«Después de todo lo dicho, considero muy inadecuada la utilización de la expresión “progreso”, incluso en el limitado ámbito donde se podría aplicar de manera inofensiva. No se pueden prohibir a nadie ciertas expresiones, pero cuando menos se pueden evitar los posibles malentendidos.» (Max Weber, Por qué no se deben hacer juicios de valor en la sociología y la economía).
Maximiliam Carl Emil Weber, nacido en Erfurt (Alemania) en 1864, fallece en Munich el día 14 de junio de 1920. Se cumplen , por tanto, noventa años de su desaparición en el reino de los mortales. No obstante, para quienes están interesados por las ciencias sociales, Max Weber representa una fuente de conocimiento de la que sigue manando un pensamiento preciso y riguroso, decidido e inquebrantable. Muchos de sus conceptos y categorías son sencillamente imprescindibles, acaso más que nunca, a la hora de comprender la acción humana. Para la ciencia y el conocimiento, Max Weber sigue plenamente vivo.
Aparece ahora en el mercado (ese concepto tan denostado por los jinetes del Progreso, a quienes, por consiguiente, la meditación weberiana les resultará muy ajena y lejana) la edición de bolsillo y en español del célebre ensayo de Weber que —en uno de sus más brillantes fragmentos— preside la presente Hoja Nueva , y cuya traducción más literal del alemán sería «El sentido de “no hacer juicios de valor” en la sociología y en la economía».
Texto ejemplar, perfecta adaptación al campo de las ciencias sociales de la argumentación sobre la impropiedad e ilegitimidad del paso de es al debe, en el que Weber imparte una lección magistral de integridad intelectual y humana, así como de categoría profesional. Una actitud ésta extraña para el profesor militante, agente y oficiante de la «educación en valores», que «en su calidad de tal» acude al aula portando «en su mochila el bastón de mariscal del político o el de reformador cultural, que es lo que hace si aprovecha la libertad de cátedra para exponer sus sentimientos políticos (o culturales)» (págs. 73 y 74).
Profesor de la vieja escuela y científico de profesión y de vocación (als Beruf), he aquí Max Weber, sociólogo y economista, científico social, pensador inmortal: genio y figura hasta la sepultura.
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