Desde una mirada no progresista del asunto, la escuela ha llegado a convertirse en materia de alerta y preocupación en las familias, una institución de alto riesgo para niños y jóvenes: centro de adoctrinamiento ideológico, acoso y coacción (alumno-alumno, profesor-alumno) y apoteosis de la pedagogía contracultural en detrimento de la instrucción y la formación integral de las personas; laboratorio de movimientos totalitarios, donde ensayan la “revolución cultural” para su posterior extensión en el conjunto de la sociedad; y demás desmanes.
En Estados Unidos (también en Australia, Canadá y otros países), como reacción al concepto de educación obligatoria y regulada por las instituciones del Estado y/o el Gobierno, es cada vez más influyente la homeschooling (educación en el hogar), expresión plena de la libre opción de los padres a la hora de decidir sobre la educación de sus hijos, ordenada desde la propia sociedad (por las familias) en agrupaciones coordinadas en redes a fin de compartir experiencias y organizar actividades en grupo, iniciativas que eviten el aislamiento de los niños.
Obligatoriedad, uniformidad curricular y socialización son elementos esenciales en un ideario de “progreso” ("progresista") y de “mundo feliz” (que se aproxima cada día más al abismo totalitario), así como en la misma salud física y mental de los pupilos. Circunstancias y horizontes que, por definición o por defecto, no conducen a un mundo mejor ni animan al optimismo.
* Factfulness (2018;
en edición preparada, tras su muerte, por Ola y Anna Rosling), lleva como
subtítulo esta directa y rotunda declaración: Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué
las cosas están mejor de lo que piensas.
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Fragmento, corregido y aumentado, incluido en el artículo «Optimismo en progreso», publicado en Cuadernos de Pensamiento Político (Fundación FAES), nº 63, julio-septiembre 2019.
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