Según
palabras del célebre escritor e historiador británico Thomas Carlyle: «Puede
ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe, pero jamás el que
abandona el combate.» He aquí sintetizado el retrato del individuo eminente y
sobresaliente, esbozado el tipo ideal de aquellas personas que llegan a
constituirse en personajes, que dejan tras de sí una obra, que destacan del
vulgo y lo común. O dicho de otro modo: «Se niegan a repetir los gestos que la
costumbre, la tradición y, en resumen, los instintos biológicos, les fuerzan a
hacer.» (José Ortega y Gasset).
Fortalecidos
por el poder de la voluntad y el espíritu práctico, los héroes acometen
continuas empresas, más encaminados y proclives a la gesta que al gesto.
También, a veces, son distinguidos por la categoría de «líderes», y aun de «titanes»,
como hace Salvador Rus Rufino, catedrático de Historia del Pensamiento y
Movimientos Sociales y Políticos de la Universidad de León, y director de la
Cátedra de Empresa Familiar y Ética de los Negocios, en un reciente libro,
donde traza un sólido paralelismo y una razonada afinidad entre líderes en la historia y líderes en la empresa.
No es muy
popular entre los españoles la «cultura empresarial». Ni la figura del
empresario, últimamente más conocido como «emprendedor»; será por aquello de
sortear o eclipsar el término maldito («empresario»), y evitar llamar a las cosas por su
nombre. O acaso sea otro efecto del «pensamiento débil». Ni siquiera está bien
visto el promover negocios, invertir, abrir mercados. Ni crear empleos; mejor
es recibir sin más un subsidio o la «renta básica» o pasar directamente al
jubileo de la jubilación. Ni, por supuesto, generar riqueza; gusta más
«redistribuirla», manera light y muy moderna de referirse al expolio
y al ataque a la propiedad privada. Tampoco está bien considerada la acción
misma de ganar dinero, considerando más digno y progresista, el recibirlo o
simplemente cogerlo. Dichas actitudes reactivas contrastan, sir ir más lejos y
por poner solo un ejemplo, con el hecho de que en España estén ubicadas algunas
de las escuelas de negocios más prestigiosas del mundo, o que marcas y
etiquetas de empresas nacionales se extiendan con éxito y reconocimiento por
doquier.
A la vista de
este panorama, resultan muy necesarios y útiles trabajos como el aquí referido
al objeto de prestigiar (o al menos dar a conocer) los valores asociados a la
tarea empresarial, en general, y la de las empresas familiares, en particular,
como son «la armonía (unidad de intereses, de autoridad, confianza,
comunicación, compenetración y flexibilidad) y el compromiso (entrega a un ideal,
sacrificio personal, exigencia de lo mejor y pensamiento a largo plazo)».
De notorio y
explícito empeño didáctico —repárese en el subtítulo mismo: «Aprendiendo de
personajes históricos»—, el volumen ofrece concisas biografías de treinta y
siete personajes históricos, ejemplos de la fidelidad a su misión, su visión
del mundo y sus ideas, de las cuales caben extraer provechosas enseñanzas de
cara al éxito empresarial:
Solón de
Atenas • Alejandro Magno • Aníbal • Escipión el Africano • Julio César • Octavio
Augusto • Trajano • Carlomagno • Al-Hakam II • Jaime I el Conquistador •
Alfonso X el Sabio • Isabel la Católica • Fernando el Católico • Francisco
Jiménez de Cisneros • Gonzalo Fernández de Córdoba, el «Gran Capitán» • Juan
Sebastián Elcano • Carlos I de España y V de Alemania • El conde-duque de
Olivares • Cristina de Suecia • Pedro I el Grande • Blas de Lezo y Olavarrieta
• Carlos III • Arthur Guinness • George Washington • El duque de Wellington •
Abraham Lincoln • Victoria I • Henry Jarvis Raymond • Florence Nightingale •
Elías Masaveu Rivell • Ramón de la Sota y Llano • Manuel Raventós i Domènech •
Marie Curie • Antonio Gaudí • Winston Churchill • Franklin D. Roosevelt •
Konrad Adenauer.
Llama, con
todo, la atención que en este selecto listado dominen las figuras vinculadas al
mundo de la política, las armas y las artes, quedando muy reducida la nómina de
empresarios y hombres de negocios propiamente dichos. De acuerdo con el
propósito del libro, acaso hubiera sido más congruente y, sobre todo, más fructífero,
haber concedido más espacio y reconocimiento a los genuinos «líderes de
empresa», a quienes lo son por derecho propio e inmediata actividad, y no tanto
por influencias indirectas y otra clase de intervenciones. Ejemplos no
faltarían al respecto.
Después de
todo, no hay mejores lecciones de economía práctica que las ofrecidas por la
gestión y el cometido diario de las empresas familiares, y aun de las familias
mismas, de las que tanto deberían aprender las Administraciones y las
autoridades públicas en eficiencia, competencia y control del gasto. No es por
casualidad que la palabra «economía» provenga de la voz griega «oikos»,
que significa «casa», y de «nemo», es decir, administrador.
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