Adrian
Goldsworthy, Antonio y Cleopatra,
traducción Paloma Gil Quindós, La Esfera de los Libros, Madrid, 2011.
Miles de legajos y documentos, incontables restos arqueológicos
y arquitectónicos, la numismática, todo un fabuloso caudal de material
les ha proporcionado tal cantidad de datos que el trabajo consiste,
acaso más que en la búsqueda de más noticia sobre Roma, en la ardua
tarea de validar los ya disponibles, su contrastación y cotejo con
otros, a fin de darlos por comprobados y confirmados con el mínimo
margen de error posible.
La información con la que contamos
acerca de Marco Antonio no es una excepción de lo que decimos. De la
historia general de Egipto podría decirse, aproximadamente, lo mismo,
aun teniendo en cuenta que en este caso se trata de una civilización
extraordinariamente vasta en espacio y tiempo, y con una complejidad
intrínseca (verbigracia, la prolijidad de sus dinastías) que pone a
prueba la competencia de la historiografía occidental. Pero, de la
biografía y la verdadera historia de la reina Cleopatra hay un gran desconocimiento.
Por su parte, para el gran público
—incluso, para aquel familiarizado con la historia— resulta francamente
difícil no dejarse hechizar por el peso de la leyenda que tanto impacta
en las relaciones, políticas y amorosas, de esta pareja fuera de lo
común. La literatura y el cine han marcado poderosamente la imaginación y
la disposición anímica del lector y del espectador contemporáneo,
problematizando aquellas informaciones aportadas sobre Antonio y
Cleopatra que se apartan, o no confirman, la representación sellada en
su retina e intelecto por la fuerza de la imaginación literaria de William
Shakespeare y la gran imaginería de Hollywood.
En este sentido, es justo reconocer la honestidad de Adrian Goldsworthy a la hora de proponerse narrar la crónica de este momento tan estelar de la historia la humanidad (por decirlo en expresión próxima a Stefan Zweig). Desde las primeras páginas del volumen que ha consagrado al mismo, el autor británico previene y pone en guardia al lector ante posibles influjos distorsionadores de la realidad de los hechos tal y como no es dado referirnos a ellos con rigor y minuciosidad. Nadie niega que Cleopatra fuese un personaje fascinante, una mujer inteligente y con una poderosa personalidad, una de las pocas grandes reinas de jalonan la historia antigua.
En la línea descendiente de Alejandro Magno, fue una
dignataria que tuvo uno de los reinados más prolongados de la
época (circunstancia esta notablemente remarcable en la singular familia
de los Ptolemeos), siendo amante de los dos de los hombres más
poderosos e influyentes de Roma, Julio César y Marco Antonio, con
quienes tuvo descendencia. Ahora bien, de su misma apariencia física, de
su presumible y muy alabada hermosura —acaso lo que ha merecido más
atención general—, poco se sabe con certeza.
TAPIZ DE BRUSELAS S. XVII C. 1620. SERIE DE MARCO ANTONIO Y CLEOPATRA.
LA SALIDA HACIA ACTIUM
LANA Y SEDA.PALACIO REAL DE MADRID. PATRIMONIO NACIONAL
LA SALIDA HACIA ACTIUM
LANA Y SEDA.PALACIO REAL DE MADRID. PATRIMONIO NACIONAL
De Marco Antonio disponemos de más detalles. Pero no cabe duda de que en esta pareja de
protagonistas poderosos, Cleopatra eclipsa a Antonio en muchos sentidos.
Ambos se necesitaban, sea atendiendo a virtualidades políticas, sea a
impulsos afectivos. La influencia de la reina egipcia sobre el cónsul
romano fue siempre más enérgica y activa que la de éste sobre aquélla.
Con todo, ¿es posible separar el destino de sus vidas y sus muertes?
Cleopatra es la última de los Ptolomeos que gobernó Egipto: «Su reino
fue la última de las grandes potencias creadas al desmantelarse el
imperio de Alejandro Magno, y por eso su muerte marca el fin de una era»
(pág. 431). Por su parte, «Antonio fue el último hombre que puso en
cuestión la primacía de Octavio y, así, su muerte marcó el principio de
una nueva era: la del gobierno imperial de Roma, tres de cuyos
emperadores fueron descendientes suyos.» (Ídem). ¿Dos vidas paralelas? Probablemente. Lo indiscutible es que estamos ante dos vidas para leerlas.
A destacar que la edición dispone de
dieciséis mapas y planos, lo cual es un buen tanto a su favor, cuando lo
habitual es la ausencia; cuatro páginas con árboles genealógicos, una
Cronología muy detallada, diez páginas de Glosario, Notas y una
importante Bibliografía. En conjunto, una edición cuidada y de lectura
agradable, destinada a un amplio sector de lectores no especializados,
pero interesados en la historia de la época y en estos personajes de los
que tanto el cine como la literatura nos ha dado una versión algo más
edulcorada.
Adrian Goldsworthy es historiador británico, nacido en 1969, especializado en el mundo antiguo, y en Roma, muy en particular. Estudió en el St. John’s College de la Universidad de Oxford, donde se doctoró en 1994. Tras haber ejercido en distintos centros educativos, en el momento presente dedica su actividad a la escritura.
La bibliografía del autor es amplia y muy notable. Hasta la fecha, han sido traducidos al español: La caída de Cartago: las guerras púnicas (2002), El ejército romano (2005), Grandes generales del ejército romano (2005), César: la biografía definitiva (2007), La caída del Imperio romano. El ocaso de Occidente (2009). En la actualidad, escribe una detallada biografía del emperador Augusto.
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