profesores de Europa y América, animado por numerosos medios de comunicación, en las última décadas?
¿Qué ha sido de esta presumida new fashion intelectual? El impulso y propósito que los propulsaba, más que fructuosos y
constructivos, eran de naturaleza criticona y destructiva, presuntuosamente
demoledores de la tradición, no importa cuál fuese. Llegó, no obstante, a
adquirir una notable influencia en lo que queda del pensamiento, y
tal vez por ello sí quepa reconocerle una hazaña: haber entorpecido, en su
medida, la necesaria tarea de reconstrucción de la racionalidad en el ámbito de
la filosofía y las ciencias sociales, sin la cual sobreviven como pueden y a
duras penas.
El proyecto
de deconstrucción contracultural en todos los ámbitos y de demolición de los
fundamentos de lo real quedó simbolizado por uno de los buques insignia del
posmodernismo: el «pensamiento débil». En el momento actual,
ya no muestra apenas vigor y pujanza, lo que hace honor a la presumida
«debilidad» de su talante y los objetivos que propugnaba. No hay aquí, pues,
contradicción ni desilusión, ni podría haberla, y, de indicarse tal cosa,
tampoco preocuparía a sus maestros y discípulos, o lo que queda de ellos. Esto
es así por tratarse de un prontuario —el posmoderno— que ha negado precisamente
la misma base doctrinal en el pensar. Siendo posmoderno, cualquiera
podía ser generoso y dadivoso, altruista y caritativo, tirio y troyano, aunque
liberal jamás, tampoco racional, al representar éstas unas actitudes
muy mal vistas entre catedráticos innovadores, periodistas de salón, políticos
del ramo y público acrítico en general.
Constituida
en una corriente de opinión que impugnaba el principio de realidad,
mientras disimulaba la autorreferencia al principio del placer, en el curso del
tiempo, se ha topado de pronto con la íntegra realidad. Y, en fin, de erigirse
en una filosofía peculiar, desobediente de la lógica tradicional, que no quería
oír hablar de principios de identidad, no contradicción y tercio excluso, la
«condición posmoderna» ha descubierto, finalmente, por propia experiencia, el
sentido del ser y, sobre todo, del no-ser. La sinrazón también crea monstruos
que acaban por destruir a su «creador» (Dr. Frankenstein) y a sus propios hijos
(Francisco de Goya).
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Para
definirse como movimiento pragmático y débil, los posmodernos aspiraban, curiosamente, a no dejar
piedra sobre piedra en la cultura vigente. A fin de recordar que para este
temporal intelectual, irreverente y caduco, nada debía ser tenido por sagrado,
propongo en el presente texto rememorar las cavilaciones de Richard
Rorty y Gianni Vattimo sobre El futuro de la religión, título
de un libro compilado por Santiago Zabala (Paidós, Barcelona, 2006), cuyo
subtitulo reza Solidaridad, caridad, ironía. No deja de ser irónico leer cómo
pontificaban en este volumen sobre el futuro aquellos que no lo tendrían…
Interpretación
de interpretaciones, todo es Interpretación. Eso decían. El pensamiento «débil» y
«posmoderno» constituyó un programa, en el fondo, muy ambicioso (residuo
pos-revolucionario), que superaba con bastante habilidad cualquier crítica
porque en sus dominios tampoco funcionaba el principio de falsación (Karl
Popper), tal era su aversión por los principios en general. Simplemente,
tenían explicación para todo, porque, según sostenían, todo es opinable. En la
«Era de la Interpretación», que vendría a sustituir la «Era de la Fe» y la «Era
de la Razón», la doxa ha substituido a la episteme en orden de legitimidad,
quedando así constituida una especie de renovada teoría de los tres estadios (Auguste
Comte), pero en versión antipositivista.
El plan general del posmodernismo, a través de sucesivas ediciones, consistía
básicamente en promover travestimientos culturales de los modelos bajo
sospecha, los cuales eran puestos en el punto de mira como próximas víctimas a
desfigurar. El método era de lo más elemental: ponerse en el lugar de
los modelos señalados y dejar a éstos en situación de stand by,
descolocados, deslocalizados: quítate tú para ponerme yo. Tal proeza
se conoce con el nombre de «empatía», una tendencia emocional supuestamente muy
solidaria y caritativa, aunque carente por completo de ironía.
La
estrategia mencionada, aunque presumiblemente renovadora y rompedora, es muy
antigua. Labora con vistas a introducirse (infiltrarse) en el interior de las
estructuras tenidas por «decadentes» a fin de «darles la vuelta», por decirlo
en términos marxistas o posmarxistas, y así adaptarlas, con nueva terminología
e imagen, a los nuevos fines pretendidos. Los organismos, los
movimientos y las instituciones que en el fondo se saben débiles (porque lo
son), les conviene evitar el enfrentamiento directo, el cuerpo a cuerpo con el
adversario superior.
Otras tácticas más sinuosas cumplen la función sustitutoria, por ejemplo, la paciente labor de zapa que acaba minando las defensas y resistencias del fuerte; el envenenamiento intelectual, en pequeñas dosis, del adversario; la doblez, el engaño y la estafa; la contumacia y la tenacidad; la propaganda y la repetición. Con todo, el anhelo principal de la deconstrucción era la desmoralización del oponente (y, por extensión, de la sociedad toda), una nueva versión de la transvalorización de los valores (Friedrich Nietzsche) reducida a la versión pedestre, «débil» y desnaturalizada.
Otras tácticas más sinuosas cumplen la función sustitutoria, por ejemplo, la paciente labor de zapa que acaba minando las defensas y resistencias del fuerte; el envenenamiento intelectual, en pequeñas dosis, del adversario; la doblez, el engaño y la estafa; la contumacia y la tenacidad; la propaganda y la repetición. Con todo, el anhelo principal de la deconstrucción era la desmoralización del oponente (y, por extensión, de la sociedad toda), una nueva versión de la transvalorización de los valores (Friedrich Nietzsche) reducida a la versión pedestre, «débil» y desnaturalizada.
3
En la
denominada «era posmetafísica», de cuyo ser y circunstancia sólo los muy entendidos
podrían dar fe, la razón constituía un ídolo a derribar. Tal propósito era
proclamado nada menos que en nombre de la racionalidad. Gianni Vattimo, por
ejemplo, quien no es tan ingenuo como para rechazar la racionalidad en su
conjunto, acepta —qué remedio— la «racionalidad hermenéutica», o
sea, aquella que sitúa el debate en el terreno exclusivo de la interpretación,
en el que no habría otros hechos que los lingüísticos (pág. 20). Y entiéndase
tal desideratum, como un fatum, nunca como un factum.
Richard Rorty, quien no iba a ser menos, tampoco tiene nada en contra de la
racionalidad, «si se identifica la racionalidad con el esfuerzo por lograr un
consenso universal intersubjetivo y la verdad con el desenlace de tal esfuerzo»
(pág. 58). Y lo que decimos de la razón y la racionalidad, valdría lo mismo
para otros conceptos en proyecto de reconversión o de travestimiento
cultural, a saber: «diálogo», «consenso», «interpretación», «universal»,
«nihilismo», «democracia» y, cómo no, «solidaridad, caridad, ironía», las
nociones que aparecen seleccionadas en el subtítulo del libro referido.
Resulta
verdaderamente portentoso en este caso que semejante empresa —la «posmoderna»—
haya tomado (en vano) a Nietzsche como uno de sus inspiradores, profetas y
legitimadores. ¡Justamente
Nietzsche, el filósofo que diseccionó con precisión de (capaz) cirujano la
carnaza del resentimiento! O tal vez precisamente por eso mismo… He aquí una
aplicación modélica del método de travestimiento que acabamos
de señalar como característico del proceder posmoderno. La apropiación integral
de la filosofía de Nietzsche fue, después de todo, poco más que un maquillaje,
retoque y reajuste conceptual a base de unas pocas frases elegidas ad hoc, con
el fin de componer un discurso interrumpido, y que se pretendía intempestivo,
posrevolucionario, propio de la Nueva Era. Una vez armados los adagios según el
guión sustitutorio, eran colgados (como una inocentada) en la espalda del
solitario de Sils-Maria para que cargase así con la cruz de la «posmodernidad». Nietzsche: ecce
homo…
En realidad, la promoción urbi et orbe de un «Nietzsche posmoderno» (se hizo también con muchísimos otros autores clásicos) fue posible merced a las particulares (y muy opinables) interpretaciones de la obra del filósofo alemán llevadas a cabo, entre otros, primero por Gilles Deleuze y Michel Foucault y, posteriormente, por Jacques Derrida y Gianni Vattimo, al frente de la fratría posmoderna. No entraré ahora en disputas sobre citas, verdades por correspondencia (¡a ver quién lleva «razón»!) y vídeos delatores. Porque el caso, afortunadamente, está cerrado.
Me limito en
este punto a poner de manifiesto la impertinencia de determinados juegos de
lenguaje a cuenta de un autor —Friedrich Nietzsche—, quien, maestro
del aforismo, fue convertido indistintamente en guía del nazismo, en feroz
antisemita, en líder del situacionismo, en ideólogo del anarcosindicalismo o en
adalid del «posmodernismo», y a menudo con sucesión de continuidad. Ocurría
una circunstancia u otra, o todas a la vez, según se le antojase al
interpretador de turno, sólo con rescatar determinados aforismos de los cientos
que escribió el filósofo nacido en Röcken, ciertamente, algunos de ellos muy
apetecibles para toda clase faenas de interpretación (recuérdese, empero, la
cantidad de literatura garabateada alrededor de la célebre expresión «bestia
rubia», una más de las que dejó escrita en La genealogía de la moral).
Si no hay miramientos a la hora de hacer de Nietzsche el paladín del nihilismo y el «pensamiento débil», entonces, ¿cómo puede extrañar que Rorty y Vattimo dudasen a la hora de reconvertir, travestir o, mejor, deslocalizar a Dios, arremetiendo sin contemplaciones contra el «fundamentalismo» en la religión cristiana, pero sólo en la religión cristiana, como si el «fundamentalismo cristiano» fuese tema de actualidad y el más preocupante de los fundamentalismos realmente existentes? He aquí el asunto central del libro El futuro de la religión, o cómo hacer pasar al cristianismo por la trituradora del «pensamiento débil» y convertirlo en ariete (y al mismo tiempo víctima) del proyecto deconstruccionista**.
Si no hay miramientos a la hora de hacer de Nietzsche el paladín del nihilismo y el «pensamiento débil», entonces, ¿cómo puede extrañar que Rorty y Vattimo dudasen a la hora de reconvertir, travestir o, mejor, deslocalizar a Dios, arremetiendo sin contemplaciones contra el «fundamentalismo» en la religión cristiana, pero sólo en la religión cristiana, como si el «fundamentalismo cristiano» fuese tema de actualidad y el más preocupante de los fundamentalismos realmente existentes? He aquí el asunto central del libro El futuro de la religión, o cómo hacer pasar al cristianismo por la trituradora del «pensamiento débil» y convertirlo en ariete (y al mismo tiempo víctima) del proyecto deconstruccionista**.
Resumamos,
en pocos pasos, el plan propuesto allí:
1. Hacer del anterior Creador del mundo, simplemente, coherentemente, un «Dios débil», cuya justificación se limita a la cita de algunos versículos, convenientemente escogidos. Por ejemplo, este de San Pablo: «Cuando soy débil es cuando más fuerte soy» (Corintios, 12, 10).
1. Hacer del anterior Creador del mundo, simplemente, coherentemente, un «Dios débil», cuya justificación se limita a la cita de algunos versículos, convenientemente escogidos. Por ejemplo, este de San Pablo: «Cuando soy débil es cuando más fuerte soy» (Corintios, 12, 10).
2. Dios, en la religión del futuro, ya no estará en los Cielos, sino deslocalizado. En la «condición posmoderna», Dios ve disminuir su potencia, o voluntad de poder, hasta un nivel humano, pero acaso demasiado humano, hasta el punto de —en un arrebato de democratismo e igualitarismo atrevidísimo— ser convertido en un ciudadano más, un compañero, un colega, un «amigo», siempre en igualdad de derechos y deberes que los demás. Nietzsche, sin duda, trataba a los dioses con bastante más respeto que sus presumidos interpretadores.
3. El cristianismo que lo es de «verdad» (no de la manera «dogmática», «sustancial» o «metafísica»), encabeza en la «Era de la Interpretación» las reivindicaciones más new age. En esta nueva misión, abandona arcaicos y superados objetivos (el misionero y el evangelizador, por ejemplo: «La religión no metafísica es también una religiosidad no misionera», pág. 100), para pasar a asumir con fervor, y aun a preconizar, el matrimonio de homosexuales, la eutanasia, la fecundación in vitro, el uso liberador de los preservativos, el sacerdocio femenino y todo lo que sea menester con tal de situarse más allá del bien y del mal, y aun más allá del ateísmo y el teísmo.
4. El futuro de la religión, según Rorty y Vattimo, pasa por legitimar el expediente debilitador de la cultura cargándolo a la cuenta del propio cristianismo. Es el mensaje cristiano, se dice, el que niega el «principio de realidad» cuando, en boca, otra vez, de Pablo, declara: «Muerte, ¿dónde está tu victoria?» (Corintios, 15, 54-55), y el mismo que bendice la ética del diálogo y la conversación sin límites como fuente de entendimiento, consenso y verdad pragmática, por ejemplo, por medio de esta prédica: «Cuando dos o más estén reunidos en mi nombre, yo estaré con ellos» (Mateo, 18, 20).
Pues bien, diríase que Rorty y Vattimo se han reunido (o conjurado) en nombre del Dios débil y posmoderno al objeto de decidir acerca de su jubiloso futuro, que no es otro que la jubilación... Y debemos suponer, además, que Él estuvo allí con ambos filósofos (remedo sacrílego de la Santa Trinidad), certificando con su presencia y amparo la deconstrucción del cristianismo. Tal vez por eso dicen lo que dicen con tanta desenvoltura y frescura, porque dan por descontado que gracias al espíritu evangélico siempre serán disculpados o compadecidos: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.» (Lucas, 23, 33-34). Ni lo que dicen.
NOTAS
* Versión
corregida y adaptada a los nuevos tiempos de mi texto «Cristianismo
deconstruido», recensión del libro de Richard Rorty y Gianni Vattimo, El
futuro de la religión. Solidaridad, Caridad. Ironía, Paidós, Barcelona,
2006, publicado en Anthropos. Revista, nº 217, «Especial Gianno
Vattimo. Hemeneusis e historicidad», Barcelona, 2008, págs. 194-196.
** Siguiendo
con este proyecto, Vattimo ha publicando nuevos libros, entre los que
pueden citase: Verdad o fe débil. Diálogo sobre cristianismo y
relativismo (2006); Después de la muerte de Dios.
Conversaciones sobre religión, política y cultura (2007); ¿Ateos
o creyentes?: Conversaciones sobre filosofía, política, ética y ciencias
(Contextos), en colaboración con Michel Onfray (2009); Dios:
la posibilidad buena: Un coloquio en el umbral entre filosofía y
teología, en colaboración con Carmelo Dotolo, Giovanni Giorgio y
Antoni Martínez Riu2013)»
*** La presente
versión del artículo ha sido publicada, con el título de, «¿Qué ha sido del posmodernismo y su delirio deconstructor e iconoclasta?», en PortVitoria. The Magazine of the Hispanic and Lusophone Communities. Issue 9. Jul - Dec
2014.
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