I
En el
ámbito de la publicidad y los estudios sobre comunicación, suele entenderse por
“publicidad gratuita” el lanzamiento de campañas o simples anuncios de carácter
publicitario que consiguen llamar la atención del público, por cualquier medio,
y sin coste económico alguno por parte de la empresa, institución o persona
objeto de la difusión y el reclamo, de los cuales teóricamente se beneficia. Lo
cual significa en la práctica, con los “medios pagados”, traducción, justamente,
de la expresión earned media que
vierte al idioma inglés la fórmula en español “publicidad gratis”.
En el presente continuo en el que vivimos peligrosamente, comunicación y manipulación se solapan entre sí, lo mismo que publicidad y propaganda gratuita vienen a ser lo mismo. “Gratuita” significa, entre otras cosas, que propagar bulos al vulgo sale gratis, a la par que resulta una tarea innecesaria. Los aparatos de Propaganda se ahorran las campañas “orquestadas” y el flujo noticiero en la medida en que es el propio consumidor y usuario (mensajero del miedo, correveidile, internauta autómata) quien confecciona, de manera consciente o no, la cadena del lenguaje y de la acción. Ya en la segunda mitad del siglo pasado, disertaba Jürgen Habermas sobre la “acción comunicativa” (1981), y bastante antes, José Ortega y Gasset afirmó: “El decir es una especie del hacer” (Origen y epílogo de la filosofía, 1929).
Observando desde la barrera, los Obama forman un coro de carcajadas con la desenvuelta Vice de ida y vuelta, aguardando su próximo ascenso a la Casa Blanca, así denominada todavía la sede de la Presidencia
Reparemos en algunos modos de producirse tal prodigio.
Desde que fue coronado el Virus por antonomasia y por demasía, los Gobiernos han impuesto por doquier paquetes de restricciones, alentados en buena medida por la opinión pública, que exige que hagan algo, lo que sea, una vez anunciado que un bicho andaba suelto con intención de comerse el mundo. Ahora, al invitado a entrar no hay manera de hacerle salir.
Las Autoridades economizan en control y seguimiento del uso obligatorio de mascarillas y la orden de “distanciamiento social”, pues la participación ciudadana (previamente aleccionada en dos tardes de televisión y practicando la Nueva Ciudadanía) y la cooperación empresarial (Nueva Gerencia) son las que vigilan y coaccionan a viandantes en la vía pública y a clientes en los establecimientos a fin de cumplir las normas.
Los portavoces de la Política Sanitaria pueden afirmar —en esta ocasión, ajustándose a la verdad— que es la población la que reclama insistentemente el plan, universal y forzoso, de vacunación, sin que sea preciso convencerla con campañas interminables de concienciación sobre el experimento: los mismos paisanos animan a familiares, amigos y vecinos a probar en la suerte de banderillas, recordando al reticente a lo que se expone si desoye la voz popular.
II
La lista podría alargarse hasta la extenuación. Referiré sólo una muestra más de “publicidad/propaganda gratuita”, relacionada con la nueva administración instalada en el poder en EE.UU. por correo exprés.
Considero muy fundada la
interpretación según la cual el Partido Demócrata, hoy en la cumbre del Poder
en Washington, postuló al puesto de Presidente a Joe Biden y al cargo de Vicepresidente
a Kamala Harris con un Plan B en la manga. Biden es un anciano con todos los
indicios de padecer demencia senil y Harris, una representación contemporánea del
Black Panther Party (Panteras
Negras), al tiempo que la voz de sus amos, los Obama, quienes de hecho mandan
en América desde antes y después de acceder Barack Hussein a la Presidencia en
2009.
Todo
indica, pues, que Biden es un “hombre de paja” y Harris, una “tapada”, es decir,
la Presidente in pectore, como así
fue presentada, sin incurrir en lapsus linguae, en diversos actos
públicos durante la pasada campaña electoral. En la primera fase del mandato,
Biden hace como que ejerce de Presidente, mientras Harris trabaja en la sombra
con discreción, y cuando aparecen juntos en actos públicos, se sitúa ostensiblemente
en un segundo plano; la mascarilla encubre en estas puestas en escena la más
que probable risa de la chispeante miss Harris, muy inclinada al carcajeo y la
guasa, reveladores de que está tan lanzada que no se puede aguantar. Los
estrategas demócratas aguardan el momento oportuno para propiciar el relevo,
constitucionalmente contemplado, en caso de clara incapacidad del Presidente,
varón y blanco, blanquísimo, casi cerúleo, y situar en la Casa Blanca a la
¡primera Presidente negra en la historia de América!
Pues bien, ese "momento oportuno" puede concedérselo gratis la campaña desatada en los medios de comunicación y aupada por los periodistas alternativos y Espontáneos Anónimos en las redes sociales, ¡nominalmente opuestos a la administración Demócrata! Muestran sin compasión múltiples intervenciones y comparecencias del actual Presidente, así como documentación de archivo, que evidencian lo evidente: no es un más que un septuagenario enfermo y patético haciendo el papel de Presidente, a menudo sin recordar ni poder leer en el teleprompter el guión que le han preparado. Esta iniciativa de desgaste y descrédito del personaje, amén de cruel y redundante, resulta inútil (no es un medio para devolver a Trump la presidencia burlada y birlada) y aun contraproducente, pues ofrece la excusa perfecta para que el Partido Demócrata presente el reemplazo atendiendo al clamor popular, y no producto de un plan previo ni de estratagema alguna.
Observando desde la
barrera, los Obama forman un coro de carcajadas con la desenvuelta Vice de ida y vuelta, aguardando su próximo ascenso a la Casa Blanca, así denominada todavía la sede de la Presidencia.
Sí,
admira la facilidad con la que a algunos la propaganda les sale gratis,
mientras envían la cuenta al mensajero torero.
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