En plena crisis de
las ideologías antañonas, los movimientos
conservacionistas y protectores de la Naturaleza —en toda su variedad de
gamas verdosas: verde que te quiero verde—
van buscándose un lugar bajo el sol en la esfera política y el mando
supremo de las democracias posmodernas. Las que no son ni lo uno ni lo otro, no
tienen esos problemas sino que van de por libre, en vías de desarrollo. Los ecoactivistas aspiran a la renovación
de la res pública hasta dejarla hecha una plácida pradera sin flatulencias de
vaca y, ya puestos a la faena, sin vacas flacas (anoréxicas) ni vaquera de
la Finojosa (mileurista). Los pastores del Ser representan la esperanza esmeralda en la nueva era del
fin del mundo; no sé por qué número van, al haber perdido la cuenta.
La derrota de la sociedad burguesa, la de los
huevos encima de la mesa y que come hamburguesa, no pasa en nuestros días
por la toma del Palacio de Invierno (derretido por el calentamiento global),
sino a base de pedalear tranquilamente por el carril bici, y también por anchas
aceras, antes conocidas como la “senda de los viandantes”.
¿Qué dice el mensaje ecologista encontrado
en la botella reciclable? El gran lema emancipador y revolucionario
consistía hasta hace poco en “¡Salvad al Hombre!”, apología del “Hombre Nuevo”.
Pero, hoy el hombre ya no es el centro
del mundo, sino una especie en extinción, inestable y poco sostenible.
Brillan en el horizonte otros mensajes celestes y celestiales: “¡Salvad la Naturaleza!” “¡Tolerancia cero a
las emisiones de CO2!” “¡Viva la Tierra!”
En el principio, fue
el paso del Mito al Logos. Luego, al revés, el Logo se ha hecho Mito, pasando a
ser eco-logo. El relevo regenerador promete una transformación radical de la sociedad:
de lo humano a lo terrícola. El ecoactivismo se apunta así al movimiento
transhumanista.
Todo es ilusión y fantasía, la realidad hecha un sueño, igual que vivir en las nubes sin tener los pies en la tierra. Virtualidades de la Tierra Mítica
Esto es como el
evolucionismo, pero en dirección contraria. Algo así como el regreso al planeta
de los simios. La Tierra ya no estará
dominada por los hombres sino por los monos. Ya lo estamos viendo. Basta
con salir a la calle, encender la televisión o entrar en Internet.
Si
lo natural era el cambio y la
evolución, ahora resulta que lo que se impone es la conservación de la Naturaleza a cualquier coste; subiendo impuestos
a los ricos, por ejemplo. Nada ofendería más, sin embargo, a sus
profetas que ser etiquetados de ecologista
conservador, los cuales presumen, con muchos humos, de amigos de la Tierra,
del Progreso y de la Paz.
La conversión de la ecología en ecologismo (en
realidad, una ecolatría) no ha
sido sino resultado de la ideologización, teologización y mitificación de un discurso que, inicialmente apoyado en el
sentido común y la ciencia natural, se ha desvirtuado de tal modo que compite
abiertamente con los fundamentalismos religiosos. Pues, empeño religioso (y
poco humano) es, sin duda, la sacralización de lo natural y la adoración a la
diosa Tierra.
Dios ha muerto, ¿no? Más o menos. Murió por
los hombres y al tercer día resucitó, adoptando distinta apariencia, no trina
sino muy pluralista. ¿El Hombre
ha muerto? El hombre es carne mortal; carne, a fin de cuentas, ya lo cantaban The Smiths: Meat Is Murder.
Vivir
sin Dios supone ya una costumbre en tiempos de laicismo like a rolling stone. Vivir sin Hombre: se lo tenía merecido. Vivir sin la Naturaleza: ¡ah, eso
no, a la Madre ni mentarla! Sobre la tribuna,
predican los restauradores veganos: “¡Salvad la Tierra Mítica!”, “¡Salvad el
Tigre!”, “¡Sálvese quien pueda!”
El objetivo
prioritario del eco-programa de actuación mundial —gubernamental, económico y
social— entona el Himno a la Naturaleza,
aunque para ello haya que sacrificar la naturaleza humana y actuar contranatura y contra la razón. Aunque
siempre nos quedará el brócoli.
El medio sostenible
para lograr tal propósito es implantar un nuevo
orden ecológico mediante un contrato natural, único modo de salvar la Tierra; contrato que no se realizaría entre
hombres libres sino entre terrícolas, microorganismos y alcornoques.
La Naturaleza no es
racional, como pensaba Hegel de la realidad, sino gravedad, porque, según dicen
quienes saben de esto, la situación de la Naturaleza es grave, de emergencia
planetaria. Yo, como no entiendo, me
entretengo, mientras termina de cocerse el apocalipsis al vapor, imaginando estar en un parque de atracciones monotemático, donde reina Blancanieves, corretean el Pájaro Loco y sus
amigos, predica Pocahontas y el servicio de seguridad está a cargo del sheriff
Woody.
Todo es ilusión y
fantasía, la realidad hecha un sueño, igual que vivir en las nubes sin tener
los pies en la tierra. Virtualidades de la Tierra Mítica.
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