--> «Si acaso, la tributación voraz e insaciable impuesta por los Gobiernos es asumida por la población como un fastidio, una condena perpetua, sobrellevada como una fatalidad, algo que no tiene remedio. El inmenso esfuerzo llevado a cabo por la propaganda del Estado, a fin de exaltar las “virtudes cívicas” que presumiblemente contiene la cosa, no ha logrado, con todo, que la contributación privada sea vista entre el público pagador como sinónimo de contribución al bien general. Las virtudes privadas –trabajo, esfuerzo, ahorro– no adquieren con facilidad el rango de vicios públicos –despilfarro, burocracia, corrupción–. Sin embargo, insisto, es harto inverosímil que algo parecido a una objeción fiscal generalizada pueda materializarse en Europa. En el Reino Unido, la probabilidad sería mayor, aunque no hasta el punto de que por esta causa se lancen las campanas al vuelo en Westminster.
Estados Unidos es otra historia. Separada del viejo continente por mucho más que el océano Atlántico, empezó a dar sus primeros pasos como nación a propósito de un hecho histórico de un gran valor simbólico y que decidió, en gran medida, su destino: la célebre rebelión contra las subidas de impuestos decidida por la metrópoli británica (nobleza obliga), y que comenzó con el célebre motín contra la tasa del té en Boston (1773), se extendió posteriormente a las 13 colonias y acabó encendiendo la mecha de la revolución americana que condujo a la definitiva retirada de los tropas británicas y a la Declaración de Independencia el 4 de julio de 1776.
Sea como fuere, el pagano paga porque no tiene otra opción. ¿O si la tiene? He aquí la persuasión –no hay alternativa ni otra opción– que atenaza y paraliza a la gente común, mientras ve menguar su cuenta corriente. He aquí la sugestión: para hacer viable la sociedad y para garantizar los servicios públicos básicos que la sostienen, no hay otro recurso que la política tributaria y recaudatoria impuesta por el Estado a través de las Administraciones públicas. La tasa o la vida.»
Fernando Rodríguez Genovés, «El impuesto, por supuesto», El Catoblepas, nº 94, diciembre 2009, pág. 7.
Enlace para consultar artículo completo:
http://www.nodulo.org/ec/2009/n094p07.htm
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