En el ensayo Nombre, origen, intento, recomendación y descendencia de la doctrina estoica, de Francisco de Quevedo, pueden leerse estas sagaces reflexiones:
«Los filósofos mayor reconocimiento tuvieron siempre al lugar que les fue oportuno para discurrir, y a quien les dio el ocio para asistir en él, que a los maestros que les enseñaban. […]
»Aquel lugar que los guardaba la soledad en el rumor de las ciudades; aquel sitio que los vedaba su ocio en la ocupación espiritual; aquel huerto que con unas tapias juntaba los estudiosos y apartaba los solícitos; aquel pórtico que guardaba el retiramiento para el logro de todas las horas, sin el cual ni los maestros pudieran enseñar ni los discípulos aprender, con razón merecieron el blasón de las profesiones; y por esto el nombre y reconocimiento de padres, los ministros y reyes que disponen en las repúblicas el ocio que estos lugares guardan y logran. […]
»Infinita reverencia se debe a los tabernáculos, atrios y casas divinas. Grande amor y reconocimiento a los pórticos y retiramientos virtuosos; y sumo aborrecimiento a todos los lugares y escuelas en que se juntan los malos y los pecadores.»
Me complace comprobar la coincidencia de
perspectiva y contenido que comparten dichas palabras, provenientes de un autor
que tanto fuste, con el propósito que animó la composición de mi ensayo Saber del ámbito. Sobre dominios y esferas en el orbe de la filosofía. Acaso merezcan estar reunidos en este sitio, en
el blog, ámbito de librepensadores y pensamientos libres.
El texto original fue galardonado en la
XVII edición (1999), en el marco de los «Premios Ciudad de Valencia», con el «Premio
de Ensayo Juan Gil Albert», y publicado en el año 2001 por la editorial Síntesis.
Texto CONTRAPORTADA
«El presente ensayo invita a una pesquisa acerca de la adecuación entre personas y lugares, ideas y entornos. La particular configuración y naturaleza de los espacios en los que se ubica la producción intelectual y la influencia que ejerce en sus moradores componen un singular marco físico y un escenario espiritual que denomino ámbito.
Se trata, pues, de saber del ámbito y sus dependencias, para reparar asimismo en el ámbito de saber que acoge las cogitaciones de los filósofos y condiciona el tipo de conocimiento resultante. En unos casos, se descubre una luminosa esfera y, en otros, un rígido dominio, pero siempre sus trazas quedan marcadas por un distintivo signo de procedencia, el nido que las incubó.»
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