«Para un extenso y muy
ordinario segmento de opinión, un volumen misceláneo, una recopilación, una
compilación o una antología no son propiamente un libro. En otras palabras, no
serían más que un florilegio,
dicho esto en sentido peyorativo, como quien dice floripondio o florón,
artefacto rebuscado, objeto artificioso, falso. O lo que viene a ser lo mismo,
tales ejercicios de la escritura no superarían el rango de refrito, un plato de
lentejas recalentadas con el que algunos autores pretenden vender una mercancía
de segunda mano, sin renunciar, no obstante, a tenerla por propia.
Allá ellos, quienes esto
piensan o declaran, con sus sueños de paquidérmica totalidad y embelesada
originalidad. Sépase, con
todo, que "florilegio" es voz que remite, en su significado preciso,
a obras escogidas, a selección, a opción selecta, recolectada por quien otro
sembró o por uno mismo, en un momento anterior.
En cuanto a mí, estos
melindrosos pruritos no desazonan ni escuecen mi sensibilidad ni mi criterio.»
Fragmento de
mi artículo «Leer es un placer», revista
El Catoblepas
• número 71 • enero
2008 • página 7
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