Acerca
de a quién dar gracias por la acción de cenar todos los días del año.
«el
hombre reclama en la mayor parte de las circunstancias la ayuda de sus
semejantes y en vano puede esperarla sólo de su benevolencia. La conseguirá con mayor seguridad interesando en su favor el egoísmo de los
otros y haciéndoles ver que es ventajoso para ellos hacer lo que les pide.
Quien propone a otro un trato le está haciendo una de esas proposiciones. Dame lo que necesito y tendrás lo que
deseas, es el sentido de cualquier clase de oferta, y así obtenemos de los
demás la mayor parte de los servicios que necesitamos.
»No es la benevolencia del carnicero, del
cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración
de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su
egoísmo; ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas. Sólo el mendigo depende principalmente de
la benevolencia de sus conciudadanos; pero no en absoluto.
»Es
cierto que la caridad de gentes bien
dispuestas le suministra la subsistencia completa; pero, aunque esta condición
altruista le procure todo lo necesario, la caridad no satisface sus deseos en
la medida en que la necesidad se presenta: la
mayor parte de sus necesidades eventuales se remedian de la misma manera que
las de otras personas, por trato, cambio o compra.
»Con
el dinero que recibe compra comida, cambia la ropa vieja que se le da por otros
vestidos viejos también, pero que le vienen mejor, o los entrega a cambio de
albergue, alimentos o moneda, cuando así lo necesita. De la misma manera que
recibimos la mayor parte de los servicios mutuos que necesitamos, por convenio,
trueque o compra, es esa misma inclinación a la permuta la causa originaria de la división del trabajo.»
Adam
Smith, La riqueza de las naciones
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