Por San Fernando,
que aquí no es calle sino santo, vuelve a abrir, como todos los años, la Feria del Libro en Madrid.
¡Celebración del Libro! ¡Fiesta del Libro! Los titulares de los media no cambian. Ni los lugares
comunes. Tampoco, los hábitos de la población respecto al libro. Repare el
lector en que no digo “hábitos de lectura”. Porque en saraos y conciertos de
este tenor, lo que mueve el tinglado no
es tanto el afán y el gusto por leer como la pasión por dejarse ver, hacerse la foto, tener el ejemplar y la firma del Autor, por estar éste en la caseta.
Apoteosis del glamour.
Llevar un periódico doblado en el sobaco y un libro con un dedo (de la mano)
entre las páginas, a modo de señal. Pasearse por el Retiro de Madrid en Feria. Ser de papel: un sueño. “Devorar libros”: una pasión. Todo en
papel, para comerte mejor... No parece importarles a quienes aman por igual la naturaleza y el libro vegetal que este festín suponga la tala masiva de árboles
(¡árbol va!), toneladas de masa forestal y pulpa de celulosa, porque eso, afirman,
es otra cosa: excepción cultural. Tampoco parece afectar
a los fundamentos de la gente de papel que los
libros vegetales cuesten una pasta, más que los digitales (“esos no son libros de verdad”). Y luego dicen que es el pescado está caro. Advierta, lector, que
entramos en materia.
Este año tampoco estaré firmando en el escaparate de la Feria del Libro en
Madrid. Tengo novedades librescas;
uno, de este mismo año. Pero, ay, no en papel. Publico los libros ya firmados, por anticipado. Pero, oh, no en papel. "Ah, no. —dicen— Firma electrónica, no vale".
La mayor parte de gestiones (incluso de carácter oficial) la aceptan. Hacienda
ya no permite la presentación de Declaraciones de Renta y Patrimonio en
papel. Los Bancos Centrales tienen proyectado ir retirando el dinero en
efectivo (en papel) y obligar al ciudadano a operar sólo por medios
electrónicos. Etcétera. Vale, no deseo entrar en polémicas al respecto. Allá cada cual.
Todo esto empezó a definirse en el año 2012…
2012 fue el año de
la transición, cuando crucé el Rubicón en mi oficio de escribir. En esa fecha
fueron publicados cuatro de mis libros. Dos en papel (por medio de editoriales)
y dos en formato electrónico (autoedición digital). No se mojaron ni me dio la
corriente, en ningún caso. En 2013, salió un libro colectivo en papel, en el
que colaboré, y, además, publiqué dos títulos en eBook. Desde entonces,
autoedito mis libros en Amazon. Al lector interesado en conocer el detalle de
mis razones para adoptar tal decisión le remito a esta declaración. Fue mi
decisión.
Me gustan los
libros. Me gusta leer y, sobre todo, escribir. Libro en papel y eBook, volumen ("físico") y numen ("inmaterial"), no se
pelean en mi presencia. Cada cual con sus ventajas e inconvenientes. Me encanta
la papiroflexia, adquiero ejemplares selectos en calidad de coleccionista y, en
particular, prefiero los libros sobre cine en papel que en eBook. Pero, respecto
a este último punto, no estoy dispuesto a tener otra experiencia como
fue la edición (con editorial de por medio) del volumen primero de Hollywood
revelado (2012), obra inacabada, programada en tres fases. El
primero dejó en mí un sabor amargo. El primero en la frente. No más. The End. Tal vez algún día cuente (o
sea, revele) casi toda la verdad y nada más que la verdad sobre este asunto
oscuro. Irónicamente el subtítulo de la proyectada colección rezaba de esta guisa: Directores brillando en la penumbra.
Cada cual elija a
voluntad y por su propio interés la forma preferida de acercarse a los libros. Esto no obsta
para señalar un hecho objetivo: el nacimiento del eBook y la autoedición
digital constituyen dos grandes avances de la tecnología que han cambiado de
raíz la acción de publicar (autor) y el acto de leer (lector). Pocos se han percatado de esta "revolución" y se aferran a los viejos hábitos glamurosos: se atan al palo mayor. Todo ello en el
marco incomparable en que navegan la galaxia informática y el universo
Internet, con sus alegrías y penas.
Mi decisión de sólo
publicar en autoedición digital sigo manteniéndola, a pesar de todo. No por afán de ir contracorriente, sino porque
vale la pena.
He recibido, es
verdad, alguna propuesta de editar mis libros por parte de editoriales, con
condiciones muy especiales. Por ejemplo, no recibir un adelanto por entregar mi
manuscrito para su publicación, sino ¡tener que pagar yo por ello! El mundo al
revés. Y con la testa inclinada yo me mareo.
Las editoriales,
grandes, medianas y pequeñas, no se creen la edición digital de los libros.
Unas, simplemente, no contemplan dicho formato. Otras, los ponen a la venta a precios tan elevados (a veces, con pocos euros de diferencia respecto al libro en papel) que se me antojan medidas de disuasión y/o castigo a esta forma de compra,
además de significar un atropello al cliente; por no decir “estafa”: los costes de edición
y distribución del eBook son mínimos. La misma plataforma Amazon anima
insistentemente a sus autores a que editen los archivos en papel; la
publicidad de Amazon Publishing muestra más ejemplares de libros encuadernados que
en la pantalla de un Kindle Paperwhite.
Ocurre, en efecto,
que el Kindle Paperwhite (el nombre tiene guasa), como el resto de dispositivos de lectura de archivos electrónicos (Lector o Reader), no ha sido recibido con entusiasmo en el mercado. Conozco a
bastantes personas muy leídas y cultas que me miran con extrañeza y una pizca de recelo cuando les
pregunto si disponen de tales aparatos, capaces de almacenar cientos de títulos
y llevarse en el bolsillo de la americana o el bolso de mano.
No hay duda al
respecto. El público que compra libros, algunos de los cuales lee, opta
mayoritariamente por el libro vegetal frente al digital, el cual es ignorado o
ninguneado. Nada que alegar al respecto. Sólo un comentario sobre un efecto añadido y, a mi
parecer, prescindible: amar el libro en papel no tiene por qué llevar incluido odiar el eBook. Entiendo que ese plus está de más.
Se trata de poder
elegir libremente, aunque la opción (y usted perdone) resulte una elección poco
racional. He leído y/o escuchado a personas jactarse de haber esperado meses y
pagar considerables gastos de envío postal para tener en sus manos ejemplares
(en ocasiones, han cruzado océanos de mar y de tiempo para encontrarse),
cuando por menos dinero y en pocos segundos podrían descargarlos en los
dispositivos que uno desee desde una página web. Anteponen un libro mediocre (si es
en papel) a otro valioso (si es eBook) por su apariencia. Tampoco faltan quieren
tasan el valor de asistir a una exposición o concierto por las horas que han
tenido que esperar haciendo cola para entrar. Me tapo la boca cuando oigo que un autor
intenta demostrar el interés y el mérito de su nueva obra confesando los muchos años
que ha tardado en completarla, como si fuesen elementos directamente
proporcionales; personas hay que la adquieren por ese simple motivo. Sé tú mismo.
Lo dicho y escrito:
elija cada cual libremente, sin engaños ni presiones. Por lo que a mí respecta, la opción es la autoedición digital de los libros que escribo. Al no ser
productos de Feria, este año tampoco estaré firmando en la Feria del Libro en Madrid. Mis libros van firmados por anticipado.
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