¿Son los impuestos, por definición, «sociales»? Los
impuestos no son sociales; son vocacionalmente socialistas.
Cierto es que socialismo
viene de «social», pero sólo de palabra, como sufijo usurpador y tramposo,
no de hecho. Y es que, en realidad, no
hay política más antisocial (más contraria a la sociedad) que la socialista:
hace de la sociedad un conglomerado de sujetos atenazados y serviles,
desheredados y empobrecidos, igualados en la miseria y la desgracia; más que
gobernados, se me antojan coartados por
el mismo patrón..., a saber, el Estado.
Se dice que los impuestos aseguran la solidaridad entre
los miembros de la sociedad. Pero no se
dice que una solidaridad forzada,
bajo coacción, supone necesariamente una aberración, una impostura, nunca una
virtud.
Se dice que los impuestos sostienen la comunidad. Pero no se dice que, principalmente, a quién
mantienen es a la casta política, a su corte y su cohorte: el funcionariado,
los empleados públicos, los organismos innecesarios, los paniaguados y la fiel
infantería clientelar.
Se dice que en las sociedades «complejas» son necesarios
los gestores (públicos y aun privados) para que administren los bienes y los
intercambios de los ciudadanos, titulares de los derechos. Pero no se dice que cada día crece en las democracias
una peligrosa tendencia, suplantadora y literalmente expropiadora, consistente
en ir convirtiendo a los ciudadanos en
seres pasivos, en meros contribuyentes y paganos, que termine sustituyendo la sociedad de propietarios y hombres libres por una sociedad de gestores y procuradores.
Por esa vía, los últimos acabarán siendo los primeros, menoscabando así la
libertad de decisión y acción, la renta y el patrimonio, los derechos y los
recursos de aquéllos, los únicos legítimos dueños de la soberanía y la riqueza
nacional.
¿Cómodo? |
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