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He examinado en otros sitios el fenómeno fenoménico del doble
y la ilusión (humanoide: demasiado poco humana) de ser otro. Para ello reparé,
entre otros referentes, en el célebre Mito de la Caverna, expuesto por Platón en el
diálogo República, y en la figura de Narciso. El asunto remite, por una parte, a los orígenes del
pensamiento filosófico occidental; las
parejas conceptuales apariencia/realidad (en el plano ontológico) y
opinión/conocimiento (en el plano epistemológico). Y asimismo apunta a un tremendo malentendido en la opinión pública
y en las creencias colectivas asumidas por la sociedad contemporánea, como
es el definir ésta según la etiqueta de «sociedad
narcisista», queriendo hacer significar con ella un comunidad egoísta y
autorreferencial, ensimismada y recogida en sí misma, en la cual los individuos
se aman a sí mismos por encima de todo, se quieren en sí y para sí,
enamorándose, en fin, de lo que son. Ocurre, sin embargo, lo contrario,
consecuencia, aunque no única ni exclusiva, de la desacertada forma de referirse a la leyenda de Narciso. Y es este
extravío, esta ilusión, esta atracción dependiente de lo mítico y lo legendario,
esta fenomenal confusión entre lo original y la copia lo que pongo en cuestión
y llamo al orden (racional y
comprensivo).
Y por si esto fuera poco, asistimos en el presente
continuo a la apoteosis de la empatía,
por no decir “ebriedad” de otredad, y comodín multiusos. Ilusión de
ilusiones, todo es ilusión en este submundo creado por un gentío que repite como un loro sin logos, incansablemente, la
palabra macabra (Em-pa-tía), sin saber de qué está hablando.
Comoquiera
que el asunto da mucho de sí, según puede comprobarse por la bibliografía
acumulada, me propongo dedicarle ahora un nuevo capítulo (en rigor, sólo un
apunte, que no será el último), poniendo el foco de atención, en esta ocasión,
en el impacto del doble en el mundo del espectáculo: la escena, el cine, la
televisión, etcétera.
Hoy, programa doble. Los remedos constituyen el refugio de los remisos y los ilusos, así como los falsos remedios para la carencia de creatividad y de producción propia. El espejismo fantasioso ha reemplazado a la imaginación creadora
El recurso dramático y cómico a la dualidad de y en
los personajes constituye una constante
en las artes y en la literatura desde tiempo inmemorial; prácticamente, desde sus inicios: repare el lector, por ejemplo, en La Odisea de Homero. En
el cine, la filmografía de Gregory La
Cava, de Alfred Hitchcock y de Billy Wilder, por citar sólo tres
nombres, vuelve una y otra vez en buena parte de sus títulos al hilo argumental
del doble y de la dualidad, fuente inagotable de enredos, misterios, tribulaciones
y otros cuentos, que dan mucho juego en el desarrollo de la acción y la
narración.
Tratándose el doble de un elemento
veterano en el espectáculo, percibo, no obstante, una recurrencia y un impacto
muy perceptible en los últimos tiempos, derivados, si no ando errado, de dos bloques de motivos
principales: 1) la falta de
originalidad y creatividad, esto es, el ostensible
déficit de ideas y de imaginación, que evidencia el oficio del espectáculo en
la era contemporánea; y 2) la huida del individuo de sí mismo (a través del espejo), el pánico a la
responsabilidad (conducta por negación y
reactiva) y el refugio en instancias ajenas (utopismo turístico y apego a la masificación). Todo lo cual
patentiza ausencia de amor propio y
deseo de ser otro. Veamos varias muestras de doblajes espectaculares.
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Algunos de los espectáculos musicales
con mayor audiencia y recepción entre el público (especialmente, de edad
madura… en adelante) son aquellos que recrean, imitan o rinden tributo a celebres artistas del pasado reciente, cuando no
del mismo presente. Dobles e imitadores de Los
Beatles, Queen (o sea, Freddie Mercury), ABBA, Led Zeppelin, Michael Jackson, Elton John, Elvis Presley,
Bob Marley, U2, Rolling Stones, Mecano, Héroes del Silencio, El
Último de la Fila, Lina Morgan, Camilo Sesto, Lola Flores; la imitación de humoristas daría para un listado
propio. Lo que tuvo su precedente en el karaoke,
las películas coloreadas, las fiestas infantiles, juveniles y de la
tercera edad (fin de curso, Halloween, fiestas de disfraces, festivales, verbenas y festejos veraniegos, excursiones del Imserso)
y los programas al uso en radio y televisión tienen hoy continuación ampliada en canales específicos en YouTube y en los mal llamados “conciertos”
de Tributo a… (resérvese el término “concierto”,
lo ruego, para música clásica y ópera), muy populares, coreados hasta por los
más tímidos entre el público y con el aforo lleno hasta la bandera.
Casos hay de artistas que, dado el éxito
de semejantes ejercicios de mimo
plagiario, han sustituido su habitual programa de gira, con temas propios, para pasar a interpretar canciones de otros colegas de profesión con
más nombradía y relumbrón. El efecto ha sido inmediato: "No hay entradas".
Un considerable número de películas y
series de televisión que se pasan y emiten en la pantalla grande y la pequeña
(con el florecimiento de los minicines y la existencia de televisores de
muchísimas pulgadas la diferencia práctica es cada vez menor entre tipología de
pantallas) la conforma una ristra de productos con elementos comunes: remakes
y retocadas versiones de
títulos clásicos o, simplemente, ya estrenados (declarados como tales o disfrazados de “homenajes” y camuflajes diversos), biopics o films
biográficos y largometrajes y series de
televisión «basados en hechos reales».
Un detalle más y termina por hoy la función. En la
última película estrenada hasta la fecha, dirigida por Quentin Tarantino, Once Upon a Time… in Hollywood (Érase una vez en Hollywood, 2019), el
verdadero protagonista no es, al cabo, el que hace de actor principal (Leonardo DiCaprio), sino su doble (Brad Britt): representación de representación.
Hoy, programa doble. Los
remedos constituyen el refugio de los remisos y los ilusos, así como los falsos
remedios para la carencia de creatividad y de producción propia. El espejismo
fantasioso ha reemplazado a la imaginación creadora.
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