El árbol de la vergüenza
continúa impidiendo ver el bosque de los ausentes. Siguen denominando «Bosque del Recuerdo» al monumento próximo a la estación de
Atocha en homenaje a las víctimas de los atentados terroristas en Madrid aquel 11 de marzo de 2004. ¿Es esto sarcasmo, rechifla o humor
negro?
Por orden de la autoridad, poco después de la masacre, las víctimas del
terrorismo en el
conjunto del continente («Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo»; ¿y por
qué no, mundial?),
comparten una misma fecha de referencia para honrar a sus muertos. ¿No es esto democrático
e igualitario? A este paso, en un futuro no lejano, tal vez las víctimas de aquel día funesto sólo recibirán público homenaje el Día
de Difuntos.
Del mismo modo que un atentado
terrorista no debe confundirse con un mero accidente, no todos los muertos
pueden ser enterrados en una misma fosa común. Tras el 11-S, un clamor general se extendió desde el
cráter de Manhattan a toda la nación americana: «Nunca olvidaremos». De la Zona Cero a la justa
reparación. En ello siguen, a pesar de algunos.
Aquí, en cambio, once años
después del ataque frontal al corazón del país, el golpe de mano que propició
el cambio brusco del Gobierno vigente (objetivo alcanzado), los políticos y gran parte del gentío ya están en otra cosa. Los profetas de
la Ley de Memoria Histórica declaran que hay que olvidar, pasar página, mirar
al futuro…
Sin embargo, la verdad, todos saben.
Y todos callan…
Tras el humo de las bombas, una
bomba de humo, de distracción y ocultamiento, nubla el horizonte de la vida política
en España, haciendo de ella, en su conjunto, una oscura anomalía.
España
entre el olvido, el silencio y el puro humo.
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