domingo, 22 de noviembre de 2020

SOBRE EL USO IMPROPIO DEL TÉRMINO “CONSPIRACIÓN”

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Los Aparatos de Propaganda tienen como función primordial marcar el paso en la línea discursiva y la palabrería que las masas deben emplear en el uso del lenguaje; es decir, fijar (y dar esplendor a) qué términos son políticamente correctos. Construyen no sólo el utillaje de producción propia para general y público empleo masivo. También vigila, manipula y, en su caso, censura o maldice los términos y las expresiones que contrarían y cuestionan la doctrina oficial. En ocasiones, celosos de su labor de “pedagogía social”, lanzan, a modo de cebo, palabras trampa que, creyendo el usuario utilizar de modo crítico, formalizan lo opuesto: cimentar el prontuario de vocabulario permitido y permisible. 

Mucha actividad tienen ahora, cuando avanza poderoso e intratable el denominado “Nuevo Orden Mundial” (divisa con dos mentiras en su enunciado). En este sentido, el apparatchik lingüístico sí adopta la forma de una estricta acción conspiratoria, la cual pronto estará disponible en el mercado intervenido en cómoda y facilona app para ayudar a la gente a entenderse mejor…

Según sostengo aquí y en donde se quiera escuchar o leer mis argumentos, las expresiones que bailan alrededor del término “conspiración” son usadas, en su mayor parte, de modo impropio, hasta el punto de volverse contra la pretensión estimativa y calificativa de quienes lo emplean con el objeto de denunciar la planetaria maniobra conocida como “plandemia” o “Gran Reinicio”, traducción del modismo en inglés The Great Reset”, palabra trampa a su vez en idioma inglés: “great” significa “grande”, pero asimismo “genial”, en sentido de “estupendo”, polisemia que no aflora con “big” que significa “grande”, sin más.

 


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La impropiedad del uso de la etiqueta “conspiración” queda de manifiesto al contaminar, devaluar o transferir a otro lugar su sentido propio. Al disparar al bulto, por decirlo así, pagan justos por pecadores, tirios y troyanos, cristianos y paganos. He aquí, como ya se ha dicho, el propósito principal de la trampa palabrera. Pues, en el conjunto conspirativo cabría tanto la mención a la “plandemia” como a los atentados terroristas del 11-S en 2001. De este modo, se matan dos pájaros de un tiro, permítaseme ahora esta nueva licencia prosaica: sostener que el “COVID-1984” es producto de una conspiración llevaría a aceptar que el 11-S también lo fue, o pudo serlo, cuando lo cierto sería afirmar, en su caso, que ambos sucesos formarían parte de un mismo plan, lo cual no hace de ambos casos “conspiraciones” equiparables; cuando no son ni lo uno ni lo otro. Ciertamente, el senador Catilina organizó una conjuración en la antigua Roma y los Boyardos montaron una conjura en la siempre vieja e intemporal Madre Rusia, pero el Pandemonium de nuestros días es cosa distinta que merece se denominado con propiedad.

La gratuita flexibilidad y extensibilidad del concepto “conspiración” daría así paso franco y presto al calificativo comodín de “conspiranoico”, a saber, quien ve en cualquier acontecimiento una confabulación, de modo semejante al paranoico que observa maquinaciones y contubernios tras cualquier acción que aparentemente le dañe o perjudique, o así lo crea firmemente.


Ayer y hoy, los Másteres del Universo que postulan el “Gran Inicio” y el “Nuevo Orden Mundial” han actuado y actúan a cara descubierta, sus declaraciones son públicas, los libros y textos que explican sus planes copan los escaparates


Observo que tal proceso acaece en los teóricos de la conspiración de cualquier signo, sesgo o tendencia, algo que deriva de hacer de la conspiración una teoría o pretender erigirse en experto en teoría conspirativa. Ni todo es producto de conspiración ni nada lo es. Importante es, entonces, comprender el uso apropiado (y propio) de los términos.

Sea como fuere, el Aparato de Propaganda Oficial ya tendrá preparada de antemano la respuesta en caso de quedar afectada la conspiración que le interese proclamar; por ejemplo, el 11-S. En cualquier caso, saben que juegan con ventaja, pues son inmunes a la crítica. El apparatchik es el guarda e intérprete, el custodio de la Doctrina Oficial, a cuento de no importa qué. Negar cualquiera de sus versiones le convierte a uno en un negacionista Igualando en esta ocasión, de paso, Holocausto y no importa qué. Y en este plan de suma y sigue.

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A propósito del verbo “conspirar”, leemos en el Diccionario de Uso del Español compuesto por María Moliner lo siguiente: «“Confabularse”. Conjurarse”. Unirse varias personas contra algo o alguien; particularmente, contra quien manda o gobierna.»

La “plandemia”, impulsada para activar el “Gran Inicio” que acelere la consumación del “Nuevo Orden Mundial”, representa, en efecto, un plan, un veterano proyecto en marcha, un programa de ingeniería social con maneras totalitarias, promovido (con pulsión de muerte) no en la sombra y con alevosía, sino a plena luz del día, con publicidad oficial y comercial que cubre la cabecera de los periódicos (¡primera plana!) y los “informativos” (fake news!) en televisión, así como gran parte de la cartelería que empapela las ciudades de nuestros días y la portavocía que proclama la “verdad oficial” por los cuatro vientos. Lo propio de la conspiración, en cambio, sería la intriga, la reserva, el ocultamiento, el sigilo o, cuando menos, la discreción.

Ayer y hoy, los Másteres del Universo que postulan el “Gran Inicio” y el “Nuevo Orden Mundial” han actuado y actúan a cara descubierta, sus declaraciones son públicas, los libros y textos que explican sus planes copan los escaparates. Ellos no callan ni se ocultan. Calla la calle y se ocultan cultos (expertos, intelectuales, gestores; mal llamados “élites”) e incultos (gente común y ordinaria) en armónica comunidad.

Aun tratándose de un plan diseñado hace bastantes décadas, la reacción de la mayor parte de la población funciona mediante un mecanismo de estímulo-respuesta en el que ha sido aleccionado con pareja antigüedad. No extraña, pues, que aquélla suela resultar extemporánea, anacrónica, fijada a arquetipos y “paradigmas” que el apparatchik predica en escuelas, universidades, medios de comunicación, redes sociales en Internet, domicilios y ámbitos privados, por doquier, por múltiples vías: aire, mar y tierra.

Los Másteres del Universo entrarían en la categoría de “conspiración” (confabulación, conjura, etcétera) en caso de haberse unido con el objetivo de realizar sus planes “contra quien manda o gobierna”. Sucede, en realidad, lo contrario: los agentes de la “plandemia” son quienes ya mandan y gobiernan, sea como actores de reparto (gobernantes, ministros, patrocinadores de empresa y políticos, en general) sea en papel protagonista (Másteres del Universo en plan estrella). Su propósito es, precisamente, mandar y gobernar sin intermediarios ni límites, al margen de leyes y contratos, sin respeto a la vida, la libertad y la propiedad privada, a la manera totalitaria: mandar y gobernar sin más. Que no es poco.

Mientras tanto, la gente se distrae discutiendo sobre si conspiración sí o conspiración no. Cuando, en realidad, no hay de lo uno ni de lo otro. Entrar a debatir un falso problema o adentrarse en un camino empedrado de palabras trampa o usadas de modo impropio, constituye una vía sin salida sobre la que se tropieza más de dos veces.


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