sábado, 26 de septiembre de 2020

MÁSTERES DEL UNIVERSO: SOSPECHOSOS HABITUALES

1. Másteres del Universo

No es esta una historia de ciencia ficción (aunque dé la impresión de estar ambientada en el Planeta Rojo), sino situada entre el género policíaco y el realismo sucio, en la cual se describe un panorama desolador y corrupto como la sociedad misma, de guerra (sin cuartel ni código de honor, mas sí del hampa), un paisaje gris y mortecino, por donde diríase que ha pasado una tropa bárbara con la correspondiente (y obediente) milicia en la retaguardia, con la tarea de rematar a los caídos y recoger los restos. Por donde pasan los jinetes del apocalipsis de ahora es difícil que vuelva a crecer la hierba, porque lo están dejando todo perdido.

La «aldea global» no está gobernada desde las pedanías —o sea, desde los Estados—, sino desde un Consistorio General, regido con Vara de Mando Único, que estructura, formal y oficialmente, la diversidad desestructurada. Para hacerla efectiva, es preciso formalizar y hacer patente una Oligarquía, selectiva y estratégicamente situada, aunque bruta y sin clase (mal denominada «élites», impreciso plural) que decide manu militari, sin pactos ni contemplaciones, sin consenso ni parlamento ni aplazamiento burocrático alguno, tarea ésta para peones, los muy creídos, tan cretinos como crecidos, es decir, los departamentos de poder low cost (más que Gobierno, Ejecutivo), que todavía no se han enterado de que el «rey va desnudo» y ha llegado el momento de confeccionar «el nuevo traje del emperador».

Y digo «formalizar» porque el referido Grupo Supremo ya existe desde mucho tiempo atrás, trabajando bajo sombrilla, de modo «discreto», despachando pequeñas cuestiones, «pequeñas» para el auténtico poder que tienen, y preparando el terreno para el último y definitivo asalto del combate, la lucha final.

Y digo, asimismo, «selecta y exclusiva» no tanto en sentido de élite cuanto de intelectual. Los Másteres del Universo de los que aquí hablo, quienes se consideran los amos del mundo, han tomado el perfil de «intelectual» como careta: se creen muy listos, expertos facultativos, seres superiores frente a la gente común; conciben complejos planes y proyectos de un «mundo mejor», ideas supremas e incontrovertibles, que si el vulgo raquítico no entiende ni comparte es por mera ignorancia; frustrados por su condición de sabelotodo más que por sabios; se consideran incomprendidos e infravalorados; están despagados al sentirse mal pagados, de modo que sus teorías sólo pueden ser aplicadas por  la fuerza y mediante violencia, las que los medios políticos y la política de los media les garantizarán.

Ha llegado el momento de dar el Gran Salto Adelante, sin prisas y sin pasos atrás. Tienen todo el tiempo del mundo.

El estado físico y mental de las masas ha sido evaluado (testado) desde hace años. Las pruebas (las de tipo test son más rápidas y fáciles de corregir) que se les aplica siempre dan positivo, es decir, que están preparadas y bien dispuestas para el sacrificio. Si se ignora o contradice a los «señores de la guerra», intelectuales orgánicamente organizados, hirviendo de odio y resentimiento, son capaces de todo, no importa las consecuencias en la población. Para que aprenda… Su ética sin principios, tampoco contempla la responsabilidad. He aquí un ideal tiránico y feroz que, sin embargo, no llega al nivel de Despotismo Ilustrado.

Los problemas de la «gobernanza» en el mundo han adquirido un cariz global. Las soluciones a los mismos requieren, en consecuencia, una respuesta global, rápida y sin objeciones, a diferencia de lo que ocurre con las instituciones todavía vigentes, corroídas por la inacción y la inoperancia, la corrupción, la rutina y la inercia, el aplazamiento de soluciones, las reuniones y las «comisiones de investigación». La globalización llama al globalismo. He aquí el diagnóstico de los Másteres del Universo.

¿Conlleva esto la prescripción de un Poder Supremo, autoritario y totalitario, algo así como la figura del «Gran Hermano» sospechada por George Orwell en su novela 1984? Sí, creo que algo así.

WHO? No tengo suficiente información como para señalar a nadie en particular, excepto a los se han señalado a sí mismos. Mas, si barrunto que no están lejos de estos movimientos grandes corporaciones de ámbito mundial, foros internacionales, poderosos magnates de medios de comunicación, de la banca y de las finanzas, casas reales, presidentes y ex presidentes de repúblicas, compañías y empresas que controlan la información y la transmisión de datos, fabricantes de sistemas operativos informáticos y de software, millonarios perversos (no al revés suele decirse, siguiendo la consigna pobrista y dinerofóbica); entre otros. Todos ellos, mundialmente conocidos, en muchos casos, hasta populares, por su labor filantrópica, solidaria y comprometida con los nuevos tiempos y las nuevas tendencias, las cuales, en buena medida, han fomentado a su vez. También por misiones de mediación y arbitraje, de consejo y hasta de advertencia implícita, de publicidad propagandística. Mas, de sus actuaciones secretas, claro está, poco se dice, por obediencia o miedo. Y quien airea sospechas es tomado por loco.

A propósito de estas sospechas reincidentes, ¿qué declara la opinión pública? Bah, fabulaciones de «conspiranoicos». Mientras tanto, suda…

Hay dos tipos de paranoico: quien afirma ser acosado, mientras permanece confinado en casa, sobre la que revolotean drones y helicópteros muy oficiales, y el que, aun siendo perseguido de veras, no cree tal cosa porque se le antoja algo increíble. 

En el tiempo que reinaba en el mundo COVID-19, el coronado paranoico viral (también conocido como «covidiano») no sale del apartamento ni deja que nadie le toque; tras un simple estornudo o golpe de tos, exige tests masivos y universales, confinamiento general, por si acaso, o amenaza con ir a Urgencias del hospital más próximo; hace acopio de mascarillas y papel higiénico; cuando se pone el sol, sale al balcón y realiza un ritual hechicero para espantar enfermedades y muertes. «Si fuera verdad eso de la conspiración, ¿por qué no sale en televisión…?». Así crece y se multiplica el virus social.

Guerras, revoluciones, pandemias enmascaradas (también llamadas «plandemias»), entre otras calamidades, reactivan las bajas pasiones, saliendo a flote lo peor de cada cual entre la población: fobias, cobardía, agresividad, autoritarismo, mezquindad, delación, servidumbre, sumisión, &c

Lástima. Debe reconocerse que la mayor parte de quienes siguen la pista a los grupos desestabilizadores que pretenden dominar el mundo (Club Bilderberg, Comisión Trilateral, ONU, OMS, FMI, &c) son personajes, por lo común, algo estrafalarios, más inclinados al show business y la declamación teatral que al análisis solvente y sereno. Actuando en la marginalidad y los escenarios off-off, no extraña que intenten llamar la atención de cualquier modo, a veces con maneras provocativas. Todo lo cual, me temo, no despeja la sospecha general, sino todo lo contrario. En la corte real, el bufón es el único que tiene valor para decir las verdades delante de su majestad.


 ¿Un plan diabólico? El mejor truco realizado por el diablo fue convencer al mundo de que no existía y así moverse entre las sombras. Pero, en esta historia, ¿quién es el diablo? Busquen entre los sospechosos habituales


2. Virulencia y «Nueva Normalidad»

¿Significa esto que vamos hacia un nuevo «modelo» de sociedad, teledirigida, supervisada y planificada al máximo, formada por seres robotizados, zombies, máquinas parlantes que repiten lo que oyen, que obedecen y se vigilan entre sí, en la que los viejos principios de la civilización —vida, libertad, propiedad privada— dependientes del propio individuo, serán borrados del mapa? En efecto, así es, según creo. De esa «Vieja Normalidad» (por algunos, añorada), venimos.

No revelo, por tanto, nada nuevo. Tampoco nada que puede tildarse, en rigor, de paranoico. A la racionalidad y la experiencia me remito. Señalo que la perspectiva de la Humanidad en Peligro no pertenece al género de la utopía (ni de la denominada «distopía», término equívoco: toda utopía es, por principio, una falsa ilusión, indeseable, aterradora, inhumana[i]) ni de la ciencia-ficción, como ya he dicho al principio. Constituye una cruda realidad. En rigor, describo una circunstancia existente (¿de qué asombrarse, pues?), pero certificada en el presente a modo de atestado, custodiada por la policía, con sello oficial y próximo chip incorporado en el «Nuevo Hombre» de la «Nueva Normalidad». He aquí una expresión clave (y en clave, con función de consigna o contraseña) en este asunto; tampoco novedosa, por otra parte. Se ha atribuido[ii] el empleo público y generalizado del término «Nueva Normalidad» al ex presidente del Deustche Bank, Josef Ackermann, en unas declaraciones efectuadas en septiembre de 2011 a propósito del crecimiento insostenible de la deuda pública y la necesidad de su terminante solución, no de meros y repetitivos aplazamientos, como se ha hecho hasta ahora.

El término, aplicable a otros contextos de mayor amplitud, ha sido recuperado recientemente, adquiriendo un relieve singular en la presente Crisis mundial, encapsulada en una fantasmal enfermedad viral (virulenta) con nombre de clave secreta o servicio de Inteligencia: COVID-19. De momento, repárese en un dato. Las mismas consignas suelen coinciden y se repiten en distintos idiomas. 


A la hora de definir el inmediato futuro: en inglés, new normal; en alemán, neuenormalität; en francés, nouvelle normalité; en chino, 新常, en japonés,日本語; en ruso, новыйнормальный; &c. O este otro palabro: «Desescalada»…; en inglés, «deescalate». Contrato social; en inglés social contract; y  en este plan.

En la neolengua de la Nueva Realidad, la mayor parte del significado de los términos hasta ahora empleados precisa de redefinición.

El lenguaje (antes que el humor, según el tópico) es la primera víctima en una «guerra», pero no por fallecer sino por desfallecer, pasando de mero instrumento de comunicación a erigirse en categórica arma de propaganda. ¿Qué siempre lo ha sido? Cierto. Pero, ahora todavía más.

Un experimento precisa de prueba y ensayo, de tests y sondeos, tanteos y maniobras, de simulacros, trastornando así la realidad para que los individuos vayan acostumbrándose al mañana programado. El ser humano, a escala global, ha sido reducido a cobaya de laboratorio, al albur del «terrorismo de los laboratorios» (Ortega y Gasset).

¿Otra invención? Creo, más bien, que todo está inventado ya.

 


3. Ensayo y representación

Recuerde el lector de dónde venimos a fin de juzgar a lo que hemos llegado… Reflexione sobre las «vigencias reinantes» en el antes de esto, para completar el rompecabezas.

El terreno estaba abonado de Oriente a Occidente para coronar a la rampante Oligarquía mandataria, al mandarinato de las mal denominadas «élites», es decir, de los poderes fácticos, bien dispuestos a institucionalizar un renovado statu quo, planificado, un programa preinstalado, con el «capitalismo» en estado de coma; la opinión pública, dominada y domesticada; los medios de comunicación, esperando instrucciones; la división de poderes, muerta y enterrada; una estructura institucional hundida en su propio fango de corrupción, debilitada por pequeñas guerras internas (desde las comunidades tribales a la democracia de partidos); una deuda pública desbocada e incontrolada, que no puede perderse en el horizonte de la «deuda perpetua» (mientras Bancos centrales, Reservas federales y Gobiernos no desconectan la máquina de emitir incesantemente más dinero y más deuda); un Estado de Bienestar insostenible por más tiempo; un gasto público desbordado que alguien deberá pagar, pues las subidas de impuestos han de tener un límite o se seca a la vaca y nos quedamos sin leche, las instituciones vigentes no lo ponen, luego hay que limitarlas a ellas; el plan de eliminar el dinero en efectivo y sustituirlo totalmente por la transacción electrónica (para fiscalizarte mejor…) &c.

Sólo faltaba una oportunidad para rematar la faena, elegir al superagente idóneo que abra y cierre todas las puertas, la Gran Excusa para aplicar cualquier medida, tomar una decisión o n o tomarla, hacer que las órdenes se cumplan y quede consolidado el nuevo orden mundial concebido por el Gran Leviatán.

La actual crisis global con traza de fenómeno viral, de apariencia  pandémica, presenta muchas similitudes con la crisis económica de 1929, tanto en el orden económico (agotamiento de un modelo socioeconómico) cuanto en su resolución (New Deal que desembocó en la Segunda Guerra Mundial; de hecho, ya está sobre el tapete la actuación de un New Deal 5G). A partir de 1945, comenzó un periodo de esplendor del capitalismo, capitaneado por Estados Unidos, vencedor de la contienda, en directa oposición con otro de los vencedores, la Unión Soviética, cuartel general y guía espiritual del comunismo. Tras el derribo del Muro de Berlín y el colapso del «socialismo real» en los países del Telón de Acero, el «Gran Timonel» del totalitarismo a escala global es, actualmente, China, a la sazón, primera potencia económica mundial embarcada en una política expansionista de dimensiones descomunales. Por ello, es objetivo prioritario del Alto Mando de la «plandemia» neutralizar y bloquear las naciones que podrían ofrecer suficiente resistencia como para frenar su avance, aquellas, no es casualidad, que formaron la élite de países aliados contra el Eje durante la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda. Canadá es un caso perdido, degenerado en Estado fallido (que podría recuperarse, como ha ocurrido con Suecia).

En poderío económico, la República Popular de China hace años que ha desbancado a Estados Unidos, encerrado éste en una estrategia de defensa proteccionista, intervencionista y, sobre todo, de desgaste interior, herido por múltiples querellas internas y enfrentamientos civiles como no se recuerdan desde la Guerra de Secesión (¿otra circunstancia casual?). China lleva la iniciativa, y para mentes dementes y sin recatos, puede servir de «modelo» a universalizar, de acicate, de desencadenante, de cebo: de pirómano a la vez que bombero. La Propaganda programada habla cada día de cosas de China, como si tal cosa, a fin de ponerla de moda.

Los Másteres del Universo no tienen ideología. Ni patria. Ni principios. Ni escrúpulos. No aceptan acuerdos ni alianzas. Son fanáticos. Creen ciegamente en su proyecto delirante, porque es suyo y supone la materialización de una vieja utopía: el Mundo Perfecto hecho realidad. Convencidos como están de ser lo que conviene para la transhumanidad. Su objetivo consiste en la dominación total (totalitaria) del mundo, aprovechando las infraestructuras y «vigencias reinantes» con las que poder avanzar como en un paseo militar.

¿Sorprendidos por esta declaración? Max Weber, en la célebre conferencia dictada en 1919, El político como vocación, afirma:

 

«quien se mete en política, es decir, quien accede a utilizar como medios el poder y la violencia, ha sellado un pacto con el diablo, de tal modo que ya no es cierto que en su actividad lo bueno sólo produzca el bien y lo malo, el mal, sino que frecuentemente sucede lo contrario. Quien no vea esto es un niño, políticamente hablando.»


No conozco a nadie que acuse a Weber de «conspiranoico». Si en la política a escala media se acepta dicha caracterización, ¿qué decir de quienes se meten en Alta Política con relevancia y supremo poderío, con el propósito, declarado, de cambiar el mundo e instaurar un Nuevo Orden Mundial?

 

4. Conclusión

La tremenda crisis global enmascarada bajo la contraseña COVID-19 no es una pandemia más (acaso ni siquiera pandemia entendida en términos estrictamente sanitarios), ni un accidente ni un mero contratiempo. Demasiadas coincidencias y similitudes creíbles entre países muy distintos y alejados geográficamente entre sí. Demasiada universalidad y sincronización convergentes. Demasiado globalismo manifiesto; similares protocolos de actuación y hasta eslóganes, en un mundo tan dividido y «polarizado», en el que ninguna calamidad ni conflicto anterior, incluso de mayor envergadura que la pandemia coronada, propició siquiera un simple encuentro diplomático y aún menos un quorum. Demasiado uso de fuerza y coacción en la limitación de derechos y libertades, para tratarse supuestamente de un asunto de «salud pública». Demasiadas piezas que no encajan. Demasiadas presuntas casualidades a escala planetaria.

El pandemonio devenido tras la declaración de la «emergencia sanitaria», ha adquirido toda la apariencia de experimento programado de ingeniería social a nivel global, mediante el que pulsar el estado físico y anímico de la población mundial (¡nada menos!), la capacidad de reacción y las diferencias en la respuesta, los rechazos y comportamientos de los anticuerpos y de los renuentes al «Nuevo Paradigma», de todos sin excepción: los que dan positivo o negativo, los asintomáticos y escépticos, los apáticos, los patéticos, los que ponen cara de pena y los que pasaban por allí...

 Tampoco es esto nada sorpresivo. Recuérdese que la actual «emergencia sanitaria» releva (o solapa) a la reciente «emergencia climática» proclamada a los cuatro vientos, que diríase ha cedido el paso, la prioridad y el titular mediático a la emergencia con corona, al haber cumplido su misión de experimento previo, maniobra de distracción. «Emergencias» que, según convenga, podrán hacerse coincidir, como capítulos de un mismo relato. ¿Será que aquélla ya dio todo de sí y no tenía liderazgo de altura para mantenerlo vivo por más tiempo? ¿O será una mutación de la otra? ¿O su telonero?

En la nueva Gran Parada, con más pompa que circunstancia, han sido movilizados millones de individuos (antes «ciudadanos»: la tropa en la «Nueva Guerra») con planes de actuación («protocolos») sospechosamente compartidos y parecidos entre sí, al tiempo que han sido inmovilizados («confinados», lockdown) en sus casas miles de millones de personas. He aquí una sobreactuación insólita, fenomenal, que, por presunto azar y en un escenario aislado, hubiese resultado inaudita. Representado en el gran teatro del mundo, sin supuestos ensayos ni guión previo, y con todos los personajes repitiendo similar papel, se me antoja sencillamente inverosímil. Mucho más que una hipotética «conspiración».

Todo lo cual apunta a una representación escenificada, minuciosamente calculada y preparada, con un derroche de medios a la altura de una Nueva Coronación que literalmente ha acaparado toda la atención y paralizado el mundo, la vida y el trabajo de las personas, pendientes de las noticias y las disposiciones oficiales, de qué pueden o no pueden hacer según cada día, petrificados por el pánico ante el televisor, esperando órdenes.

El mapa de la batalla de Waterloo o el dispositivo organizado en el Desembarco de Normandía se me antojan un juego de niños en comparación en esta demostración mundial, próxima en aparatosidad y efectos especiales a la Guerra de las Galaxias.

A diferencia de las guerras del pasado, el cuerpo de sanitarios no ha ido a la zaga y custodiando a las tropas del ejército, la Policía, las «brigadas populares», los voluntarios y los palmeros, sino al revés. La vanguardia del despliegue calculado y calculador de fuerza política, así como de prueba de pánico y resistencia social (tanto de individuos como de instituciones), ha venido vestida  de uniforme; en esta ocasión: bata blanca, mascarilla y guantes de vinilo, como elementos básicos. Una cifra alta de bajas se da por descontada, aunque no llegue a ser contada de verdad. No se ha sabido, con exactitud, en ninguna guerra. En representación terrorífica, demasiado realista, todos los personajes en escena interpretan el papel de enfermos: presuntos, posibles, probables, supuestos, comprobados, curados, recaídos…

Después del experimento general aplicado a escala planetaria, vendrán otros, con distintos nombres y variadas excusas. Hasta que las pruebas previstas hayan dado el resultado esperado y haya sido anulada toda resistencia, indocilidad, disensión, desobediencia. La anunciada vacuna (vaya usted a saber su contenido y efectos), de presumible aplicación obligatoria a toda la humanidad, naturalmente, puede llegar a suponer la definitiva transformación del individuo en el Nuevo Hombre: del zombi patente al zombi patentado. Y llegue así el momento de la proclamación del Nuevo Orden Mundial, la «Nueva Normalidad».

La Propaganda Oficial afirma una y otra vez que «esto pasará pronto», aplaudiendo la prueba de laboratorio a escala global. Pues atienda a esto, lector: quien transmita el mensaje, ese será el traidor…

Se habla de un periodo de «incertidumbre» en el horizonte. Esto no significa nada —o sea, miente quien lo diga—, pues todo futuro es, por definición, incierto. Lo altamente previsible es que lo que está por venir («Nueva Normalidad») será más de lo mismo (lo de antes: ¿«Antigua Normalidad»?), pero, todavía, con menos vida, libertad y derecho de propiedad privada que antes, bastiones civilizatorios fatalmente avasallados.

¿Un plan diabólico? El mejor truco realizado por el diablo fue convencer al mundo de que no existía y así moverse entre las sombras. Pero, en esta historia, ¿quién es el diablo? Busquen entre los sospechosos habituales.



NOTAS

[i] Para un examen más extenso del concepto de utopía, véase Fernando Rodríguez Genovés, Fiat utopia et pereat, mundus, en la revista El Catoblepas, http://nodulo.org/ec/2002/n003p07.htm

[ii] Santiago Niño-Becerra, El Crash. Tercera Fase, Roca Editorial, 2019.

 

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