La imagen de las
Torres Gemelas de Manhattan está grabada en las mentes de millones de personas
del mundo entero. Registrada en infinidad de fotografías, documentos y películas,
ha pasado por toda clase de pantallas (películas, reportajes) y de papeles (periódicos, revistas), desde que fue inaugurada la gran obra
arquitectónica en el World Trade Center de Manhattan, Nueva York, en el año
1973. Constituían, pues, una presencia poderosa y una significación icónica
muy atrayente y señalada por quienes
maquinaron los ataques terroristas del
11 de septiembre de 2001. Por este motivo eligieron ese objetivo como uno
de los principales a abatir en el día de la vesania y, desde luego, el de mayor repercusión mundial, en y por todos
los medios.
El ataque terrorista
fue cruento y sanguinario, pero el impacto que pretendían los que lo
perpetraron era esencialmente visual, mediático. El terror global se
persigue mediante la transmisión de la muerte en directo, la difusión
planetaria del espectáculo de la devastación. Y crece merced a la recreación, haciendo
de la devastación un espectáculo o un producto publicitario. El terror pretendido se perpetúa por la vía
de la retransmisión y la reposición, convirtiendo el 11-S en un acto repetido,
una herida que se abre día a día.
Desde esta fatídica
jornada, cada fotografía, cada plano, cada escena, cada nueva reproducción de las Torres Gemelas, que ya no están,
significa la reiteración del ataque, un desafío renovado, una celebración más.
Cada nueva representación de la fechoría evoca tanto que
el criminal vuelva una y otra vez al lugar del crimen cuanto que las víctimas y sus deudos (todos los
espectadores del mundo) vuelvan incontables veces a contemplar lo que les
falta.
Cada nuevo pase de la secuencia de los hechos supone
literalmente una recaída, un acto
provocador de reincidencia, un recuerdo con sabor a amenaza, otro aviso, otra
advertencia: para que veas...
Recordar la vesania implica insistir en los efectos de la
destrucción, no en la destrucción misma. Al publicar imágenes
relacionadas con el terrorismo, las víctimas, los caídos, han de ser los
protagonistas.
En consecuencia, lo
justo y decente es mostrar (con decoro, respeto y patriotismo) el daño
producido, no el trofeo colgado en la pantalla.
Mostrar imágenes de
las Torres Gemelas de Manhattan en llamas es, para los
terroristas y sus secuaces, un botón de muestra, la muestra del botín.
Para un mayor desarrollo de este asunto: Cine, espectáculo y 11-S (Amazon-Kindle,
2012)
***
Post Scriptum
En el mes de julio de 2016, he tenido la oportunidad de
visionar The Walk (2015), película dirigida
por Robert Zemeckis y escrita por Christopher Browne y el propio Zemeckis. La trama del film está a hazaña en
hechos reales: la hazaña del funambulista francés Philiphe Petit, quien en 1974 cruzó sobre un cable de
acero las Torres Gemelas en Manhattan desde una terraza a otra, cuando todavía
se encontraba en construcción.
Dedicada expresamente a las víctimas de los atentados terroristas del 11-S, el
film (independientemente de su calidad cinematográfica; discreta) representa un
encomiable homenaje a las Twin Towers, así como un encomiable esfuerzo
artístico de reconstrucción.
Debido a la relevancia de este trabajo fílmico, de alto valor simbólico, la
próxima actualización de Cine, espectáculo y11- S (previsto para
septiembre de 2016) se hará eco del mismo, revisará y pondrá al día el
propósito básico de este libro en movimiento: las tragedias humanas y su tiempo
artístico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario