«el amante del conocimiento debe escuchar sutil y diligentemente, debe tener sus oídos en todos aquellos lugares en que se hable sin indignación. Pues el hombre indignado, y sobre todo aquel que con sus propios dientes se despedaza y desgarra a sí mismo (o, en sustitución de sí mismo, al mundo, o a Dios, a la sociedad), ése quizá sea superior, según el cálculo de la moral, al sátiro reidor y autosatisfecho, pero en todos los demás sentidos es el caso habitual, más indiferente, menos instructivo. Y nadie miente tanto como el indignado.» (F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, 26).
Notable perspicacia nietzscheana: nadie miente tanto como el indignado. La pista se aclara en este punto y las sospechas van confirmándose poco a poco. Pues, ¿no ocurrirá, después de todo, que las exhibiciones de la indignación no pasen de ser ruidosas representaciones montadas con vistas a asegurarse una sencilla credencial de moralidad?
¿Qué forma más palmaria podría haber de precaverse ante la potencial objeción sobre la razón de la desaprobación o protesta sino que subrayándola, acentuándola, con la fuerza de un coro airado que hace tronar la escena?
¿Qué manera habría más llana y cómoda de ganarse el favor del público que cubriéndose con el manto protector de la indignación y disimularse tras la máscara de la pena arrebatada y la rabia?
Probablemente ninguna, ni menos ruidosa tampoco. Según afirmó el filósofo francés Alain, los bebés no son los únicos que se irritan a fuerza de gritar.
Fragmento extraído de mi ponencia, «La indignación: la contrariedad de una emoción», expuesta en el XIV Congreso de la Asociación Española de Ética y Filosofía Política (AEEFP), organizado bajo el título de «La violencia: un análisis ético-político», celebrado durante los días 17, 18 y 19 de noviembre de 2004 en Sevilla.
Puede leerse el texto completo en el número 34 (diciembre de 2004) de la revista El Catoblepas:
Amigo Genovés,
ResponderEliminarUna verdad o una mentira no depende de la forma en la que es expresada. Pero al margen de lo anterior y contrariamente a lo que usted opina, lo importante de estos hechos no fueron las proclamas esgrimidas, sino el hecho de gritar.
Porque hay mucha gente que no tiene ni su cultura ni inteligencia y que no busca ni contar ni encontrar una verdad, únicamente que no la decepcionen.
Un saludo,
Belén Esteban